Al herrero-alquimista de la Ciudad Vieja le habían encomendado algo en apariencia sencillo: un tirador para abrir y cerrar la puerta. La única condición que le pusieron era que lo decorase con motivos vegetales y flores. Como en cada una de sus obras, fue más allá del encargo. Trabajó el metal con amor, con pasión, con respeto. Así surgió la magia, “un ramo armónico, lleno de elegancia”, enmarcado en la perfección de un círculo. Desde entonces, quien entra o sale de aquella casa, al tomar el asidero, si presta la debida atención, podrá experimentar, por un instante, el milagro de tener concentrada en su mano toda la belleza de los jardines secretos.
(Ubicación: 25 de Mayo 415)

