Eduardo “Rulo” Nieves (1950) es un enorme compositor uruguayo de canciones. Mi conocimiento de su obra empieza por la escucha de Pareceres, grupo emblemático del importante movimiento de Canto Popular. Sin conocer demasiado sobre la interna del grupo, es cierto que existió un cambio notorio, estético, cuando llegó “Rulo” Nieves en sustitución de Carlos Rodríguez en 1983. Una serie de excelentes canciones aparecieron por aquellos años. Un hecho que siempre llamó mi atención como oyente, fue el contraste entre la voz impresionante de Jorge Do Prado con la de Eduardo. Era imposible un empaste. Sin embargo, nos acostumbramos a aquella lógica de dúo, porque sin dudas el costado compositivo de alta calidad de Nieves compensaba lo demás. Y esto no significa que el autor de ninguna manera cantara mal. Es que ante un caudal vocal tan poderoso y personal, cualquier mortal quedaría en inferioridad de condiciones. En 1984 editan el LP “Sin un vintén” donde aparecen varias creaciones de “Rulo”. El tercer surco es «Dispara», una guajira que contiene una de las más hermosas líneas melódicas de nuestro cancionero. El texto, abstracto, remite al mito de Cupido y su intervención para abrir el deseo sexual y amoroso en nosotros. Aquí el autor invierte la situación al colocarnos en el lugar del dios romano: «Dispara, dispara las flechas de tus sueños/ que el filo del canto se clavará en tu pecho/ y de roja espuma salpicarás la Luna/ y tocarán tus dedos las estrellas oscuras». Las flechas se vuelven un boomerang porque regresan para clavarse en el pecho del protagonista. O quizá los proyectiles arrojados son tan ambiguos como el amor o el deseo. Luego, en la segunda estrofa, deja más pistas: «Dispara, dispara las flechas de tu mente/ que el filo del canto se clavará en tu gente/ Las notas caídas llenarán tus heridas/ y tocarán tus dedos los dedos de la vida». Las «flechas de tu mente» pueden relacionarse al cúmulo de ideas o conceptos que uno vierte en los demás. Pensemos que en los años a los que nos referimos, tan politizados (tanto o más que hoy), había una intención didáctica militante que se traducía en los textos de la canción popular. Aunque en el caso de Eduardo Nieves es uno de los que trabajaron desde otra perspectiva, huyendo del discurso facilista; y en él hay gestos poéticos resaltables, por más que se trate de un compositor comprometido políticamente. El desenlace del texto es más directo y le habla al amor desembozadamente: «Cuando no disparen las flechas de tus horas/ el filo del canto se clavará en tu sombra/ y habrás tenido suerte si alguien supo quererte/ antes de que tus dedos se acaricien con la muerte”. Sobre el final la canción se “salsea” donde hay intervenciones libres de percusión a cargo del inolvidable Yamandú Pérez. “Romance del niño pobre» es una canción diferente a las que solíamos escuchar de Pareceres (u otro grupo similar) en los festivales o en los medios en aquel año. Tiene una fuerte conexión buarquiana. La balada nos relata el drama de una familia al margen de la sociedad, cuyo padre muere lejos (contrabandeando) y luego su bebé (Julián), en medio de la calamidad de la miseria. El dolor late en el texto aunque la música no resulte angustiosa. La voz de Do Prado sugiere a la de un juez que dictamina que el crimen social necesita ser redimido («En las ciudades y pueblos/ se ven vagar muchos niños/ andan en busca de pan/ y por qué no, de cariño»). Parece que se hablara de algo sucedido en el pasado, pero está a la vuelta de la esquina, hoy aquí, en pleno siglo XXI. La música está basada en una serie armónica que se repite, sin estribillo, y el arpegio va creando el clima para abordar el texto («Su padre vivía de changas/ como cualquier siete oficios/ a veces contrabandeaba/ y supo hacer muchos hijos/ Tan eterno como el tiempo/ y los problemas de ahora/ es que las mujeres pobres/ suelen ser más paridoras»). El final pinta la tragedia descarnadamente («No tuvo tiempo siquiera/ de sentirse un resentido/ no supo que a otros sobraba/ lo que él nunca había tenido»).
El tema central del disco, obviando a “Sin un vintén”, es «Muere con la sonrisa». Una canción versionada por varios artistas y que puede considerarse el tema emblema de Eduardo Nieves, su llave maestra y el gran hit del grupo, después de «Por si vuelvo» de Jorge Do Prado. Es un candombe-canción que luego se muda al son, y donde late el corazón de Dino, Sindycato o Jorge Galemire. Su música está construida con una armonía muy sencilla y con una estructura A-B (en la primera parte). La melodía es cautivante y luminosa («No escribas el verano en la piel de mi mano/ Pasa, sueña y escapa libre/ Nunca seré primero, soy un viento extranjero/ Que también pasa y sueña libre/Porque tus sueños te darán lo que la vida no te da»). A partir de la segunda parte, que se podría denominar A2, hay un cambio armónico leve que coloca la melodía en otro lado, porque además varía la dinámica y el ritmo. Se vuelve todo más enérgico y es como que el texto fuera llevando de la mano a la música (“En la última hora cuando la gente llora/ Pasa sueña, delira y muere/ Muere con la sonrisa de quien muere deprisa/ Por defender sus sueños muere”). El final tiene una energía beatlera (me remite al final de “She loves you”), sellando otra de las principales influencias de nuestros grandes compositores. El remate es perfecto y nadie podría estar en desacuerdo con él: “Muere con la sonrisa/ (…)/ Por defender tus sueños siempre”.
Ilustración: Intervención digital de Óscar Larroca sobre una fotografía sin datos.
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