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¿Acaso se inspira en Rudolph Giuliani? por Ernesto Kreimerman

¿Acaso se inspira en Rudolph Giuliani? por Ernesto Kreimerman
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Los fiscales, con el nuevo Código del Proceso Penal, han pasado a un primerísimo primer plano. Del prudente silencio mediático que fue la tradicional conducta de los fiscales, a una rápida inmersión en medios. Con experiencias increíbles de anuncios de archivar 300 expedientes en unas horas de actuación, a otras que de magacausas, sin explicación, se diluyen, o como la de éstos días, que la investigación avanzaba porque los periodistas la empujaban y sorprende con un acuerdo cuando día por medio siguen apareciendo presuntos nuevos delitos, y la fiscal actuante se dedica a cazar delitos de opinión, afectando la libertad de opinión e información. Y ahora, ¿acaso estamos frente a émulos de Rudolph Giuliani criollos?
Empecemos por el final: este “exitoso” abogado de la “tolerancia cero” es el mismo que en junio de 2021 se le suspendió la licencia para ejercer la abogacía en el estado de New York, por conspiraciones de fraude electoral, junto al ex presidente Trump, involucrado en casi todas las acusaciones que el congreso de los Estados Unidos ha documentado. Es éste el final del supuesto líder de la “tolerancia cero”, un fiasco de marketing, que ha mostrado su perfil antidemocrático y golpista durante la fracasada campaña electoral reeleccionista de Trump y obviamente, durante su presidencia.
Los cambios en la policía de NY los concibió otra persona: William J. Bratton, comisionado en Boston y más tarde en NY. Bratton desempolvó unas ordenanzas que lo criminalizaban casi todo. La base de esa estrategia fue la denominada preventive agressive patrol (“patrullaje preventivo de carácter agresivo”), que en la actividad policial se traduce como la represión y el castigo de cualquier acto de “incivilidad”.
Lejos de significar un avance, ese camino de retomar métodos policiales de
los tiempos cuando los tribunales, los medios de comunicación y las leyes no habían “atado de manos” a la Policía. Bajo este supuesto, el uso de la identificación y registro, stop and frisk) pasó a ser rutina dirigida a todo aquel que tuviera aspecto sospechoso. Con los resultados a la vista, una invitación al abuso policial.
La teoría de las ventanas rotas asume que los métodos policiales que se focalizan en atacar los delitos menores, contribuyen mejor a instalar “un clima de orden y legalidad”. Después de 8 años de gobierno de Ronald Reagan, los tiempos eran de poca tolerancia. La “teoría” alcanzó cierto encuadre académico cuando en el año 1982 se publica un artículo con las firmas de dos científicos sociales James Q. Wilson y George L. Kelling, pero no alcanzó notoriedad hasta los 90 cuando la policía de la ciudad de Nueva York dirigida por William Bratton y el alcalde Rudy Giuliani, la invocaban para justificar sus políticas policiales “imbuidas por la teoría de las ventanas rotas y el disciplinamiento”.
En realidad, durante los noventa bajaron las tasas de crímenes y no por la aplicación extendida de la “tolerancia cero”. Loic Wacquant, en su investigación “Las cárceles de la miseria” (Editorial Manantial, Bs As) ya advertía la política de «tolerancia cero» sirvió de escudo legal para las prácticas discriminatorias hacia los afrodescendientes en NY, y también reinstalar más represión policial hacia los barrios más pobres de la ciudad. Wacquant desnuda que la «tolerancia cero» no se aplicó contra los delitos informáticos o económicos cometidos por individuos de clases pudientes, “sino que sirvió para criminalizar y restringir los derechos legales de los ciudadanos más pobres de la ciudad”, aplicando el «stop and catch» que da “vía libre a la policía de requisar y detener a quien desee, basado muchas veces en estereotipos raciales o de clase”. Bueno, cualquier parecido con el concepto de “apariencia delictiva”no es casualidad, porque ésta es simplemente la versión local. En un artículo del 28 de enero de 2020, publicado en el Portal Montevideo, se resume sobriamente la versión local de esos alcances. Para Gandini «la apariencia incluye la actitud. Le cambiamos el término si no es un término correcto. La apariencia no refiere a la constitución física, refiere a la sospecha de que puede haber una conducta que termine en un delito. Lamento si eso puede molestar a mucha gente, pero no tengo problema de que me paren en el auto y me pidan el documento». Y aventó dudas: “Hay una apariencia. Determinada gente que tiene tatuaje, gorrito y piercing da una tipología que el seguridad mira más que al otro, pero no tiene que ver con la ley, tiene que ver con una realidad”.
Pero pasado el marketing, las cosas se ven distintas. Fueron otros los factores que en NY y en otros estados mejoraron la calidad de la seguridad urbana, la convivencia. Lo primero, las reformas de los cuerpos de policía. Dos el radical cambio en el “mercado de drogas”.
El modelo de la “tolerancia cero” que se impuso en New York bajo la conducción de Giuliani desnudó su esencia: aumento de los abusos policiales, asociados a la represión de los denominados actos de “incivilidad”. Y ello signifca aluvión de demandas.
La realidad fue muy otra
En realidad, 17 de las 25 grandes ciudades no apelaron a estrategias de “tolerancia cero”. El más impactante de los cambios deriva del mercado de las drogas, que en el informe “Estrategia Nacional de Control de Drogas 1998” se desnuda la verdad más contundente: “Las tasas del uso de drogas ilegales son el 50% más bajas que el elevado nivel registrado en 1979”. Según estimación oficial del gobierno de los EE.UU: 13 millones eran usuarios corrientes, frente a 25 millones de 1979. Y el dato más impactante: 61 millones de estadounidenses que utilizaron una o más veces drogas, en 1998 las rechazaban.
El entierro de esta “doctrina” acabó con una orden judicial de detener la práctica del stop and frisk. Y otra realidad: entre 1980 y 1990, el estado de NY multiplicó por tres la población carcelaria, la mayoría por delitos menores. Y Giuliani deshonrado, sin el título de abogado, y por ser uno de los organizadores del 6 de enero, del caos y la violencia, del intento de desestabilización democrática; ahora sólo se esconde.
Una fiscalía showman y autoritaria
Las fiscalías tienen, desde la implementación del nuevo Código del Proceso Penal un nuevo rol, la conducción de la investigación penal. Sin dudas que se trata de una tarea demandante y de alta responsabilidad. Que además de la demanda de su actuación “en el expediente” los deja expuestos a las demandas de la sociedad, y de los medios de comunicación que buscan dar respuesta a la inquietud de la sociedad que requiere información de calidad y oportuna. Pero además el periodismo le exige ir más allá de las declaraciones, porque la labor del periodista no es quedarse con declaraciones, sino contrastar hechos con relatos, dichos con documentación.
No se necesitan fiscales showman o show woman. Los jueces hablan por sus sentencias, las que guardan los fundamentos del fallo. Los fiscales tienen a su cargo la investigación y es quien promueve la acción penal, que deberá probar. Y tiene la (polémica) opción de acuerdos. Los fiscales deben asumir que se espera de ellos una conducta prudente y sobria, concreta y no especulativa. Últimamente, esa conducta ha sido desatendida. No precisamos émulos de Rudolph Giuliani, ayer “estrella” de tv y hoy con su título suspendido, acusado por la investigadora bipartidaria del Congreso de los mismos delitos que Trump. Necesitamos fiscales a la altura de las circunstancias que vive la república.

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