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Vivimos tiempos de coexistencia competitiva por Ernesto Kreimerman

Vivimos tiempos de coexistencia competitiva por Ernesto Kreimerman
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El fin de era Trump, aún en proceso de desmontaje de sus múltiples formas de enquistamiento compulsivo en las ordenadas estructuras de poder de los Estados Unidos, ha significado el retorno de los tiempos de elaboración de pensamiento estratégico en sus diferentes dimensiones, de coyuntura y de escenarios futuros de corto y largo aliento.

La construcción de escenarios de cambios, de instalación de nuevas formas de organización para el desarrollo positivo de las naturales tensiones de intereses contrapuestos, de equilibrios para armonizar tensiones lejos de escenarios bélicos, la convicción de generación de espacios de cooperación tanto institucionales como específicos, están en las agendas, en los propósitos de la nueva administración. Todo este entramado de elaboración sofisticado y complejo es para desarrollar vectores estratégicos para revalorizar el rol de los Estados Unidos en esta década y en las por venir.

El concepto de coexistencia competitiva está inspirado de la literatura técnica acerca de biodiversidad y coexistencia de especies. En términos básicos, el principio de exclusión competitiva asume que, en un ambiente homogéneo, constante y aislado, dos especies con similares requerimientos de recursos no pueden coexistir indefinidamente; y concluye que eventualmente una desplaza a la otra por efecto de la competencia. A partir de esta base, eleva la mira, y define que la coexistencia de especies puede ser entendida por la presencia de mecanismos que evitan que se cumplan los enunciados de este principio. En términos prácticos, es una de las primeras enseñanzas del general Su Tzu en su tratado El arte de la Guerra: “La guerra es un grave asunto del estado; es un lugar de vida y muerte, una vía hacia la supervivencia y extinción, una cuestión que hay que reflexionar detenidamente”.

La elaboración crítica

Sherman Kent, padre del análisis en inteligencia estratégica, publicó en 1949 un texto de estudio que aún hoy es un libro de referencia: Strategic Intelligence for American World Policy, o en español, Inteligencia estratégica para la política mundial norteamericana.

En aquellos días, Kent argumentó sólidamente a favor de la labor del estudio riguroso de la realidad y la proyección de escenarios probables. Consideraba esta tarea fundamental para la formulación de políticas nacionales, así como internacionales. Si bien esta práctica prospectiva tiene antecedentes de larga data, la innovación que incorpora Kent es el rigor de las fuentes de información, la verificación y el contraste de la veracidad de la información colectada, y una metodología de trabajo emparentada con su origen académico, el de historiador.

Dos elementos caracterizaban a Kent como analista y docente: una primera advertencia de que su labor de estudio y análisis se desarrollaba “dejando fuera de la sala mis predilecciones”. Y una segunda: “La inteligencia no afirma que sus profecías sean infalibles. La inteligencia simplemente sostiene que la respuesta que da es la estimación más profunda y objetiva basada y cuidadosamente considerada».

Se le adjudica a Kennan de ser el padre, en 1946, de la estrategia más sólida para enfrentar a la Unión Soviética: «el elemento principal de cualquier política de Estados Unidos hacia la Unión Soviética debe ser a largo plazo, paciente pero firme y vigilante de la tendencia de la expansión rusa”. Buena parte de esa formulación se encuentra fundamentada en el análisis que le diera prestigio en los ambientes de Washington, “El telegrama más largo”, donde advertía que “la esencia del comportamiento soviético se basa en la expansión” y en la premisa de que debía enfrentar al sistema capitalista en el mundo con todos los medios disponibles, convencido, además de que el Kremlin sólo comprendía el idioma de la fuerza para frenar sus impulsos.

La era Biden…y la sombra de Obama

Al completar su segundo mandato, el presidente Obama sentía que los historiadores lo juzgarían como un presidente que marcó positivamente su tiempo, y que su impronta se realzaría con el paso del tiempo, que sus compatriotas le juzgarían bien. Y aunque desconfiaba de Trump, de sus impulsos autoritarios y sus reflejos abusivos, nunca imaginó que en pocos meses sus principales legados estaban siendo demolidos. No sólo porque tomó una economía arruinada y entregó un país más dinámico, pero también en debate, con mejores salarios (por ejemplo) pero con pérdidas de empleo por la robotización y la deslocalización. También “el primer presidente ambientalista” de los Estados Unidos, que había logrado sumar a China al Acuerdo de París, vió como su inestable sucesor lo dinamitaba.

Por ello Obama se involucró en la campaña de Biden, no sólo apoyándole directamente, sino también alentando a sus colaboradores a participar activamente. Y no sólo Obama; también una renovada ala izquierda del Partido Demócrata, con actores de la talla de la veteranía Bernie Sanders, Elizabeth Warren, y Alexandria Ocasio-Cortez, como la figura de mayor peso entre las de relevo generacional.

Pero la era Biden, que rescata valores democráticos profundos, desde la calidad del debate público hasta el cuidado de la institucionalidad y la construcción de mayorías amplias, no llegó con un afán restauracionista, sino consciente del nuevo tiempo histórico, de un mundo diferente, con sociedades más impacientes, una deteriorada calidad institucional democrática y un devaluado debate público, con medios de comunicación en reformulación y aún sin certeros caminos de revalidación. Por ello, Biden y su equipo, con la colaboración de Obama, han apostado a la revalorización del análisis crítico de la academia, del sistema político, y de los diferentes grupos de interés cuya expresión a veces se formula como centros think thank, sindicatos y cámaras empresariales, asociaciones de la sociedad civil, etc.

A Global Trends

El Global Trends 2040 A more contested world, o en español, Tendencias globales del Consejo Nacional de Inteligencia acaba de ser publicado en los Estados Unidos. Este informe se reformula y publica cada cuatro años desde 1997. En él se analiza la coyuntura, se evalúan las tendencias, dilemas y perplejidades, insumos que darán sustancia al ecosistema estratégico para los Estados Unidos con una perspectiva de dos décadas. La elaboración de las conclusiones son el resultado de una evaluación crítica de la última edición, una revisión de las proyecciones, una recopilación de datos, incorporando opiniones de terceros. También se promueven foros y seminarios, debates académicos y del universo de los tomadores de decisión. El desafío mayor para los autores está en la síntesis, que preserve la “amplitud y magnitud”, inspirados en dos líneas organizativas: “identificar y evaluar las fuerzas generales que están dando forma al entorno estratégico futuro, y luego explorar cómo las poblaciones y los líderes actuarán y responderán a las fuerzas”.

Que hace que el ciego vea y el mudo hable…

El fin de la guerra fría ilusionó con un mundo más equilibrado, plural, donde los espacios multilaterales se fortalecerían casi por arte de magia. Pero ello no fue más que una expresión de deseos, en el mejor de los casos. Se comenzaron a suceder estrategias de vaciamiento de dichos ámbitos, por la vía del desconocimiento y la mentira, hasta llegas al 2013 y la “teoría” de las (inexistentes) armas de destrucción masiva de Saddam Hussein, donde hay un salto en calidad inocultable.

Pese a los esfuerzos de Obama, el descalabro final vendría durante los cuatro infames años de Trump. Una maquinaria de operaciones ilegales y despotismo ignorante y vergonzante, apoyado en la complicidad de los manipuladores de las redes sociales e internet, no sólo volvió tóxica y devaluada la vida institucional de las democracias de los Estados Unidos, sino que ello tuvo su correlato vergonzante en otros países y esas prácticas se extendieron hasta, incluso, el Río de la Plata.

Pero ubicados ya en este 2021, resulta evidente que ningún estado está en condiciones de dominar amplias regiones sin que una diversidad de actores le competirá y le condicionará sus propósitos en el sistema internacional y por ello las metas resultarán menos ambiciosas aun cuando sean negociadas, que lo serán indefectiblemente. Lo que hoy asoma como el escenario más probable, es que los cambios y agotamientos en el poder militar y su modelo de organización, incluidas las estrategias de invisibilización de la acción armada y bélica, su presupuestación y acción, tanto como la demografía, el crecimiento económico presionado por las demandas crecientes, las cada vez más débiles condiciones ambientales y la creciente sofisticación tecnológica que lo invade todo, no pueden enceguecer nuestra mirada y dejar de percibir el endurecimiento de las divisiones sobre los modelos de gobernanza, mientras aumentan aún más la competencia entre China y una más o menos incipiente coalición occidental liderada por Estados Unidos pero con muchos jugadores relevantes sin definirse entre el alineamiento o el camino en solitario; tal los casos de Rusia y la Unión Europa, en disputa.

En las conclusiones resumidas del Global Trends 2040, se anticipa que las potencias rivales darán batalla para dar forma a las normas, reglas e instituciones globales, en tanto que las potencias regionales y “los actores no estatales pueden ejercer más influencia y liderazgo en asuntos que las grandes potencias no atienden”. Aunque lo manifiesta con otras palabras, no deja de asumir el debilitamiento de los estados nacionales y de las instituciones multilaterales, no sólo las Naciones Unidas, sino otras específicas que han nacido al amparo de la complejidad y sofisticación de esa superestructura­. Con cierta timidez, cierra este capítulo proyectando que “es probable que estas interacciones tan variadas produzcan un entorno geopolítico más volátil y propenso a los conflictos, socaven el multilateralismo mundial.

“Augur de males! Jamás me has anunciado nada grato. ¡Siempre te complaces en profetizar desgracias y nunca dijiste ni ejecutaste nada bueno!”, exclamó furioso Agamenón Atrida y reprobó así la profecía de Calcante, hijo de Téstor y nieto de Apolo. Pero él no enfrentó sólo a Agamenón; antes solicitó la protección de Aquiles.

Por ello, la construcción de un nuevo multilateralismo es indispensable y es, hoy por hoy, la única vía hacia la construcción de equilibrios tendentes a armonizar tensiones, generando una nueva ingeniería jurídica no para atarnos al pasado, sino para liberar energías y construir futuro.

11S: a 20 años de la infamia

Han pasado ya veinte años de que Estados Unidos iniciara, a partir de aquel 11 de setiembre de 2001, no sólo una reacción descontrolada, una cadena no forzada de errores mezquinos y de desorientación política, cuyas consecuencias políticas persisten, tanto como los billonarios costos de aquellas terribles decisiones encadenadas.

Ese día el terrorismo se ensañó con los Estados Unidos, en una operación terrorista de dimensiones: la destrucción del complejo edilicio de las Torres Gemelas, la afectación parcial del Pentágono y el avión en Shanksville, costaron la vida de 3.016 personas y afectó severamente un principio elemental en el que se desarrollaba buena parte de la vida diaria de EE.UU.: la confianza.

Tras el 11S, la respuesta furiosa del imperio fue la invasión a Irak, arguyendo que “el dictador cuenta con armas de destrucción masiva” que no sólo nunca se tuvo evidencia alguna de su existencia, sino que hubo reconocimientos de tal falsedad. La mejor, la de Donald Rumsfeld, inigualable: “Las informaciones que dicen que algo no ha pasado son siempre interesantes para mí, porque, como sabemos, hay hechos conocidos que conocemos; hay cosas que sabemos que sabemos. También sabemos que hay hechos desconocidos conocidos; es decir, sabemos que hay algunas cosas que no sabemos. Pero hay también hechos desconocidos que desconocemos, aquellos que no sabemos que no sabemos”.

Esa mentira descalificante era soportada por George Bush, Tony Blair y José Aznar. Para la prensa española, el Trío de las Azores.

José Manuel Durão Barroso, por entonces primer ministro portugués en ejercicio de la presidencia de la Comisión Europea, y luego Chairman de Goldman Sachs International, admitiría lo evidente: “me engañaron”. John Gray, filósofo, profesor de la London School of Economics, en la página 140 de su libro Misa Negra (Paidós, 2008), va directo al punto: “el engaño ha sido consustancial a todas las fases de la guerra de Irak…”.

Los mentirosos siguen impunes; tras el saqueo, Irak sigue empantanada. Y Biden, de este meollo, sólo aspira a alejarse de aquella geografía antes de fin de año. Aún hoy hay 2.500 soldados estadounidenses, número menor frente a los 170 mil que llegaron con la invasión.

Pero Irak es una de las mayores reserva planetaria de petróleo y el 95% de los ingresos se originan de su exportación . Por ello, cada vez que EE.UU. avanza en su salida, China también avanza, pero en llegar. Por ejemplo, China ya opera varios campos petrolíferos (el de Majnoon de la estatal Basra Oil Co, le tienta el de Qurna-1…), al tiempo que cierra acuerdos de joint ventures e inversiones, como el yacimiento de Halfaya.

China compra el 50% del petróleo irakí. Y su cuota, seguirá incrementándose.

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