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Violencia inexplicable (II) por Ignacio De Posadas

Violencia inexplicable (II) por Ignacio De Posadas
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El jueves pasado, con este mismo título, escribí sobre el fenómeno de los estallidos de violencia que vienen ocurriendo en distintos países del mundo (en el medio, se sumó Bolivia) y en ese artículo dije que no me parecía realista atribuir a las redes sociales el ser la causa o explicación de esta cosa nueva.

Pero hace unos días me pasaron un artículo de un sociólogo, o socióloga, chileno/a (no traía el nombre), que me lleva a poner mi postura en cuestión.

No es que las opiniones de aquel/lla me satisfagan del todo, constituyendo una explicación completa, cabal y concreta de este síndrome tan sorpresivo como misterioso, pero dan para pensar.

Resumiendo, los argumentos de mi desasnante son algo así:

  • Las elites dirigentes ignoran el impacto de las redes sociales.
  • Los algoritmos usados por los que saben manejarlos están diseñados para agrupar a personas con intereses comunes, a los que les envían material que luce como información, sin tener fuente, autoría, editor o control conocido.
  • La sociedad “racional” se alimenta de los medios tradicionales, al tiempo que ignora el fenómeno de las redes sus procesos y sus contenidos.
  • Paralelamente, hay una parte de la sociedad que no mira casi los medios tradicionales y vive dentro del mundo de las redes.
  • Diez – quince años de sedimentación de información descontrolada (y generalmente no controvertida), hace que terminen prendiendo afirmaciones que nada tienen que ver con la realidad (que las AFAPS se quedan con la plata de los trabajadores; que los políticos ganan fortunas y son corruptos, …etc.)
  • Mismo un medio tradicional como la TV ha mutado, desplazando la información por el entretenimiento. Tanto los contenidos como los formadores de opinión enfocan sólo al entretenimiento. Opinan igual sobre el mundo que los rodea y con juicios tajantes, pero “libres” de la investigación y el rigor: “a mí me parece que…”
  • Eso, a su vez, ha llevado a algunos países a la “farandulización” de la política. El dirigente político no se anima a liderar. En su lugar “empatiza” (el episodio – triste – de la cama que Zabalza le hizo a Martínez es cabal ejemplo de esto).

Por supuesto que lo anterior no obvia el análisis de fenómenos económicos y sociales, sobre los que incide la “superestructura” comunicacional moderna. Más aún, ésta explica en buena medida lo que los argumentos económicos, por sí solos, no alcanzan a elucidar.

La explicación económica insiste en señalar el fenómeno de la desigualdad, apuntando a la globalización y remarcando que se ha agudizado, lo que justificaría las reacciones.

Pero, como digo, ni es lineal la explicación, ni suficiente. Necesaria, quizás sí. Suficiente, no. Hay algo más.

Es cierto que vivimos un fenómeno nuevo, llamado globalización, que acelera cambios y que, a la vez, los hace conocer, mundialmente, en tiempo real. Estos fenómenos, en conjunto, han agrandado las brechas económicas y sociales en muchos países, en perjuicio de las clases medias o, para ser más exacto, de aquellos que, por el efecto del crecimiento producido por los commodities, accedieron a niveles económicos superiores, (incluyendo de consumo). Con el enfriamiento de la economía mundial, esas personas ven amenazadas sus conquistas y – en muchos casos – sus fuentes de trabajo a manos de nuevas tecnologías. Eso genera angustia y, con la manija adecuada, bronca.

Si miramos el caso de Chile, sus niveles de pobreza bajaron sustancialmente, al tiempo que los índices de desigualdad no empeoraron, al revés. Podría decirse que es una sociedad muy desigual socialmente, lo cual es cierto, pero eso no es una novedad.

Como último ingrediente del cocktail, la Democracia se ha ido alejando de la gente (o ésta de aquélla: tema para otra discusión), con lo cual ni la entienden, ni la valoran, ni la quieren.

Creo que con estos elementos nos acercamos un poco más a la comprensión de este fenómeno contemporáneo, monstruoso y preocupante. Paso previo y necesario para ver cómo lo evitamos.

Porque el factor contagio, mezcla de globalización y (otra vez) de las redes, hace que nadie pueda darse por vacunado.

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