El 21 de setiembre de 1983 murió en Madrid el filósofo español Xavier Zubiri. A cuarenta años de su muerte sigue siendo un filósofo desconocido en muchos ámbitos de investigación y divulgación filosófica, además de que suele ser malinterpretado y clasificado en filosofías diversas y lejanas entre sí, desde neoescolástico hasta heideggeriano, desde existencialista hasta fenomenólogo, desde personalista hasta postmoderno.
El filósofo chileno Jorge Eduardo Rivera describió a Zubiri como uno de los más importantes filósofos contemporáneos: “Junto con Martín Heidegger, es uno de los mayores filósofos de nuestro siglo… Cuantos le hemos conocido admirábamos su dominio de gran cantidad de idiomas, unido a la familiaridad con las ciencias positivas y al dominio de la historia entera del saber, especialmente de la filosofía, le permitían moverse con la misma facilidad en las matemáticas y la física, en la arqueología y la paleontología, en la biología y la medicina, en la filología clásica y en las lenguas orientales, en la historia de las religiones, o enfrentarse en forma siempre profunda y original con los grandes interrogantes de la filosofía…. Sus textos, tremendamente densos, en lucha constante por decir lo hasta entonces sin nombre, contienen no sólo un pensar filosófico de la mayor envergadura, sino también un decir poético, en el más hondo sentido de esta palabra, tal como ocurre también en los densos y duros textos de Aristóteles o Hegel…. Sentía una irreconciliable aversión por todo academicismo artificial, por todo exhibicionismo y espectacularidad. Amaba el silencio y entendió la vida intelectual como una ascética de la verdad y como un servicio a los demás, y en el fondo, por encima de todo como una actividad religiosa (Rivera, J., Heidegger y Zubiri, 2001).
Una vida filosófica
Nació en San Sebastián el 4 de diciembre de 1898 y su larga vida se revela como un profundo itinerario filosófico original y alejado de las modas del pensamiento, en diálogo permanente con las ciencias y con toda la tradición filosófica. En 1917 inició estudios de Filosofía y Letras en la Universidad Central de Madrid, convirtiéndose en discípulo de José Ortega y Gasset a comienzos de 1919, quien lo inició en la fenomenología de Husserl. Ortega fue para Zubiri un maestro que abrió un nuevo horizonte para pensar, y será su radicalidad filosófica la que le atraerá más tarde de Husserl y especialmente de Heidegger.
Entre 1920 y 1921 Zubiri estudió en Lovaina y se doctoró en Filosofía en Madrid en 1921 con la tesis: “Ensayo de una teoría fenomenológica del juicio”, la cual fue el primer trabajo sobre Husserl publicado fuera de Alemania.
En 1922 se entrevistó con Henri Bergson, quien fue una gran influencia en el joven Zubiri, ya que se había leído todas sus obras y narra con especial devoción aquel encuentro del que afirmó haber recibido más que de cualquiera de sus libros.
En 1923 se matriculó en la Facultad de la Universidad Central de Madrid para estudiar Física y Matemáticas, en el círculo del matemático Julio Rey Pastor, porque siempre vivió convencido de que no era posible una filosofía a la altura de nuestro tiempo que no tuviera estuviera al día con los aportes de la Matemática, la Física y la Biología.
Los comienzos con Heidegger
En 1926 ganó por oposición la Cátedra de Historia de la Filosofía de la Universidad Central de Madrid donde será conocido por la calidad de sus clases, pero ya en 1928 se traslada a Friburgo para estudiar con Husserl y luego con Heidegger. La lectura en 1927 del recién publicado Ser y Tiempo de Heidegger le impactó de tal manera que creyó encontrar un camino abierto para seguir en la fenomenología, pero con una nueva radicalidad que no encontraba en Husserl. Heidegger encarnaba con audacia un nuevo desafío de hacer realidad el sueño husserliano de una “filosofía sin supuestos”, que implicaba un enfrentamiento con toda la tradición dominante. El programa de Heidegger le devuelve la esperanza a Zubiri de una filosofía que no sea más que “pura filosofía”, que no se funde más que en sí misma.
Tanto Heidegger como Zubiri compartieron el interés filosófico por una revisión esencial de la cultura occidental. Compartieron el mismo clima intelectual europeo, el diagnóstico de la crisis de las ciencias y el interés por reconstruir el sentido del saber sobre una nueva base, reintroduciendo aspectos olvidados por la filosofía. Ambos partían de la fenomenología y compartían la impugnación del saber como lógica del conocimiento. Aunque también difieren en la interpretación y valoración de varios conceptos y problemas filosóficos.
La posición de Zubiri respecto a Heidegger es compleja y difícil de sintetizar. Varios estudiosos de ambos filósofos elogian la exactitud de la interpretación zubiriana de Heidegger en tiempos donde todavía se daban complejas incomprensiones y erróneas interpretaciones de Ser y tiempo. La sólida formación fenomenológica de Zubiri y su profundo conocimiento de la obra de Husserl, fue también decisiva para comprender a su sucesor en la cátedra. Aunque Zubiri era conocido en esos años en Friburgo como un “heideggeriano”, el diálogo con el pensamiento de Heidegger es siempre una discusión con su obra. Su análisis crítico de la historia de la metafísica occidental desde la antigüedad llegará hasta Heidegger para ir más allá de él. Zubiri buscará un punto de partida más originario que el “ser” heideggeriano: “la realidad”.
Física, Biología y Matemática.
Al abandonar Friburgo continuará sus estudios en Berlín, donde busca profundizar en las ciencias como conocimiento ineludible para dar cuenta de lo real, de las cosas mismas, pretendiendo dar con la estructura de la materia, buscando lo sustantivo de la realidad. Así, en 1930 estudió unos meses en el Instituto de Física Teórica de Munich y en ese mismo año comenzó a estudiar en la Universidad de Berlín, física con Einstein, Planck y Schrödinger, biología con Spemann y Mangold, psicología con Khöler, matemática con Zermelo y filología con Jaeger. Y es en su estancia en Alemania donde comienza su noviazgo con Carmen Castro, hija del hispanista Américo Castro. Luego regresa a la España republicana reincorporándose en 1931 a su cátedra en la Universidad Central. Entre los discípulos de ese tiempo de Zubiri se encontraban José Gaos, Julián Marías, Pedro Lain y María Zambrano, entre otros. En Madrid encabezó el equipo editorial de la revista Cruz y Raya, y también colaboró con la orteguiana Revista de Occidente. Su vuelta desde Alemania lo convirtió en una fuente de inspiración fenomenológica, que, con su sólida formación científica, despertó un gran interés no solo en estudiantes de filosofía, sino en profesionales de diversas ciencias.
Zubiri estaba convencido de que la razón científica no anula la razón metafísica, porque las preguntas últimas sobre el espacio, el tiempo, la materia, el ser humano o Dios, siguen estando presentes en la vida del filósofo que está llamado a construir teorías metafísicas sobre las grandes preguntas, pero no puede hacerlo de espaldas a las ciencias. Si bien lo que pueda ser real en profundidad es siempre una cuestión abierta como construcción racional y no puede cerrarse jamás, no se puede prescindir de las explicaciones metafísicas y científicas sobre la realidad. Se opondrá tanto a las diversas formas de positivismo, como a la filosofía que se construye ignorando las investigaciones científicas.
Un camino propio
Zubiri fue construyendo su propio camino, y de hecho no fue heredero ni continuador de la obra de ninguno de los que le enseñaron. Investigaciones recientes revelan influencia en Zubiri de autores como Suárez, San Agustín, Kant, Aristóteles, Leibniz, Hume, Hegel, y Bergson, además de los tres siempre reconocidos de Ortega, Husserl y Heidegger. Se puede afirmar al leer su obra que no hay ningún pensador relevante de occidente con el que Zubiri no haya dialogado y repensado los grandes problemas de la filosofía. Era su voluntad de verdad el motor que le llevó al diálogo y el contacto directo con las fuentes del pensamiento.
Zubiri estudia en Roma lenguas orientales y antes de volver a España comienza la guerra civil y se ve forzado a viajar a Francia. En setiembre de 1936 se instala en París y comienza allí una intensa actividad intelectual. Asistió a clases de químicos como Fréderic Joliot e Irene Curie, así como del físico Louis de Broglie. Estudió también filología irania y gramática asiria y babilónica. En el Instituto Católico de París estudió hitita y exégesis bíblica.
En 1942 regresa a Madrid, pero al no poder ejercer la docencia universitaria comenzó un camino personal al margen de la Universidad y en 1945 fundó la Sociedad de Estudios y Publicaciones, la cual apoyó a jóvenes investigadores que no encontraban lugar en las instituciones oficiales y organizó seminarios de investigación de diversas disciplinas. Y es a partir de este año que comienza una larga historia de casi cuarenta años, donde se sucedieron los cursos extrauniversitarios de Zubiri de donde surgirán muchas de las obras hoy publicadas en forma póstuma. Actualmente ya alcanzan los 32 tomos y todavía quedan cursos inéditos por publicar.
En la década del 50 los cursos de Zubiri se convirtieron en un espacio libre para pensar, donde profesionales y estudiantes de las más diversas disciplinas encontraron un pensamiento riguroso, profundo, en diálogo con la ciencia y con la filosofía contemporánea, volviéndose una referencia de la vida cultural española. A pesar de ello, por su resistencia a publicar, su pensamiento permaneció desconocido fuera de quienes asistían a sus cursos.
En 1961 Zubiri traba amistad con el jesuita Ignacio Ellacuría, a quien dirigió su tesis doctoral y se transformó en un verdadero discípulo y colaborador. Ellacuría tuvo gran injerencia en que Zubiri se animara a poner por escrito su filosofía.
En los años setenta Zubiri se ocupó de la antropología filosófica, la filosofía de la naturaleza y la filosofía de la religión, al mismo tiempo que iba desarrollando con mayor precisión y rigor conceptual su filosofía de la inteligencia que será el culmen de su producción filosófica. Y en 1982 recibió el Premio Ramón y Cajal a la investigación.
Entre 1980 y 1983 publica los tres volúmenes de lo que será su obra madura y su mayor aporte a la historia de la filosofía: su trilogía de la Inteligencia Sentiente, donde pretende superar la contraposición clásica entre sentir e inteligir mantenida desde los griegos hasta nuestros días en el pensamiento occidental.
Tan actual como complejo
Jesús Conill ha situado a Zubiri en el contexto de la filosofía hermenéutica, de una “razón impura” y lo ubica con claridad más cerca de Nietzsche, pero más allá de él. Entiende que Zubiri no cae bajo la crítica nietzscheana de la metafísica, ya que se trata de una nueva vía para pensar lo real, en la cual son superados el criticismo moderno de la conciencia (lógica y lingüística) y la separación de un mundo “en sí”, valorando la sensibilidad en forma radical.
Su profundo conocimiento de las ciencias, de la historia de la filosofía y de la historia de las religiones, le permitió navegar por aguas profundas haciéndose a veces inaccesible para quien no estuviera familiarizado con su pensamiento.
Hoy los estudiosos de Zubiri recurren a su original pensamiento para pensar los desafíos del siglo XXI, desde la filosofía de la mente y las neurociencias hasta la inteligencia artificial y el transhumanismo, desde las éticas aplicadas y la política, hasta la religión y el ateísmo, desde los problemas bioéticos hasta el diálogo entre filosofía y ciencia: “Es uno de los pensadores más vigorosos e importantes del siglo XX, destinado a convertirse en un clásico” (Jordi Corominas, 2006).
Actualmente la Fundación Xavier Zubiri (zubiri.net), creada en 1989 como centro de investigación privado para custodiar el legado intelectual del filósofo español, está constituida por un núcleo de profesionales y académicos dedicados al patrocinio, resguardo, difusión e investigación del legado intelectual del filósofo. En la Fundación y a través de ella se realizan actividades de investigación, docencia, cursos on line y difusión de la obra y pensamiento de Xavier Zubiri.
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