Por momentos parecía evitable una cosa tan burda, que sólo venía acumulando rechazos, dentro y fuera de Venezuela. Como las nubes en el Mar Caribe, La esperanza y la desesperanza se alternaban en las expectativas que semejante medida había abierto entre los que pensamos que en ese país se juega una parte del destino de todos los nuestros.
Alguien dentro de ese régimen hermético podía tener un poco más de sentido común como para darse cuenta que después de la convocatoria de la MUD, cuatro días atrás, ni los números le daban al gobierno. Con fraude y todo, sin explicar de dónde sacaron “la votación más alta de la historia de Venezuela”, El Entorchado y su núcleo duro proclamó el triunfo y chau, después vemos cómo derrotamos a las consecuencias. Desde que los candidatos de la MUD, en 2015, se hicieron con la mayoría absoluta del Poder Legislativo en Venezuela, El Entorchado sabe que a la oposición no le puede ganar ni a la payana, y por eso largó aquella amenaza, el 27 de junio de este año, que nadie pareció tomarse en serio: “… nosotros jamás nos rendiríamos, y lo que no se pudo con los votos, lo haríamos con las armas; liberaríamos nuestra patria con las armas”. Nada más que esa afirmación, saliendo de un presidente que ha pretendido seguir el rumbo de los países integrantes del Mercosur debió ser suficiente para que le fuera aplicada la cláusula democrática del Protocolo de Ushuaia. Maduro, con toda esa bijutería colgada en el pecho, vive otra realidad. Tal vez imagine batallas militares, un, dos, tres, muchos Carabobos, a lo largo de toda América Latina. Cuando no desarticuló el llamamiento para votar por la Asamblea Nacional Constituyente, el domingo 30 de julio, es que las fantasías militaristas lo llevaban a un todo o nada.
A propósito, ¿cómo procedió Chávez en 1999, ya como presidente electo de Venezuela? Quería cambiar la Constitución, sostenía que sólo servía para una Venezuela corrupta e injusta. En primer lugar, llamó a la celebración de un referéndum para consultar a la ciudadanía si estaba de acuerdo que Venezuela se rigiese por una nueva Constitución. El referéndum se realizó el 25 de abril de 1999 y Chávez obtuvo la aprobación mayoritaria para llamar a elecciones con el fin de aprobar la Asamblea Nacional que redactarse el nuevo texto. Váyase notando las diferencias entre el procedimiento de Chávez y el de Maduro. En julio de 1999, el Consejo Nacional Electoral llamó a elecciones para integrar la Constituyente, y el texto definitivo fue sometido a referéndum en diciembre de 1999. Aprobada la nueva Constitución por voto popular, las nuevas elecciones, presidenciables y parlamentarias, se celebraron en el mes de julio de 2000. Chávez ejercía un fuerte liderazgo, y había conseguido un resonante éxito con todo el proceso del cambio constitucional. Su heredero, en cambio, se ha creado una imagen para su propia vanidad, intenta sustituir a su mentor, al punto de fanfarronear con superarlo en cantidad de votos obtenidos, pero no funciona, sólo es eficaz en esta Venezuela hecha pedazos, y en una América Latina que no se decide a entender cuál es su papel en el mundo.
Pero pasó el sábado en infructuosos cabildeos de última hora y llegó, dramáticamente puntual, el domingo 30, y entonces se levantó el viento caliente que con una sola ráfaga arrasó la Constitución de Chávez, las instituciones de la República, el suspenso de los últimos días, con la prisión domiciliaria de López y Ledesma, y siguió arrasando, le tocó el turno a la Fiscal General, tan chavista como su marido, el diputado por el PSUV Germán Ferrer. Fue todo uno. La Fiscal General llamó a conferencia de prensa para rechazar la proclamación de la Constituyente, se atrevió a mencionar el secuestro de su hija y su nieto cuando ella estaba en San Pablo, analizando las denuncias de Odebrecht, y el viento ardiente arreció, los pelos se le encresparon con el calor. Los hermanos Rodríguez, Delcy y Jorge, ella abogada, él psiquiatra, desde la usurpadora Asamblea Nacional Constituyente, entonaban diatribas que el viento rojo llevaba y traía como escupidas de veneno de cascabel. Fueron seis días de horno en los que El Entorchado casi pasó a un segundo plano. Y no fue para menos, la plana mayor del Socialismo del Siglo XXI desplegaba sus oscuras alas sobre Venezuela. Cabello salía del deslucido papel de diputado para volver a la carga desde la Constituyente con su cara amarga como la hiel. El propio Amargo hizo el anuncio mientras la Constituyente se instalaba en su nueva sede: “Estaremos dos años en funciones”, así que vaya sacando las cuentas qué cosas van a quedar en pie en una Venezuela que, aún hambreada, tiene fuerzas como para oponerse a esta banda de mafiosos.
Recién el sábado de tarde el viento ardiente empezó a amainar. La oposición comenzó a respirar nuevamente, pero sólo fue la sensación de calma previa al vendaval. En la madrugada del domingo 6, un grupo de militares tomó por asalto una parte del fuerte Paramacay, en el Estado Carabobo. Los militares entregaron un video en el que llaman a Maduro de asesino y proclaman reconocer y respetar a la Asamblea Nacional. Pero a renglón seguido, los sublevados de fuerte Paramacay le exigen a la AN que reconozca y respete el derecho del pueblo a liberarse de la tiranía. Los sublevados, a las órdenes del capitán Juan Caguaripano, aclaran que no están protagonizando un golpe de Estado pero sí una acción “cívico-militar”, llamando a la sublevación de otras unidades militares. Tanto las declaraciones del ministro de Defensa, como las de Maduro, ambas triunfalistas, atribuyéndose una victoria por vía de las armas contra unos pocos civiles vestidos de militares, contrastan con los testimonios de vecinos que relatan varios enfrentamientos, entre las 5 de la mañana hasta cerca de las 8. Los sublevados dicen haberse llevado una centena de fusiles y tres lanzagranadas.
Esto es lo que entró por la ventana que dejó abierta el fraude de la Constituyente. Tras ser destruido el camino por donde se desarrollaba la política en Venezuela, a menos de una semana del fraude, el país es convocado por un pequeño grupo de militares que copan un cuartel con fines de pertrecharse y darse a conocer. ¿La oposición tiene algo que ver con esto? Al parecer no. Esa mañana se produce la segunda novedad importante en Venezuela: En la mañana del domingo 6, pocas horas después del copamiento de la Brigada 41 en el Estado de Carabobo, la Universidad Católica Andrés Bello, de Caracas, tres dirigentes de la MUD, y los dirigentes chavistas Eustasio Contreras, Gabriela Ramírez, el ex ministro del Interior Miguel Rodríguez Torres , con la presencia de la Fiscal General destituida Luisa Ortega Díaz, se reúnen para reafirmar su compromiso con la democracia. Es el primer paso en que dirigentes que representan, realmente, a porciones importantes de la política venezolana comparten un escenario para reafirmar las ventajas de la democracia. Tras una pregunta, Henrique Capriles señala que los militares alzados en la Brigada 41 son parte de la descomposición que también sacude a las Fuerzas Armadas, pero que la Mesa de la Unidad Democrática ha afirmado con claridad un rumbo de resistencia pacífica, aunque cueste vidas humanas por la bestialidad del régimen, pero la MUD no comparte ninguna estrategia que lleve al pueblo de Venezuela por un camino de enfrentamientos armados.
El Entorchado debe soñar con músicas militares y formaciones disciplinadas marchando hacia los campos de batalla, pero el pueblo venezolano, poco a poco, va comprendiendo que el violín de Wuilly Arteaga, sonando junto a los ángeles guardianas de la democracia, que se protegen con escudos de madera frente a escopetas de perdigones, es la música del porvenir, el pueblo venezolano ya optó el 16 de julio, con 7 millones 400 mil que se pueden contar, los de Maduro están en un sobre lacrado.
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