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Ya hay candidatos, ¿y ahora?

Ya hay candidatos, ¿y ahora?
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Pasaron las elecciones internas y se definieron los candidatos y fórmulas. ¿Qué opinión le merece la participación ciudadana y la elección de los presidenciables? ¿Cómo evalúa la participación? ¿Qué campaña se puede esperar de cara a octubre? ¿Se lograrán una campaña limpia? ¿Hay posibilidades de lograr acuerdos interpartidarios en temas básicos?

Certezas en el Frente Amplio, dudas blancas. por Mauro Mego

Al finalizar la jornada del 30 de junio el escenario mostraba una seguidilla de aciertos táctico-estratégicos del Frente Amplio, y todo lo contrario en filas del Partido Nacional. Fuera de todo pronóstico, en un contexto natural de escasa participación general, el Frente Amplio sorprendió con una excelente votación. Sobre la participación general de la gente en las internas no es bueno hacerse un harakiri al respecto, podría esgrimirse apatía general, pero también es cierto que siempre estas elecciones internas movilizan a los ciudadanos más cercanos a las estructuras partidarias. Confieso que pensaba que Orsi podía ganar por un margen menor, el resultado final del Frente Amplio fue igualmente concluyente y quedó demostrado que una interna medianamente competitiva estimula más la participación. La era de las “candidaturas únicas” o las “heladeras” ya no existe más, por suerte. Más allá de exabruptos-mayormente en redes-por parte de ciertas “barras bravas” de los candidatos, la interna del Frente Amplio no solamente fue competitiva sino que fue leal y armónica sin que cada uno dejara de marcar su perfil. En el Partido Nacional la interna estaba bastante clara y el resultado lo vino a confirmar y llamativamente no fue una interna con su habitual caudal de participación. En el Partido Colorado, un exceso inapropiado de candidaturas abrió chances a un emergente como Ojeda quien se presenta como la renovación. Habrá que ver cómo incide en la elección de octubre.
Así y todo, el Partido Colorado, electoralmente disminuido ciclo electoral tras ciclo electoral, fue más prudente que Partido Nacional a la hora de definir la fórmula. El Frente Amplio, que desde la conducción de Fernando Pereira respira un mejor aire, condicionó el escenario tras cerrar la fórmula minutos después de conocido el resultado, una fórmula atractiva, paritaria y potente que confluyó en un gran mensaje de Yamandú Orsi para cerrar una jornada cien por ciento exitosa. El Partido Nacional no tuvo así más margen que definir su fórmula rápido, y Álvaro Delgado tomó una decisión sorpresiva y polémica, de difícil digestión hacia la interna y de estruendoso impacto hacia afuera.
El escenario que se viene mostrará a un Frente Amplio luchando con una coalición que se asume como tal desde ahora (lo han dicho abiertamente, la idea de “impedir el triunfo del Frente Amplio”, de “asegurar el triunfo de la coalición”). No la tendrá fácil, deberá hacer propuestas viables y creíbles, conectar con la mayor variedad de sensibilidades de nuestra Patria, caminar el país sin descanso y controlar desde ya las “ansiedades” internas. Está sólido para empezar a hacerlo, el pasado 30 hizo un gran cimiento.

Al mal tiempo, buenos votos por Eduardo Vaz
El nuevo descenso del total de votantes en las internas es una señal inequívoca del desinterés creciente en la población por la participación activa en la política partidaria. No me animaría a decir que es un desinterés pancista ni rechazo a la política en general. Sin embargo, el total de votantes sigue siendo muy importante para una elección voluntaria, en los días más fríos del año y en el primer fin de semana de vacaciones. Los partidos uruguayos tienen vitalidad, hecho trascendente para nuestra democracia.
Cada vez se delinean mejor las dos coaliciones en pugna que disputan el poder político, afianzando sus respectivas identidades. El FA, revitalizado con su sorprendente crecimiento respecto a 2019, salió con una muy potente fórmula que expresa al conjunto habiendo ponderado con mucha claridad cuál de los polos que se habían instalado es el mayoritario. Esto dará mayor solidez al rumbo general de la campaña y de un posible gobierno.
El triunfo previsible de Delgado y su audaz apuesta por Ripoll, en el marco de un fuerte descenso de la votación blanca, pone notas de incertidumbre mayores a lo que viene. Como toda apuesta, se puede ganar o perder, pero el intento de ensanchar la base social y discursiva de la fórmula no es desdeñable y, las dificultades notorias de la proclamación, no necesariamente terminarán en naufragio.
Por su lado, el gran triunfo de Ojeda, casi duplicando a sus rivales, muestra la crisis colorada y el poder que ya había mostrado Sartori hace 5 años: un ilustre desconocido, sin ninguna carrera política importante ni ninguna experiencia pública ni privada destacada, gana en base a millones de pesos (y seguramente dólares). ¿De dónde salió tanto apoyo? Es una pregunta crucial para la investigación periodística y el análisis político. Lo evidente, es que fue la gran apuesta blanca en filas coloradas.
Lo que se inicia ahora hacia octubre será una batalla durísima, a no dudarlo. Y, si las encuestas siguen mostrando una consolidación del crecimiento del FA, veremos caer todo gesto de sensatez política de parte de un conjunto de dirigentes de derecha, recrudecerá el anticomunismo primitivo, al anti izquierdismo vulgar, las mentiras y operaciones mediáticas y otras.
Al FA le va la vida y su identidad en NO caer en la campaña sucia. No solo porque es insano y corroe la democracia, que lo hace y mucho, sino porque necesitamos ganar y cambiar el país para llegar al bicentenario del 30 con una sociedad mejor en todos los planos y eso no se logra desde la violencia simbólica ni política sino desde la unidad nacional en torno a los valores que han hecho grande al país progresista de todas las épocas.

“Unir el país” por Jorge Pasculli
Me quedo con esa determinación de Orsi. Tanto que hasta podría justificar todo el tiempo y los recursos utilizados durante estos meses para las internas de todos los partidos. Porque la vida –aquí y en el mundo- pide a gritos que paremos con la competencia electoral como si fuera un divertimento apasionante. Y eso se vio claramente en estas internas. Hubo mucha gente que quedó por fuera de ese carnaval futbolero, lleno de carteles inútiles, de lucha de egos, de guerra de reproches. Y resulta que de lo que sí se debiera informar hasta el cansancio, nada. Porque –al igual que en las últimas internas mucha gente colocó sólo una lista en el sobre- por falta de información… No es que no haya “prendido” la campaña.
Es que se pareció demasiado a las internas anteriores, mientras que lo que cambió el país y el mundo en estos 5 años fue muchísimo.
LA CAMPAÑA DEL FA
Fue intensa en actividad y sin embargo la más sobria en cuanto al clima. Sobria en cuanto a promesas, respetuosa de la gente y de los adversarios. Fue prolija, organizada, unitaria, Adecuada la publicidad. En especial destaco el corto publicitario del FA donde Seregni, a la salida de la cárcel, nos vuelve a señalar el camino: “somos una fuerza constructora…” Emociona y esclarece.
La conducción del FA y los candidatos estuvieron atentos y precisos en evitar entrar en la manija y los rumores que intentaron infructuosamente mellar la unidad frenteamplista. Por supuesto que cada postulante daba lo mejor por estar a la altura de sus antecesores. Pero siempre manteniendo el respeto y el afecto sincero por el otro/a, como se vio en el acto de cierre al igual que en toda la campaña. Eso es muy importante para todos los frenteamplistas. Y también para el resto de la ciudadanía. Si aspiramos a unirnos con el resto, primero debemos mostrar que somos capaces de unirnos entre nosotros. Y eso se vio de forma clara y sincera. Confiamos en ellos para todo lo que falta y todo lo que vendrá.
Y “unir el país”. Ayudarnos entre todos. De verdad. Con mucha paciencia y humildad, pero con toda la fuerza de sentir que no hay otro camino que entre todos tomemos conciencia de las dificultades y busquemos juntos las soluciones. Y que le pongamos manos a la obra de una vez. Como gobierno u oposición los comités deben ser baluartes barriales para ayudar a las ollas y todo lo que se necesite. Usinas de solidaridad y ayuda social reales y activas. No podemos seguir esperando que “los malla oro derramen”. ¿Hay otra?

¿Cuántos menos mejor? por Leonardo Trujillo
Sin dudas que el interés por estas elecciones internas ha sido muy deficiente. El descreimiento por “la política” ha ido creciendo, entre una derecha que gobierna a espaldas de la gente y una izquierda que no se anima a “profundizar los cambios”.
¿Se ha instaurado una “crisis de confianza” en el sistema político? ¿Los nuevos partidos son una evidencia, entre otras, de ese descreimiento? En octubre 2009 compitieron 5 partidos, en 2014 7 y en 2019 pasaron a 11 (el doble de partidos en dos períodos de gobierno) y en 2024 competirán 14.
La falta de transparencia y los niveles de corrupción nunca vistos, en este gobierno de coalición de derechas, que pretendía cambiar la forma de gobernar ¿no será de los motivos más fuertes de esta situación?
Desde 2009 el voto anulado y el voto en blanco tienen la misma representación parlamentaria (1 diputado cada uno) que el Partido Independiente (PI) o el Partido de la Gente o el PERI. No creo que sea un dato menor, teniendo en cuenta que la mayoría parlamentaria suele ser de 1 diputado de diferencia.
Cabildo Abierto es un ejemplo de un partido cuyo discurso se desmarcaba de los partidos tradicionales (incluyendo en esta categoría al FA), con una estrategia comunicacional que activaba el desencanto cuando apuntaban a la desconfianza en los que provocaban los casos de corrupción. Pero al final, al igual que el PI, terminan fracasando siendo “más de lo mismo”, diluyéndose entre sus “adversarios” en una coalición.
La derecha tiene mucho que ver con este descreimiento. Se ha instaurado el “los políticos son todos iguales” y se ha dejado correr. El desinterés y “poco apego” podrían favorecer a los partidos tradicionales de derecha, ya que los votantes desinteresados podrían llevar a una continuidad en el voto y a evitar riesgos al elegir partidos sin experiencia, optando por votar por aquellos que ya conocen (“Ustedes me conocen”).
¿Qué nos espera en la próxima campaña electoral? En un principio, lo mismo de siempre: unos que tratarán de seguir en su lugar y otros que querrán cambiar. Oficialismo por oposición. Pero ¿de qué forma? Creo que de la peor forma que hayamos visto hasta el momento. La próxima campaña será mucho más dura, más cargada de mentiras, con números maquillados, lejos de la transparencia, tomando lo peor de la política (como en EEUU, donde desacreditar al adversario por sus “antecedentes” es lo primero), donde la prioridad es dejar que el otro partido no gobierne a toda costa y si queda espacio, proponer alguna cosa no muy comprometedora, muchas fakes news, la estrategia de la derecha global.
Esperemos que por parte del FA no tengamos la tibieza de la campaña pasada, que las propuestas no sean a medias tintas, por ejemplo, que no se tenga miedo al decir “vamos a dejar de lado la Transformación Educativa planteada por la derecha, porque no tiene nada bueno” o “vamos a derogar la LUC. Que la fórmula haya salido como todos esperábamos, ya es un buen comienzo, habiendo aprendido de los errores de pasados.

Ya no importa lo importante por Leo Pintos
Para bien o para mal el mundo cambia. Y aunque parece que Uruguay se mantiene ajeno a ese cambio nosotros también cambiamos. Ya no aplica aquello de que aquí llega todo tarde. Quizá con algo de delay, pero llega. Estamos ante un cambio de paradigma, hoy somos una sociedad que empieza a legitimar la emoción por sobre la racionalidad en la toma de decisiones. En definitiva, el concepto de bienestar emocional por encima del criterio de responsabilidad se va imponiendo.
Por eso el Frente Amplio salió a primera hora a anunciar la fórmula. Aunque todos sabíamos que ya estaba acordada desde hace tiempo. Lo importante era dar la señal. Sin importar si sirve a sus intereses estratégicos. El trauma de la interna de 2019 sobrevoló la noche, en la creencia tal vez de que esa vez el gran error fue diferir tanto la conformación de la fórmula. Quizá lo racional hubiese sido considerar qué quería uno y otro. O estudiar la posibilidad de nominar a otra persona para la fórmula que complementara mejor al candidato a Presidente.
Por su parte, el Partido Colorado sigue coqueteando con la extinción. Del viejo partido no quedan más que rescoldos y a marchas forzadas se encolumna detrás de un candidato que reconoció que su principal estrategia pasó por vestirse y peinarse moderno. El mismo que dijo que prefirió presentar un programa de gobierno de seis hojas en vez de un librillo que nadie leería. Como la alegoría de la orquesta del Titanic, mientras las urnas escupían un puñado de votos, sus dirigentes se abrazaban entre sonrisas y vítores. El panorama aparece sombrío y desolador. Pero (siempre hay un pero) el Partido Nacional movió ficha y puede que los de la divisa colorada se vean beneficiados.
Porque si quedaba alguna duda de que la emoción sacó carpiendo a la razón, los blancos lo dejaron bien clarito. A lo Vladimir Putin, desesperado por hacerse de munición gruesa, Álvaro Delgado salió a buscar otra Graciela Bianchi, dejando claro que la idea es una campaña confrontativa. El viejo partido de Oribe terminó proclamando a una sindicalista excomunista para la vicepresidencia, ante el estupor de propios y extraños. Hay quien ve detrás de todo esto una jugada ajedrecística de Lacalle Pou, que prefirió sacrificar una fórmula de unidad para preservar a Laura Raffo con miras a llevarla a la vicepresidencia para su retorno en 2029. Sea como sea, lo cierto es que recién en octubre se podrá saber si fue una decisión inteligente o un cañonazo en el pie. Y es cierto también que en principio puede llevar a que algún nacionalista resentido o desencantado vote a Andrés Ojeda, que al fin y al cabo es el que en esta elección se parece más a Lacalle Pou.
Y son estas cosas que, poco a poco, van generando apatía y descreimiento en la política. Cuando de pronto alguien cambia de trinchera y ataca con furia a quien hasta hace bien poco era compañero de lucha. Cuando los partidos renuncian a su esencia. Cuando se busca el efecto por sobre la efectividad. Cuando la idea fuerza es que el otro no gane. Cuando el discurso y la acción política se reduce a la negación del contrario en lugar de vencerlo con propuestas.
Está claro que la creación del Frente Amplio fue para desalojar a la derecha del gobierno. Así fue como distintas personas y corrientes de pensamiento se unieron, con sus ventajas y desventajas, para juntar fuerzas. Pero esto que hoy gobierna es otra cosa. Es un amasijo de intereses que quieren la ventaja de una coalición. La ventaja de rejuntar votos, desde quienes defienden a torturadores de la dictadura hasta la social democracia. Pero sin las desventajas de comparecer ante la ciudadanía con un programa de gobierno y respaldado por un órgano político común. Volviendo al principio, prima la emoción. Ya no interesa la sustancia, solo la forma. Nadie se fija en si la letra coincide con la música. Es la posmodernidad, estúpido.

Aires de cambio

En octubre del 2019, aunque obtuvo un 39% de los votos y se mantuvo como la mayor fuerza política del país, el Frente Amplio tocó un piso electoral. La conjunción de debilidades en la acción del gobierno, sumadas a una campaña electoral errática, provocaron la perdida de la mayoría parlamentaria y fueron la antesala de una derrota electoral que, pese a una conmovedora movilización de la militancia, no pudo evitarse en el balotaje de noviembre.
Golpeado, pero no vencido, a partir de allí el Frente comenzó un proceso que converge en las elecciones internas del pasado domingo. El camino incluyó un intenso proceso de autocrítica, la renovación de las autoridades partidarias, una nueva estrategia de movilización para activar la estructura militante, un amplio dialogo social en todo el territorio nacional y la formulación de nuevas bases programáticas. Sin esa secuencia de hitos no puede entenderse cabalmente lo que pasó el domingo, o dicho de otra forma, lo que pasó no es solo un producto del rechazo a la coalición gobernante.

Los resultados de la elección interna muestran que mientras los partidos de la coalición perdieron 239.016 votos, el FA aumentó su votación en 155.252 votos. Pasó de ser el 27% de los votos al Órgano Deliberativo Nacional de la interna en 2019, al 47% en 2024. Y si bien las internas son un indicador distorsionado del escenario electoral, en cualquier caso lo que exhiben es que hay un cambio favorable al FA.

Si a esto sumamos al análisis de las encuestas de opinión sobre intención de voto, el panorama es aún más claro. El escenario electoral actual es completamente opuesto al de 2019. Según un reciente informe publicado por la consultora Equipos, a partir del primer semestre del 2021 las preferencias por el Frente Amplio superan a las de todos los partidos de la coalición sumados, una situación favorable a la izquierda que se ha mantenido hasta la fecha con diferencias positivas a favor del FA de entre 5 y 6 %, con intención de voto del entorno de 45%. Es necesario remontarse al 2004 para encontrar un esquema similar.
La reacción del oficialismo no se hizo esperar. Ante el desplome electoral sufrido por todos los partidos integrantes de la coalición gobernante, pretenden instalar el relato de que lo relevante son los votos al bloque y no lo que cada uno recoge. Y concluyen que ello refleja una continuidad con los escenarios del último balotaje y del referéndum contra la LUC. Comparan peras con manzanas en un torpe intento de ocultar los aires de cambio que se han instalado en la política nacional. Pero la realidad es terca y cruda, el agotamiento de la coalición de derechas resulta evidente y más allá de artilugios comunicacionales y una figura presidencial bien trabajada, la seguidilla de casos de corrupción y la falta de resultados de gestión en las principales áreas del gobierno contribuyen a inclinar la balanza.
Ante esta coyuntura favorable al cambio, el Frente Amplio hizo lo que había que hacer: celebró los resultados, sin improvisaciones conformó la fórmula electoral que sus votantes esperaban y ofreció un discurso dirigido a toda la ciudadanía. Orsi llamó a “unir al Uruguay” y a buscar acuerdos nacionales para abordar problemas urgentes como el incremento de la violencia y la criminalidad, así como la escasez de oportunidades para la mayoría de los hogares que han visto decaer sus ingresos y al Estado alejarse del territorio. También llamó a ganar el gobierno para alcanzar “el triunfo de la honestidad en el manejo de los asuntos públicos”, una tríada de temas que anuncian lo que seguramente serán sus principales énfasis rumbo a octubre.
Del otro lado, el escenario fue bien distinto. Delgado presentó a su compañera de fórmula entre abucheos e insultos de la militancia, desde un estrado donde los dirigentes que lo acompañaban mostraban un talante de preocupación. Ojeda, quien llevó adelante una campaña sin mayor contenido político, programático e ideológico, hecha en base a billetera y publicidad, celebraba una victoria alcanzada con 40.000 votos, 60.000 menos de los que obtuvo Ernesto Talvi en las internas del 2019. De Manini poco se supo y casi nada se habló. El impulso de la novedad emergente que lo rodeaba la pasada elección aparece ahora enormemente debilitado.
Ante este panorama los candidatos de la coalición se abrazan al anti frenteamplismo como discurso estructurante. Sin mayor claridad programática y con el repertorio de promesas desvencijado, convocan a militar para “que el Frente Amplio pierda”, una consigna a años luz de la vieja impronta “por la positiva”.
Aún queda largo trecho por recorrer y las tendencias que hoy aparecen claras pueden tener oscilaciones. Pero los aires de cambio son fuertes y traspasan los esfuerzos de negación de la realidad que se intentan desplegar. La iniciativa política vuelve a estar a la izquierda.

Una campaña electoral limpia por Julio Trostchansky

Las recientes elecciones internas en Uruguay han mostrado un vigor democrático destacable para elecciones no obligatorias como las que tuvimos. Sin embargo, y de cara a lo que viene debemos seguir esforzándonos para que cada voto se emita desde un conocimiento profundo de las políticas que definirán el futuro de nuestro país. En ese sentido y desde la perspectiva especifica del sector salud, estamos convencidos de la necesidad de que los debates se enfoquen en la necesidad de una segunda reforma de salud que mejore la calidad y accesibilidad de los servicios de salud para todos los uruguayos.
Los candidatos deben presentar propuestas concretas que no solo aborden la eficiencia administrativa sino también la equidad en el acceso a la atención médica. Estos temas de salud deben ser prioritarios en cualquier plataforma política, debido a su impacto directo en el bienestar de nuestra población que traspasa las barreras específicas de lo que comúnmente se entiende como salud. Una población que se beneficie de avances en consecución de derechos debe ser saludable para poder ejercer y disfrutar de dichos derechos ganados.
Como ciudadanos necesitamos una campaña electoral limpia y basada en políticas sólidas, no en personalismos. El respeto y la integridad deben prevalecer sobre los ataques vacíos y la desinformación. La transparencia y la seriedad en el manejo de los temas de salud pública, así como del resto de los temas son indispensables para que los ciudadanos podamos tomar decisiones informadas. Este enfoque garantizará una participación electoral más robusta y consciente.
Es esencial que los partidos políticos busquen y concreten acuerdos interpartidarios en temas clave como salud, educación y seguridad. Estos acuerdos no deben ser solo promesas electorales, sino compromisos sólidos que se traduzcan en acciones concretas y efectivas una vez concluidas las elecciones.
Como votantes, nuestro deber es ser exigentes y no conformarnos con menos de lo que nuestro país precisa y tampoco con menos de lo que los candidatos prometen en campaña. El proceso electoral no es solo un cambio de liderazgo; es una oportunidad para fortalecer nuestra democracia y reafirmar nuestro compromiso con la justicia social y la equidad, fundamentos que deben guiar a todos los que aspiran a representarnos. Este es el momento de demandar más y mejor de quienes buscan liderar el Uruguay de los próximos años.

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