¡Ah, aquellas faltas de ortográficas no fueron como estas!
A pesar de haber otros temas un tanto “pesados” tomé este “horror” insalvable (viste que muchas veces se defiende a aquellos o aquello que es o son indefendibles o insalvables) como punto de partida para este jueves.
Cuando recibí la “invitación” vía whastsapp, (por supuesto) de leer la noticia publicada en un diario montevideano, al leerla pensé que alguien había adelantado “el día de los inocentes”,y se estaba haciendo el gracioso publicando una serie de “horrores” (por favor no confundir con “errores”) que sacudieron los cimientos del Tribunal de Apelaciones de Trabajo y que el 20 de setiembre desestimó el recurso de presentado por el o los abogados de la Comisión de Apoyo de ASSE.
Que la maestra cuando te enseñaba y te llamaba la atención sobre la importancia de la ortografía, te decía que aquella palabra mal escrita la escribieras una y otra vez hasta entenderla y aprenderla, es una cosa, pero que la Justicia rechace una apelación escrita por vos y que lo haga porque “no se ajustaba a la dignidad y respeto que merece la Justicia” es muy otra.
El recurso de apelación, que fue preparado por el abogado de la Comisión de Apoyo contenía 100 “horrores” de escritura en once páginas.
Algunos destacables y dignos de “admiración” son: “eSpresa” (por expresa) “desarroYo” (por desarrollo) “Ubiera” (por Hubiera) “estuBiera”(por estuViera) “quiZo”(por quiSo) “aBaló” (por aValó) y así se podría seguir pero da tanta vergüenza que es preferible dejarlo por acá.
Lo ocurrido nos permite preguntarnos, por ejemplo, ¿escuela pública o privada? ¿Universidad de la República o privada? ¿atención por parte de personas mayores a su escolaridad? Vengo de un tiempo lejano donde a la escuela (en mi caso pública) íbamos realmente a instruirnos, íbamos a aprender a leer, a escribir, a restar, a sumar, a aprender el abecedario, las tablas (multiplicación, suma, resta, repitiéndolas, no hasta el cansancio, sino hasta incorporarlas a la suma de conocimientos que adquiríamos día a día. Y en casa eran papá o mamá o el hermano mayor quienes seguían atentamente el proceso.
Las maestras (o los maestros) los docentes de entonces corregían los errores, nos los hacían conocer y nos guiaban para no repetirlos.
Desconozco la edad que tiene el abogado autor de más de cien “horrores” gramaticales en una apelación que el Tribunal de Apelaciones se vio obligado a rechazar, perdiendo entonces el juicio al que apelaba su cliente, en este caso ASSE.
Y hago referencia a la edad porque se me ocurre que es lo suficientemente joven como para haberse formado en el sistema educativo de los tiempos que corren y que con este ejemplo queda demostrado que deja mucho que desear y que hay que hincarle el diente para no seguir “bajando la cuesta”.
Sin duda este abogado es un digno exponente de aquello de: “sí, el pasó por la Universidad pero la Universidad no pasó por el”. Claro que lo que no te inculcaron en el hogar, lo que no aprendiste en la escuela será muy difícil que logres hacerlos tuyos.
No hay límite de ningún tipo para aprender y para tener la humildad de preguntar cuando hay cosas y/o casos que no sabés o desconocés.
Hasta la próxima. Que seas feliz.
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