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Acerca de Socialité por Marcia Collazo

Acerca de Socialité  por Marcia Collazo
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Este es un libro singular en la historiografía de nuestro país. Entre sus méritos figuran la capacidad de sorprender y de provocar, por momentos, un indudable rechazo, revulsión, indignación, sarcasmo y perplejidad. Por otro lado, enfrenta al lector con sus propios prejuicios, lo previene y lo interpela ya desde las primeras líneas: «Si usted espera una crónica de hechos, intimidades o chismes, hizo una mala opción. De aquí en adelante va a leer un libro de historia, de una historia contada de forma distinta, pero cuidando las formas». Sin embargo, el autor no cuida las formas. Por el contrario, las desordena gozosamente, las trastoca desde un radical proceso creador, investiga a partir de una libertad académica que, más allá de su erudición, se agradece como el agua en mitad del desierto.
Este libro hace de una vida su objeto principal, pero no único. Se asoma al enigma de lo cotidiano, de lo íntimo y de lo encapsulado, tal como lo hacen Carlo Ginzburg (a quien el autor cita) en su obra El queso y los gusanos, o Emmanuel Le Roy Ladurie, en Montaillou, aldea occitana de 1294 a 1324. Le Roy Ladurie inició con esa obra una nueva manera de hacer historia, a través de la reconstrucción de todo eso que casi fatalmente se escapa. Así también López D’Alesandro acaba de inaugurar entre nosotros una manera singular de reconstruir vida y experiencia vital, conjugando para ello la investigación histórica y sólidos aportes teóricos provenientes de la sociología, psicología, filosofía, hermenéutica y antropología, entre otras dimensiones. Como resultado, ha dado a luz a esta obra inclasificable, situada a medio camino entre la historia, el ensayo, la biografía y la novela.
En cuanto al objeto y tema principal de la obra, esta versa sobre la vida de Mecha Gattás, o por lo menos tiende un foco de luz sobre algunos aspectos de su existencia. A su alrededor giran, en torbellino, los símbolos más crípticos, contradictorios y desafiantes: mencionaría, por orden, el dinero, el poder, la pertenencia a una clase autodenominada «alta sociedad», y la perpetua búsqueda de la cultura, entendida (entre otras muchas miradas e interpretaciones) como el fenómeno de la creación artística, poderoso, rutilante y único, que a nadie rinde cuentas y que en sí mismo no se encuentra sometido al comercio humano; creación que, a su vez, sea cual sea su modo de manifestación, expresa en toda su potencia los vericuetos del espíritu humano, lo desnuda, lo expone, lo disecciona y también lo eleva y lo hace brillar.
Muchos son los conceptos que integran esta obra, y de cada uno de ellos podrían derivarse prolíficas reflexiones. Mencionaré solo algunos: las diferencias entre la persona y el personaje; la importancia de la hermenéutica como operación que confiere sentido (aunque ese sentido esté siempre sometido a una subsiguiente operación —el famoso círculo de la precomprensión y comprensión heideggeriano—); el juego de los contrarios (que está ahí agazapado, con sus correspondientes cargas de sentido —por un lado la alta sociedad, por el otro la más cruda miseria, y todo lo que ello implica: la franca y dolorosa desigualdad, el sentimiento de arbitrariedad y de injusticia, las llagas y los males del mundo, más presentes cuanto mayor es la brecha socioeconómica entre clases—). Sin embargo, y precisamente en función de esos retos de la realidad, los logros del quehacer humano y cultural de Mecha Gattas no pueden ser soslayados, especialmente si tenemos en cuenta las palabras del autor, quien al referirse al intelectual orgánico de Gramsci expresa que el rol de los intelectuales hace visible «su papel en tanto hacedores de culturas hegemónicas que habilitan el dominio» y agrega: «Ese aporte es central para nuestra contemporaneidad, y para comprender, además, el fracaso de la clase alta uruguaya en esa construcción».
A partir de ese fracaso, tomado como un hecho ya acaecido, surge con mayor fuerza el propósito, la acción y la misión concreta, particular y existencial de una persona llamada Mecha Gattás, quien triunfó en muchos sentidos. Lo hizo desde determinado lugar conformado por unas «minorías poderosas» y un «círculo íntimo de las clases altas», como expresa el autor. Mecha Gattás quiso dotar a la alta sociedad de ese bien intangible, y en buena medida inasible: la cultura.
Pero, como en todo buen libro, hay finales abiertos. Hay, en especial, una interrogante que sobrevuela esas páginas hasta el final: ¿Logró la protagonista ese objetivo?, ¿en qué grado? Y en términos más amplios: ¿Se apoderó la alta sociedad de la cultura?, ¿en qué grado? Más aún: ¿Le interesó siquiera hacerlo como clase, como grupo hegemónico, más allá de la vinculación que la cultura pueda tener con el dinero?
Por último, este es un libro valiente. El autor, de la mano de su entrevistada, avanza por las arenas inclementes de esos desiertos que amenazan nuestra alma, y lo hace en combate perpetuo con todos los males que nos salen al cruce: los excesos del dinero, del poder, de la desigualdad, de la ambición —esa que según Hobbes solo cesa con la muerte—, la amenaza permanente de la frivolidad, el egoísmo y la arrogancia, males que, a su vez, engendran variadas formas de la violencia, pero que no se encuentran solo en la clase alta, ni en toda ella, ni en todas sus expresiones sociales, sino que campean en el ancho mundo y anidan en el corazón humano, allí donde este se encuentre. Un libro, en fin, que nos interpela, nos obliga a pensar desde otros ángulos, nos desafía y nos enriquece.

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