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Virtudes lentas/ uruguayeces nuestras por Marianella Morena

Virtudes lentas/ uruguayeces nuestras por Marianella Morena
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Fui invitada a una cena de mis vecinos norteamericanos, donde había gente de diferentes nacionalidades, el inglés era el idioma más usado.
Por unas horas me transporté, y pude viajar con las diferencias. Era una reunión social, dinámica, atípica.
Me maravilla cuando las personas realizan estos meetings, en una diversidad muy atractiva, y te mueven la frontera de lugar.
¿Importa dónde estoy, qué lengua hablo o qué me gusta comer?
Y no…
Importan que conversaciones se generan, los cruces de opinión, y lo intangible de la experiencia. Algunos nos entregamos a la charla, mientras en otros ambientes la música en vivo era el diálogo más instalado.
Pero, cual nube que sobrevuela nuestras cabezas, en un momento aparece, y sí, es el tema recurrente: “como somos los uruguayos”.
Un argentino, tres ingleses, y la que escribe, estábamos enfrascados en ese mini debate, entonces el argentino me dice: “ustedes no son reactivos”.
Y le respondo: somos reactivos intelectualmente. No tenemos un comportamiento evidente. Nuestro patrimonio cultural lo demuestra, con la nutrida población de artistas, y una ciudadanía comprometida políticamente.
Es hora de decirlo en voz alta: Los uruguayos somos reactivos intelectualmente. ¡Que resuene!
Y ahí agarré viento en la camiseta, porque vi en su mirada el asombro de mi respuesta, no se la esperaba, reconozco que yo tampoco.
Algo que aprendí de la dirección teatral es identificar los movimientos del pensamiento que el rostro comunica. Es una lectura que he desarrollado, y eso hay que aprovecharlo para manejar la situación.
Entonces, me encontré exponiendo una reflexión sobre nosotros, podríamos parafrasear a Byung Chul Han sobre el elogio a la lentitud.
La tan menospreciada lentitud por el afán de consumo, de productividad, de rendimiento. Y así vamos, atrapados en el bucle eterno del capitalismo.
Asociamos la reacción solamente si la podemos ver, palpar, si es identificable. Si el elemento transformador lo incorporo, lo entiendo, lo integro.
Hemos creado, sellado y difundido el mito sobre nuestra incapacidad reactiva.
No somos, no podemos, no queremos.
No reaccionamos, estamos adormecidos, tenemos miedo.
Ese rumor construye leyendas, para luego darles categoría de autenticidad. Y después lo publicamos para reafirmar la noción, por las dudas que alguien no esté alineado.
Y avancé sobre mis reflexiones.
El origen es el laicismo, eso nos define. Es la marca identitaria, y si tuviera que elegir una fortaleza uruguaya es esa.
Ahí la conversación se había dado vuelta, pero más que eso, no se trata de liderar un intercambio mientras bebían vino (menos yo), y comíamos cosas ricas en un ambiente muy agradable.
Se trata de como hemos patentado una definición rígida sobre una comunidad, con argumentaciones inamovibles, como una ley inviolable.
Somos lo que decimos. Eso somos. Nombramos, y el lenguaje convierte en realidad la demagogia más absoluta, los políticos lo saben bien. Se manipula, se juega, se estafa con el vaciamiento de los significados.
El lenguaje convierte en real la ficción, con herramientas terroristas, bélicas. Pervierte a la lengua madre.
Por eso, sería más interesante ensanchar el universo receptivo, despojarnos de esas convenciones y paradigmas que hemos sellado como identidad celeste.
Y vernos. Entendernos. Capitalizarnos.
Es algo que está, no se trata de ir por un remoto almacén de tradiciones rotas.
¿Qué significa qué somos lentos, tranquilos, pausados?
¿En relación a qué, a quiénes?
Las reacciones intelectuales que nos caracterizan, dan aire y espesor a expresiones que se manifestarán en otro tiempo.
Serán canciones, serán textos, serán libros, serán obras de teatro, serán películas, serán partituras, serán poemas, serán novelas, serán composiciones líricas, serán pinturas, serán videos, serán ensayos, serán materiales mestizos, serán instalaciones, serán obras performáticas, serán intervenciones urbanas, serán cuentos, serán guiones, serán ensayos literarios, serán ensayos filosóficos, serán artículos periodísticos, serán documentales, serán conferencias, serán estudios universitarios, serán colectivos, serán activistas, serán estudiantes manifestándose, serán activistas, serán docentes preocupados por su alumnado, serán nuevas ideas para viejos problemas, serán conversaciones de whatsapp, serán debates en un asado, serán videos viralizados, serán entrevistas, serán espectáculos de danza, de circo, de objetos, serán actos sociales, serán narrativas libres.
Serán lo que no se ha dicho, ni escrito, ni revelado, porque está siendo.
Pero también somos presente, e interactuamos con lo que es y sucede.
¿Quién monopoliza el presente, quién se declara autor, dueño?
Es el que está ahí, que se impone, imposible evadirlo,
¿cuántos son, cuántos nos habitan?
Muchos, infinidad de planos.
Pero hay uno silencioso que trabaja en las sombras, para luego ser luz.
Es el que nos construye a largo plazo, expandido-flexible y poroso.
Un presente lento, de acción continua.
La película El último pub de Ken Loach, muestra que cuando hay desencuentro humano, por el motivo que sea, este se calma cuando las personas se reúnen alrededor de una mesa. Esa comunión libera algo ancestral de pacto pacífico.
Aunque sólo sobreviva mientras el objetivo se cumpla.
Aunque sólo se mida en el instante de celebración.
Aunque sólo nos una el sonido de los cubiertos.
“Quienes comen juntos, se quedan juntos” KL.

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