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Wilsonismo post Larrañaga, y las “cuevas” del Interior por Heraclio Labandera

Wilsonismo post Larrañaga, y las “cuevas” del Interior  por Heraclio Labandera
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Detrás del tinglado están ocurriendo cosas invisibilizadas por el espectáculo que se roba los titulares de los medios y los caracteres de las redes.

El fallecimiento de Jorge Larrañaga fue un golpe de realidad en tiendas blancas, que puso sobre la mesa interrogantes y desafíos que deben interpretarse con atención para desentrañar el previsible curso futuro de los hechos.

Con su desaparición no sólo partió un líder consecuente con una forma determinada de hacer política, marcada por una semiótica que para muchos urbícolas de pura cepa pudo sonar folclórica, pero que lo era porque hundía raíces en un humus diferente al del cemento urbano.

La prematura partida se llevó al referente de una forma política de Interior del país, ese espacio sociológico donde los asuntos de la polis no son los de la urbe, y con una dimensión personal en general olvidada por la dinámica masificada de la metrópoli. Hay una cantidad indeterminada de ciudadanos identificados con el “espíritu wilsonista” que catalizaba Larrañaga, que inspirados en un cierto estilo de movilización y comunicación con “su” caudillo que veía, en Jorge una memoria evocativa del toque sanguíneo que otorga el liderazgo personal. Su abrupta muerte tuvo para muchos algo del romaticismo trágico provocado por el fallecimiento de Wilson Ferreira y siempre recordado con magia por los blancos que tararean la canción épica “De poncho blanco”.

Ahora ese universo se muestra con cierta orfandad, lo que hace que se haya ralentizado buena parte de su interlocución con el universo político en el que hasta ahora se desenvolvían, “desensillando hasta que aclare”, como se parafrasea al gaucho que en la pradera hace noche bajo la cerrazón. Para muchos de sus seguidores histróricos, esta circunstancia abre una interrogante sobre el futuro de una fuerza como “Alianza Nacional”, expuesta a los nuevos avatares de la era post-Larrañaga.

La dirigencia del sector optó por elegir a Daniel Camy para sucederlo, el leal escudero maragato que lo acompañó desde la primera hora, cuando el experimiento larrañaguista era una completa aventura.

Todo indica que ese liderazgo podría ser de transición, hasta acomodar las piezas, o hasta reformular ese espacio político.

Nadie lo sabe.

Pero un dato no menor para un colectivo de claro cuño caudillista, fue la integración a la directiva de la agrupación de Jorge Larrañaga Vidal, hijo mayor del desaparecido Jorge Larrañaga Fraga, quien afirmó en un reciente reportaje publicado por el matutino “El País”, que “Alianza Nacional necesita tener más futuro que pasado”.

¿Una señal?

No queda claro, pero indica que ya hay tímidos movimientos en ese difuso “espacio wilsonista”, alentados por este nuevo escenario, aún invisibles a los ojos vigilantes de la capital.

Enroques de poder

Lo cierto es que la intempestiva partida de Larrañaga obligó al segundo enroque ministerial de importancia en el gobierno de Luis Lacalle, con el pasaje de Luis Alberto Heber a la cartera de Interior.

Esto provocó, a la vez, que la cartera de Transporte y Obras Públicas (MTOP), le fuera otorgada de José Luis Falero, hasta entonces instalado en la subdirección de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP).

Falero había sido Intendente de San José y eso explica la selección para el cargo, pero como es sabido, a poco de tomar sus nuevas responsabilidades, experimentó un sorpresivo quebranto de salud y el cargo terminó subrogado mometáneamente por el actual subsecretario de esa cartera, Juan José Olaizola.

A su vez, el cargo que Falero dejó en la OPP fue ocupado por Benjamín Irazábal, quien ya asumió funciones.

No obstante ello, tantos cambios abruptos forzados por la realidad ha “descalzado” la cuidada política de equilibrios del primer gabinete de Lacalle.

La subsecretaría de la OPP para Irazábal -hasta ahora Diputado por Durazno pero que antes había sido Intendente de ese mismo Departamento- procuró instalar en este “superministerio” a un hombre con experiencia en Intendencias, considerando que esta Oficina debe recomponer el diálogo fluido entre el Gobierno Nacional y los Gobiernos Departamentales.

El enroque en la OPP de Irazábal por Falero, se hizo con dos ex-Intendentes y ambos del riñón partidario de Luis Lacalle Pou.

A su vez, la llegada de Falero a la antigua cartera que ocupaba Luis Alberto Heber, reforzó el poderío del sector presidencial, ya que su sustituto momentáneo -Olaizola- es también del sector “Todos”.

En tanto la partida de Luis Albero Heber del MTOP le cambió al Herrerismo tradicional de la Lista 71 un cargo importante por otro poderoso, como es el Ministerio del Interior. Fue natural que el senador más veces reelecto del Parlamento tras el retorno de la Democracia, llegara a cubrir las espaldas del presidente Lacalle en la cartera más política de su gabinete.

Hubo al principio ruido ambiente debido a que con la designación en la cartera conducida por el desaparecido Larrañaga de una figura proveniente de la más clara ortodoxia herrerista, como Heber, se provocó un cierto desasosiego en el “aliancismo” ortodoxo.

Pero bien pronto las dudas se disiparon cuando el mismo Heber indicó que no habría cambios, dejando intacto al cuadro elegido por Larrañaga. No obstante ello, la desazón del “aliancismo” es que su pérdida de visibilidad en el gabinete deje fuera del radar capitalino al Interior geográfico, ese que consolidó la victoria electoral blanca de 2019 (en particular, la votación de octubre).

Lo que se dice en las “cuevas” de esos ámbitos muchas veces iniciáticos para el capitalino, no se oyen demasiado bien bajo el ruido y la agitación de la gran ciudad.

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