Venid, sí, duros ángeles de fuego

Así habló la amazona de la calle Coronel Mora:
–¡Oh, viandante que aventuras tus pasos por esta vía presta atención! Porque, aunque tú lo ignores, puede ocurrir que, al caminar por sus exiguas cuadras, te alcance una de mis saetas y tu vida cambie para siempre.
Llevó su mano derecha al carcaj que portaba en su espalda, tomó un arma arrojadiza, la colocó de la forma adecuada, tensó el arco y disparó.
Falló. Tal vez porque fuera un poco miope; o, quizá, simplemente, por mala puntería.
Se ignora si alguna vez acertó al blanco. Lo que sí se sabe es que, según cuenta la leyenda, quien sea herido por una de sus flechas, se sentirá atravesado por un rayo de luz, al tiempo que una fuerza fecundante y purificadora se adueñará de su cuerpo y su mente.
Puede que se trate de una ficción. Puede que no. Pero, por las dudas, cada vez que tiene una oportunidad, el hombre se da una vuelta por la calle que nace en 21 de Setiembre y muere en Solano García.
(Ubicación: Coronel Mora 632)