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Vaivenes políticos sudamericanos por Ruben Montedonico

Vaivenes políticos sudamericanos por Ruben Montedonico
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Desde fines del siglo XX, con ejemplos previos ligados con el autoritarismo, y en estos años del XXI, caracterizo a Sudamérica a partir de la preeminencia del desarrollismo progresista (calificado como “la izquierda”) opuesto a lo neoliberal. Defino lo precedente al coincidir con el argentino Marcelo Colussi en que los periodos de gobierno de fuerzas progresistas coligadas se apartaron de los postulados más clásicos de la izquierda y se decidieron por rutas en apoyo y fortalecimiento de los mercados locales (partícipes del internacional y de la globalización), al gusto del Consenso de Washington y el Grupo Bilderberg.

De acuerdo con dichos y observaciones que tomo en cuenta -sin dejar los apoyos críticos a los gobiernos de esa izquierda- sostengo que cuestiones básicas de la teoría y prácticas capitalistas fueron amparadas por sus administraciones al afirmar que con ello se fortalecía la democracia (liberal).

Cuando los vaivenes comiciales hicieron que la derecha desembarcara como mayoritaria en Sudamérica, las intenciones y acciones de su neoliberalismo ocuparon el proscenio político, sindical y expresiones sociales de esos tiempos, en tanto que las crisis ocasionadas y provocadas por dichas políticas condujeron a protestas de distinta intensidad.

Afirmo que una parte del que fue gobierno progresista aceptó lo que le dejaron. Los gobiernos de aquellas izquierdas cuando intentaron superar expresiones neoliberales lo hicieron con una mayor intervención estatal y mejorando la distribución de las riquezas nacionales -en parte- mediante la creación de herramientas del más amplio desarrollo social. Sin educación paralela, estas actos se consideraron pasajeros, tenidos como electoreros y considerados por receptores una obligación estatal. Mientras, alienados en el democratismo liberal, se aplicaron acciones para proteger al mercado y la propiedad.

Los que se habían opuesto a las formas del pasado y que con el tiempo, desde la autoridad, pasaron a defenderlo, pretextaron en todo momento que lo hacían atendiendo al desarrollo político local, a sus usos y costumbres como vía socialista de nuevo tipo (que no niego que sea necesaria pero no es la descrita).

Frente a algunos actos de corrupción -reales o falsificados por la oposición conservadora y reproducida por sus medios-, una concepción muy clientelar de la dirección en la esfera pública, acompañada de clientelismo, amiguismo y favoritismo, el progresismo devolvió partes importantes a sectores de la derecha. Por ejemplo, ésta vertebró las naciones del Pacífico y un par del Atlántico; dividió el centro; trajo un momento a Macri (junto al FMI, los “sacadólares” y la deuda) al que luego quitaron el escenario. Desde otro ángulo, hay que decir que la incidencia de la crisis cíclica (que parece augurar el final del sistema dominante) que afecta al “mundo desarrollado” y su mercado mundial, derivó en la baja generalizada de los “comodities” que afectaron los modelos de países periféricos dedicados a la exportación. A ello se conjuntó la percepción (en muchos casos palpable) de inseguridad individual y colectiva.

Como rasgo a destacar del grupo conservador que dominó la región (parece que será sustituido por una revuelta electoral), sin que pueda referirme a ella como una dictadura -habituales en la región tras la postguerra- a su manera llamó a sus regímenes democráticos, dando a entender que abarcaba a los habitantes de un país. Sus administraciones -más allá de las críticas a sus mayores despropósitos, que caen “democráticamente” sobre las grandes mayorías del continente (asalariados, mujeres, jóvenes sin trabajo, indígenas, campesinos, negros, intelectuales, estudiantes, desocupados, madres solteras, jubilados, las combinaciones entre esas categorías y un largo etc.), navegaron entre privatizaciones y el desmantelamiento de empresas públicas, los beneficios a dueños del capital y lo que recibieron, como ciertos elementos creados por el progresismo en materia de presupuesto social para estamentos sociales más carenciados.

De su práctica nada muestra un estilo radicalmente contrario a las tradiciones conservadoras; es decir, la aplicación del modelo neoliberal por parte de la derecha sigue siendo pieza indisoluble del capitalismo, ahora globalizado, que se ha vuelto expresión mayoritaria. Acorde con alguna reflexión, se trata de algo “basado en la explotación del trabajo asalariado a partir de la propiedad privada de los medios de producción”. O sea, con independencia de ser o no gobierno -con una expresión muy gramsciana- mantienen la hegemonía.

Entre este año y el 2022 da la impresión que se da un giro donde vuelven los gobiernos con mayorías de los movimientos coligados dirigidos por el progresismo, que siente haber aprendido en su pasaje por el llano, lo cual preanuncia que se hará “tolerable” a los ojos del imperio de turno y más “domesticado” para la mesocracia y los empresarios donde le toque actuar. Lo dicho presagia la ausencia de propuestas de complementación entre países de la zona, el hostigamiento a la oposición pero no a sus medios, la postergación de todos los intentos de unión superadora de la balkanización y obstáculos a proyectos de estructuras institucionales persistentes.

Se exige un “cambio con unidad nacional”, pero cansa como promesa incumplida. Estimo que sólo tendremos más lejanía ciudadana, mensurable por la deserción electoral -donde votar no sea obligatorio- o por alguna encuesta seria; apologías del individualismo y el emprendedurismo. Casi podríamos concluir que con sus cortas raíces populares, el neoliberalismo y cierto progresismo domesticado -sin obviar la formulación económica- tenemos por delante un proceso civilizatorio.

Renace la política de plantearse opciones al modelo dominante. En cualquier caso, varios elegimos la trinchera desde donde batallar y contribuir a la construcción de nuevo tipo, con hegemonía de la izquierda socialista y democrática, al unísono soberana, no neoliberal y anticapitalista. 

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