Sin dudas, esta no era una entrevista común y corriente. Todas las entrevistas que he tenido la suerte de realizar han sido siempre desafiantes, a veces por los temas a tratar, a veces por la altura del entrevistado; pero pocas veces se tiene la oportunidad de tener enfrente a un artista de relevancia mundial y profundo impacto en la cultura popular de varias generaciones. En esta oportunidad pudimos tener un mano a mano, zoom mediante, con Woody Allen, uno de los escritores/directores más importantes de la Historia del cine.
Martín Imer
El encuentro se dio a propósito de Golpe de suerte en París, su más reciente cinta, aunque este cronista debe admitir que la gestación de la nota se produjo mucho tiempo atrás, precisamente a tiempos pandémicos, cuando nos llegaba su anterior película, Rifkin’s festival – Un romance equivocado en el lugar adecuado. En dicha ocasión, la tarea era difícil, pero no imposible, y buscando entre productoras, distribuidoras o algún punto que sirviera de referencia o vínculo, se llegó casi a tocar la puerta de Allen, aunque tristemente la respuesta, de manos de su publicista personal, no llegó a buen puerto: “Agradecemos su interés, pero no es el momento adecuado.” A decir verdad, razón no le faltaba, ya que en estos últimos años el realizador se mantuvo muy activo a pesar de no dejarse ver tanto por los cines: en 2020 llegaba a las librerías A propósito de nada, su autobiografía de más de 400 páginas, y luego Gravedad cero, un inesperado pero bienvenido retorno del autor al reino de los cuentos cortos. Pero finalmente el destino, tema que también resuena en esta y tantas de sus películas, hizo que las circunstancias sean ahora propicias para poder conversar con él sobre su carrera y su nuevo trabajo. A decir verdad, lo que demuestra el espíritu trabajador del cineasta es que Woody no sería Woody sin la pantalla grande, y su nuevo estreno demuestra que aún hay mucho que contar para el director, quien cumple 89 años en noviembre.
Golpe de suerte en París, que ya puede verse en cines de Uruguay, transita por los lugares que Allen ha retratado muchas veces en su filmografía. Gracias a un encuentro casual en la calle, dos antiguos compañeros de liceo, Fanny y Alain, reconectan y descubren una atracción inesperada. El problema es que Fanny se encuentra casada con Jean, un economista con muchos secretos cuyo amor por su esposa cae peligrosamente en los límites de la locura: es por ello que rápidamente advierte que la mujer tiene un cambio en su comportamiento y decide pedir la ayuda de un grupo de detectives privados para averiguar la verdad. Lo que sigue es un torbellino emocional que disparará en direcciones inesperadas, y aunque el lector piense que puede encontrarse con una vertiente dramática del director (que no le es ajena, como supo demostrar en cintas muy sobrias y emocionales como Interiores y Otra mujer), la realidad es que se trata de una película de tono ligero y despreocupado, con momentos muy cómicos, que es capaz de retratar situaciones intensas con el desparpajo y la irreverencia que solo este autor puede llegar a exprimir, redondeándolo todo con un giro final que, de forma genial, une todos los aspectos temáticos de la película.
Es cierto que esta no es su primera cinta fuera de Estados Unidos (ya había filmado a París en otras oportunidades como Todos dicen te quiero o Medianoche en París, hasta el día de hoy su cinta más taquillera) pero esta es la primera que filma totalmente en otro idioma, un dato que al director no parece importarle demasiado. Consultado sobre si fue difícil el intercambio con los actores en otro idioma, Allen dijo: “Fue muy fácil porque los parisinos hablan inglés, así que no fue difícil dirigirlos. Yo podía dirigirlos y ellos me escuchaban, hablábamos, y ellos lo hacían — y cuando están actuando, se nota si alguien está actuando de manera creíble o no y no es necesario conocer totalmente la actuación. En una película japonesa puedes saber quién lo está haciendo bien y quién está haciendo demasiado o muy poco, así que fue muy fácil, hablábamos inglés y luego hacían la película en francés y yo los veía. Eran muy buenos actores, nunca tuve que hacer nada particular con ellos.” El trio protagónico es joven y no muy conocido localmente, pero Woody acierta en que son muy buenos: Lou de Laâge evoca a las protagonistas en creciente ansiedad de los mejores trabajos del director, Niels Schneider es encantador como el joven enamorado, y Melvil Poupaud tiene una presencia volátil e impredecible en pantalla.
Con respecto a los temas que trata en esta película, como la influencia del azar y la coincidencia en nuestras vidas cotidianas, Woody afirma que tienen un papel muy importante y afectan nuestro día a día “mucho más de lo que nos gusta admitir. Nos gusta decirle a la gente – y decirnos a nosotros mismos – que controlamos las cosas, que, con sólo disciplina, trabajo duro, honestidad y dedicación, las cosas saldrán bien; o que si hacemos ejercicio y comemos los alimentos adecuados estaremos sanos, o si tomamos las decisiones correctas; pero no tenemos idea de lo que nos espera a la vuelta de la esquina. El azar juega un papel tremendo y es mejor tener suerte que ser bueno. Tener suerte es muy importante.”
Esa última frase parece ser un leitmotiv en su obra, y dicho de su propia boca, parece confirmar una suerte de filosofía que está muy presente en su obra: desde los asesinos que se salvan de ser atrapados por un golpe de suerte en Crímenes y delitos y Match Point hasta los ladrones sin suerte que, sin embargo, consiguen hacer una fortuna en el negocio de las galletitas de Ladrones de medio pelo, pasando además por el vuelco total que representa para un grupo de amigos la sospecha casual de que existe un asesino en su edificio en Misterioso asesinato en Manhattan o la conversación entre psicóloga y paciente que escucha de forma inesperada la protagonista de Otra mujer y altera toda su propia vida; el azar es el único factor que rige sobre nuestras vidas, y la suerte es lo que define si esos eventos funcionan a nuestro favor o no. Parece ser una visión gris, pero para el director es positivo, o al menos, como él mismo lo dice, le ha ido bien: “He tenido mucha suerte. Cuando comencé a hacer películas, era muy difícil entrar en el negocio del cine. Y sucedió que, para poner un ejemplo, justo resultaba que había una nueva compañía cinematográfica que apenas comenzaba cuando yo estaba comenzando, y no tenían reputación así que no podían conseguir a los grandes directores, no podían conseguir a los realmente establecidos, esos directores maravillosos, y yo era alguien a quien podían conseguir, y llegué justo en el momento adecuado e hicieron mi primera película conmigo, y mi primera película fue un éxito, así que de ahí en adelante fue un placer.”
Ese primer film seguramente sea Toma el dinero y corre, que, aunque no es su debut como director, sí es el primero que Allen siente como verdadera suyo al encargarse no solo de dirigirlo sino de escribirlo y protagonizarlo y también habla, en cierta forma, del azar y la suerte, aunque en este caso de forma negativa: el torpe ladrón que encarnaba Woody fracasaba en todos sus intentos de robar; luego del suceso comercial que representó ese primer film el autor accedió a un contrato con la poderosa United Artists y el resto es historia, dando paso a films históricos como Annie Hall – dos extraños amantes o Manhattan, en esa primera etapa de su carrera.
Pero no solo la suerte transcurre por el universo del autor, sino su amor por el cine y el homenaje a otras grandes figuras del séptimo arte como Fellini y particularmente su 8 ½ en Recuerdos y Bergman y toda su filmografía en Interiores. Francia no podía ser menos, y en esta oportunidad la película bebe de un movimiento fundamental para la cinematografía de ese país: la Nueva Ola Francesa, encabezada por figuras como Jean Luc Godard, François Truffaut y Agnes Varda, entre otros. Al respecto de su relación con el cine francés y su conexión con esta cinta, el director explico que “cuando estaba creciendo y estaba interesándome en hacer películas, la nueva ola francesa era muy popular entre mis amigos en Nueva York, y teníamos una gran admiración por el cine de la Nouvelle Vague, así que cuando tuve la oportunidad de hacer una película ahí, intenté hacerlo en el espíritu de las películas francesas, usando el mismo tipo de música que ellos y haciéndolo en ese formato.”
No parece ser la única referencia de Allen al mundo del cine, como denota el detalle de una colección en DVD de obras de Alfred Hitchcock que aparece de forma prominente en una escena del film. Sin embargo, al ser preguntado, inicialmente su respuesta no fue positiva. “¿Hitchcock? No me parece. Me han influenciado cosas que he visto en las películas de Hitchcock (piensa brevemente). Bueno, sí, tal vez un poquito. Quedé muy impresionado con la película de Hitchcock La sombra de una duda y es posible que eso haya estado en mi mente en cierto punto mientras hacía esta película, pero Hitchcock me ha influenciado muchas veces; prácticamente cualquier director estadounidense ha sido influenciado por él hasta cierto punto.”
Golpe de suerte en Paris no representa únicamente el regreso a salas de Allen, sino también un logro muy particular para cualquier realizador: esta es su película número 50 como escritor y director, dato que no dejaría a nadie indiferente. Sin embargo, Woody, con su clásica irreverencia, lo lleva a tierra: “Yo era consciente de ello, no tenía ninguna importancia para mí, pero sí tenía la certeza de que es, en mi vida, una película histórica — no en el mundo, sino para mí. Personalmente, es porque yo las escribí todas y las dirigí todas, así que pensé que eso me decía que yo era un gran trabajador y que había sido disciplinado, y pensé que tal vez debería hacerla mi última película – y tal vez será mi última película, no lo sé. Supongo que realmente todo depende de la financiación. Siempre tuve problemas para conseguir financiación, toda mi vida en el cine, siempre es una gran pérdida de tiempo para mí, y supongo que si alguien se acerca y dice: ‘nos gustaría que hicieras otra película y la financiaremos’, estoy seguro de que estaría tentado a decir «está bien, lo haré», pero no me siento con ganas de salir a buscar gente y de intentar realizar el arduo trabajo de ir a recaudar dinero.”
La respuesta contiene un dato que ningún fanático del estadounidense debe haber dejado pasar: la casi certeza de que esta es su última película como realizador. Tal vez eso se vincule a la mencionada dificultad para conseguir financiación: es inevitable que eso se relacione a los cambios naturales que ha tenido el mundo del cine desde aquella primera película del director en 1969. Al respecto de eso, comenta que el negocio “es muy diferente, debido a la llegada de la televisión en el hogar, eso hizo un completo — La mayoría de los cines en Nueva York están cerrados, ya no están. Cuando yo venía, en cada cuadra que caminabas, en Manhattan y Nueva York, había un cine, por todas partes. Donde crecí, en Brooklyn, había cines por todas partes — ahora apenas hay cines. Es muy diferente. Los que hacen las películas, los productores de cine, quieren que hagas películas que luego salgan rápidamente en vídeo porque es más lucrativo, más rentable económicamente, y prefieren hacer películas muy, muy caras. Las películas que surgieron, por ejemplo, todas esas películas de la Nouvelle Vague como Jules y Jim, Sin Aliento, o las de Alain Resnais, nunca se harían aquí (en Estados Unidos) hoy porque no hay suficientes ganancias. Los estudios no están interesados. Ellos están interesados en hacer mucho dinero y están dispuestos a gastar 200 millones de dólares en hacer una película, porque creen que con películas de 200 millones de dólares pueden ganar 500 millones de dólares, mientras que con una película que se hace con 20 millones de dólares, sólo pueden ganar 20 millones de dólares, así que es muy, muy diferente. El método de presentación, el método de financiación, es algo muy importante en el cine. El dinero, y el manejo del dinero, es parte de las herramientas del artista en el cine, hay que descubrir cómo conseguirlo y cómo utilizarlo sabiamente.”
En ese momento, no pude evitar acotar un detalle clave que permitió que su carrera continuara incluso en un mercado difícil: el hecho de que Woody, gracias a los bajos presupuestos con los que suele trabajar, es un director económico para los estudios. El director también sumo su propia visión sobre eso al afirmar: “Hago películas económicas, pero no porque lo intento, es solo que por la forma en la que pienso las películas, es que las películas salen económicas, en el mismo sentido que Ingmar Bergman hizo cosas que son muy económicas porque así es como él piensa, mientras que Steven Spielberg hace películas que son maravillosas y no son económicas, son muy, muy grandes y muy exitosas, pero se trata de la forma en que piensas y todo depende del director: el tamaño… ¡También la duración de las películas! Hay directores, como yo, que inconscientemente sienten que después de una hora y media su cuerpo siente que ya es suficiente de la película, mientras que hay otros directores que conozco, directores maravillosos, Scorsese, por ejemplo, un gran director, que cuando hace sus películas lo siente de otra manera, más larga, ese es su ritmo corporal. Eso y las cosas financieras: algunos no pueden hacer una película a menos que consigan conseguir (de presupuesto) 50 millones, 100 millones, y otros pueden hacer una película como Tangerine, que el director la hizo con su Iphone, su teléfono, y es un trabajo maravilloso.”
La entrevista llega a su fin – poco más de diez minutos, respetando el tiempo acordado previamente – y el cierre es bastante optimista. Al consultarle, de todas formas, si aún tiene ideas para futuros proyectos, sean en cine o en literatura, Allen es contundente: Sí, tengo muchas ideas. Podría, si vivo lo suficiente – y tengo el dinero – podría hacer muchas más películas, tengo muchas ideas para películas, pero eventualmente me quedaré sin tiempo, o sin dinero, o ambas cosas.” Y la despedida, para mí, significa también darle cierre a una búsqueda de años, a un mano a mano con alguien que, sin embargo, ya conocía de antes, a un autor que supo conectar con su público gracias a una voz particular, ingeniosa y creativa, que se sostuvo en el tiempo y hasta el día de hoy sigue haciendo reir y reflexionar a sus miles de seguidores alrededor del mundo.
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