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Zombi manifiesto: una “farsa” sobre la impunidad

Zombi manifiesto: una “farsa” sobre la impunidad
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Santiago Sanguinetti, autor y director de Zombi Manifiesto, nos contaba antes del estreno (Voces N°824): “Permanentemente estuvo presente en el proceso una idea que Marx toma de Hegel para luego reformularla: ‘La historia ocurre dos veces, primero como tragedia, después como farsa'». La oportunidad de esa idea en la coyuntura del reestreno no puede ser mayor. Entre las varias líneas argumentales que se cruzan en la obra teatral, una de las más relevantes es la “desaparición” de los restos de un militar en un cementerio del departamento de Flores. Esto hace entrar en acción a la encargada del cementerio, una mujer vinculada a la oficialidad militar represora durante la última dictadura cívico-militar. Ver cómo una defensora de la dictadura se desespera buscando “sus huesos” es de por sí una relectura farsesca de la tragedia que se vive en nuestro país desde hace medio siglo. Pero entre que se estrenó Zombi Manifiesto, en mayo de este año, y el reestreno este 24 de junio se ha sumado una noticia que reposiciona al espectáculo: la aparición de nuevos restos de detenidos-desaparecidos en el Batallón 14 de Toledo. Sin saber a quien pertenecen aún esos restos, su aparición ha conmovido a la opinión pública y a las organizaciones vinculadas a la lucha por Verdad y Justicia. Esa sensibilidad subraya lo farsesco de algunos personajes de Sanguinetti, hacedores y herederos del pacto de impunidad reclamando por sus propios “desaparecidos”.
No es la primera vez que sucede algo semejante al autor. En su primer espectáculo de la Trilogía de revolución (Argumento contra la existencia de vida inteligente en el Cono Sur, estrenada en enero de 2013) se hacía referencia a la posible identidad actual de Amodio Pérez, un guerrillero colaborador de los militares que por décadas sirvió para encauzar la explicación de la derrota tupamara. Meses después, en ese mismo 2013, Amodio Pérez “reapareció” tras décadas de no saberse nada de él.
Pero el que la coyuntura política de alguna forma resignifique o reposicione el sentido de las obras de Sanguinetti se vincula a su forma de trabajo. Siguiendo una línea de reflexión que se ancla en la filosofía crítica, el dramaturgo y director reflexiona sobre la realidad en la que está inmerso a partir de sus propias contradicciones, de sus problemáticas no resueltas. Cualquier movimiento, en la dirección que sea, de esas contradicciones resignificará su obra. Pero además, al introducir mediante la “yuxtaposición” elementos de la cultura popular, como pueden ser los zombis, la temática abordada se “desautomatiza” para utilizar la terminología del formalista ruso Viktor Shklovski, tan cara a Sanguinetti. Y eso es clave para la farsa, pero también para tomar distancia y realmente ser crítico con la situación sobre la que se reflexiona. La obra de Sanguinetti es profundamente política, pero no es para nada obvia, comparada con otras formulaciones del teatro político. La “desaparición de cuerpos”, en este caso, queda habilitada por el carácter de ciencia ficción de la obra, y es esto lo que pone en juego la tenaz búsqueda de “desaparecidos” llevada adelante por quienes se han dedicado a desparecer personas u obstaculizar el hallazgo de restos. Solo mediante la ciencia ficción era posible introducir la farsa en un tema tan actual y sentido sin perder capacidad crítica.
Las líneas argumentales no se detienen en la mencionada anteriormente, el espectáculo recoge un anecdotario que se detiene en la difícil convivencia de los militantes de izquierda con los militares (y sus colaboradores) en localidades del interior, en las sádicas prácticas disciplinarias del ejército, y hasta en el debate entre el horizonte revolucionario de una izquierda más tradicional y los planteos que se detienen en reivindicaciones de colectivos particulares. Todo bajo el tamiz del “cine de zombis” que seguramente agradaría el propio George Romero.
El reparo que se le puede hacer a Zombi Manifiesto es el carácter casi de fórmula que tiene para quienes ya han visto Bakunin Sauna (2019) o Sobre la Teoría del Eterno Retorno aplicada a la revolución en el Caribe (2014). Hay situaciones y hasta diálogos que uno parece que ya conoce. Por otro lado la intensidad de las actuaciones, en particular de Mateo Altez y Carmen Laguzzi, no dejan un mínimo aire para que el espectador tenga un respiro. La necesidad de ese aire en el espectáculo parecen demostrarla los pasajes en que Rogelio Gracia maneja otro registro actoral, pone pausas, y Zombi Manifiesto arranca risas de la platea. No parece, sin embargo, ser un error de los intérpretes sino una decisión de dirección esa meseta alta en la que se coloca el registro actoral. En ese sentido hay un sólido control del material. La actuación que se destaca, sin dudas, es la de Carla Moscatelli, una actriz de gran potencia que en este caso debe poner el cuerpo a dos personajes siniestro-farsescos claves. En particular la potencia de la directora del cementerio municipal es central para echar a andar al espectáculo.
Más allá de los reparos señalados al espectáculo, en particular para quienes estén habituados al último ciclo de obras de Sanguinetti, Zombi Manifiesto es una nueva muestra de la capacidad del autor para reflexionar críticamente y desde el escenario, sin caer en lugares comunes, sobre situaciones de nuestro coyuntura histórico-política. Y esto sigue siendo una gran virtud.

Zombi Manifiesto. Texto y dirección: Santiago Sanguinetti. Elenco: Mateo Altez, Carmen Laguzzi, Carla Moscatelli y Rogelio Gracia. Diseño de escenografía: Laura Leifert. Diseño de iluminación: Sebastián Marrero. Diseño de vestuario: Johanna Bresque. Diseño de sonido y música original: Fernando Castro, Federico Zavadszky. Asistencia de dirección: Damián Gini. Fotografías: Andrea Sellanes.

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Leonardo Flamia Periodista, ejerce la crítica teatral en el semanario Voces y la docencia en educación media. Cursa Economía y Filosofía en la UDELAR y Matemáticas en el IPA. Ha realizado cursos y talleres de crítica cinematográfica y teatral con Manuel Martínez Carril, Miguel Lagorio, Guillermo Zapiola, Javier Porta Fouz y Jorge Dubatti. También ha participado en seminarios y conferencias sobre teatro, música y artes visuales coordinados por gente como Hans-Thies Lehmann, Coriún Aharonián, Gabriel Peluffo, Luis Ferreira y Lucía Pittaluga. Entre 1998 y 2005 forma parte del colectivo que gestiona la radio comunitaria Alternativa FM y es colaborador del suplemento Puro Rock del diario La República y de la revista Bonus Track. Entre 2006 y 2010 se desempeña como editor de la revista Guía del Ocio. Desde el 2010 hasta la actualidad es colaborador del semanario Voces. En 2016 y 2017 ha dado participado dando charlas sobre crítica teatral y dramaturgia uruguaya contemporánea en la Especialización en Historia del Arte y Patrimonio realizado en el Instituto Universitario CLAEH.