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Androides y comunidad

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En el año 2013 se presentó en el Festival Grec de Barcelona el espectáculo “Tres hermanas, versión androide”, una adaptación del clásico de Chejov, a cargo del director Oriza Hirata, ambientada en el futuro de una pequeña localidad del interior de Japón. La localidad era impulsada económicamente por una fábrica de robots que ha cerrado, generando una crisis que afecta a sus pobladores. Las tres hermanas protagonistas son hijas de un investigador de robótica de vanguardia, quien, al morir una de sus hijas, la sustituyó por un robot diseñado “a su imagen y semejanza”. La obra transcurre luego de muerto el progenitor de las tres muchachas, en un contexto de depresión económica. Pero lo particular del espectáculo va más allá de la adaptación de Chejov, lo que ha generado debates y asombros, al menos fuera de Japón, es que el rol de la “hermana androide” es “encarnado” por Geminoid F, un androide real, “cuya apariencia reproduce con gran fidelidad un ‘modelo’ específico humano” según reza el programa del espectáculo. Por lo tanto, una actriz humana es sustituida por una robot en esta versión, y la noticia de este hecho fue el disparador para que Marcel García, Alain Blanco y Karina Molinaro se reunieran a investigar en un proceso que derivó en el estreno, a fines del año pasado, de Robótica sentimental.

Hace siglos que los “autómatas” nutren el universo ficcional literario, y al menos desde Descartes y su dualismo mente-cuerpo también han sido motivo de reflexiones filosóficas. Pero no deja de sorprender que la palabra robot haya sido acuñada específicamente por el checo Karel Čapek para el espectáculo teatral R.U.R. (Robots Universales Rossum) estrenado hace un siglo, en enero de 1921. El equipo de Robótica sentimental descubrió esto en pleno proceso de investigación, y más allá de lo anecdótico resulta relevante que Čapek haya acuñado el término robot a partir de una palabra checa que remite a “esclavo”. Justamente como esclavos o sirvientes han sido imaginados los autómatas en infinidad de ficciones, siendo algunos de los más célebres los replicantes rebeldes que en el filme Blade Runner cobran conciencia de la finitud de su existencia y buscan desesperadamente evitar la muerte.

Los personajes de Robótica sentimental, ABG y KMA, también han sido programados para ser funcionales a la “ sociedad humana”, pero algo falla y son alojados en un “observatorio de conducta” al que accedemos al inicio del espectáculo. Esto es relevante para interpretar el lugar en el que el equipo nos ha colocado, y la forma en que nos perciben ABG y KMA. “Entra otro enjambre de ojos voladores -dice KMA al inicio- registran todo, aquí los ojos saben a lo que vienen”. El director había advertido antes de entrar al “observatorio” que los personajes nos perciben a partir de nuestros ojos, y el cruce entre espectador teatral y observador de un experimento científico configura la zona desde la que abordamos a estas dos criaturas.

ABG y KMA fueron programados para ser “funcionales”, pero la forma humana que se les adjudicó colaboró en la anomalía que desarrollaron. Dice KMA: “El equipo de diseño solamente pensó en el

para qué. Para qué servíamos y no cómo nos veíamos (…) Se concentraron en su función. Pero algunos funcionamos mal, y fue por darnos cuenta

de la apariencia. La apariencia era importante. Siempre fue importante para la

humanidad”. La apariencia humana resulta relevante porque estos androides se vieron reflejados en las personas con las que conviven, y esto es clave para el desarrollo de sentimientos, como agrega ABG: “Seguir lo humano se volvió un vicio también en mi caso. Sí. El vicio de la

comunidad (…) Tenemos un cuerpo, lo humano

también. Tenemos un cerebro, lo humano también. Tenemos historia, lo humano

también. Tenemos relación vincular compartiendo el mismo medio con otros seres

animados, lo humano también.

Aparece una tensión entre criaturas programadas y cargadas para tener un determinado comportamiento, como si fueran mónadas autónomas que solo deben seguir indicaciones, con el hecho de que, en el vínculo con los otros, desarrollan una conciencia de sí que los lleva a problematizar el lugar que les fue otorgado por sus creadores. Esta conciencia es problemática, se manifiesta en el lenguaje, que utilizan de forma creativa excediendo la programación original de palabras, y fundamentalmente desarrollando sentimientos. También hay varios pasajes en donde la subjetividad que desarrollan está determinada por sus características físicas, liquidando el dualismo cartesiano que divide mente y cuerpo como entidades inconexas una de la otra.

Seguramente haya varios aspectos más de Robótica sentimental que sean pasibles de un análisis para profundizar, pero lo que más nos interesa señalar aquí es esa propuesta de una conciencia que se desarrolla de forma dialéctica, en la relación con el otro, y que esto trasciende ampliamente cualquier intento de “programación” inicial. Parece claro que en este juego el equipo artístico no solo está hablando de androides, sino que la investigación que parte de esas criaturas llamadas a ocupar nuestro lugar en muchas actividades sirve para reflexionar sobre la propia condición humana. Mente y cuerpo se permean en la construcción de la subjetividad, y el lugar asignado a las personas en el todo social hace tiempo que no se percibe como algo inamovible que no se puede cuestionar. Robótica sentimental propone una reflexión abierta, un punto de partida que seguramente pueda seguir desarrollándose en futuras entregas.

El espacio aséptico, el blanco del vestuario y una disposición perfectamente geométrica de algunos elementos de la escenografía contribuyen a la idea de estar en un espacio de “observación” que debemos intentar no contaminar con nuestra presencia. Lo que parece una proeza es el trabajo actoral de Alain Blanco y Karina Molinaro, conteniendo cualquier tipo de expresividad que nos sirva como referencia para interpretar la subjetividad de esas dos criaturas, pero que no dejan de sugerir los sentimientos que están aprendiendo a experimentar sus “androides” a partir de un trabajo exclusivamente corporal. Son actuaciones que rompen radicalmente con la expresividad característica de las “grandes” actuaciones, pero no dejan de ser dos enormes actuaciones que valen la invitación al teatro por sí mismas.

Robótica sentimental. Dirección y dramaturgia: Marcel García. Elenco: Alain Blanco y Karina Molinaro. Diseño: Carolina Suárez. Fotografía: Alejandro Persichetti.

Funciones: viernes y sábados a las 21:00 (luego del 11 de setiembre solo viernes). GEN Centro de Artes y Ciencias (Andes 1128). Reservas: 099564273

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Leonardo Flamia Periodista, ejerce la crítica teatral en el semanario Voces y la docencia en educación media. Cursa Economía y Filosofía en la UDELAR y Matemáticas en el IPA. Ha realizado cursos y talleres de crítica cinematográfica y teatral con Manuel Martínez Carril, Miguel Lagorio, Guillermo Zapiola, Javier Porta Fouz y Jorge Dubatti. También ha participado en seminarios y conferencias sobre teatro, música y artes visuales coordinados por gente como Hans-Thies Lehmann, Coriún Aharonián, Gabriel Peluffo, Luis Ferreira y Lucía Pittaluga. Entre 1998 y 2005 forma parte del colectivo que gestiona la radio comunitaria Alternativa FM y es colaborador del suplemento Puro Rock del diario La República y de la revista Bonus Track. Entre 2006 y 2010 se desempeña como editor de la revista Guía del Ocio. Desde el 2010 hasta la actualidad es colaborador del semanario Voces. En 2016 y 2017 ha dado participado dando charlas sobre crítica teatral y dramaturgia uruguaya contemporánea en la Especialización en Historia del Arte y Patrimonio realizado en el Instituto Universitario CLAEH.