Apenas un río por Cristina Morán
Un amigo estrenaba una obra en Buenos Aires en calidad de director y allá marchamos a acompañarlo en su nueva aventura teatral.
Llovió siempre: de mañana, de tarde y de noche. De madrugada no sé, porque dormía.
Claro que la lluvia no nos iba a detener y allí salimos a caminar unas cuadras, eso sí, por aquellas cuyas veredas estaban transitables, tratando de evitar las que obligaban a andar por la calzada.
Pudimos comprobar entonces que en todas partes se cuecen habas porque eso de veredas rotas con pozos incluídos, calles levantadas, tránsito derivado, residuos rodeando los contenedores no es exclusivo de nuestro bendito país.
La calle Corrientes está en obra. Cortada al tránsito por aquí, habilitada por allá, luciendo avisos informando: Corrientes: de noche peatonal. De día (no alcancé a leerlo) pero supongo que será vehicular.
A pesar de todos los pesares, la reina del plata no pierde su vigor y esa atracción de gran capital con tanta gente en el día como en la noche. Los bares, confiterías, pizzerías, restaurantes siempre con personas de distintas nacionalidades consumiendo, charlando y los teatros con público esperando para entrar sin importar la lluvia.
El río ancho como mar, el río color de león, el Río de la Plata es el que nos separa de la capital de la República Argentina y que en pocas horas pudimos comprobar padece algunos de los males que los montevideanos vivimos por igual.
La violencia de género, la violencia en el fútbol, en el tránsito, los imparables “moto chorros”, el presidente Macri, la preocupación que genera la devaluación, el FMI sobrevolando la Casa Rosada son todos grandes titulares en los informativos de la televisión, en los medios gráficos, en las emisoras radiales.
Pero a pesar de todo, Buenos Aires es Buenos Aires: vital, hermosa, la ciudad que muchos uruguayos eligieron, por distintas causas, como su residencia
Y Montevideo es Montevideo con sus calles levantadas, los baches, las veredas rotas, los residuos donde no tienen que estar, pero es mi ciudad, la amo y no la cambio por ninguna otra.
Y es tu país, el que ayudaron a construir tus (nuestros) ancestros, y es tu ciudad con sus luces y sus sombras, donde la gente también anda con celulares en las calles, en los ómnibus, esos super dotados que no se manejan con la visión, sino con la intuición cuando están por darse contra el que camina en sentido contrario o contra un árbol o una columna, evitando ser atropellados por cualquier vehículo y salvándose “por un pelito” y siguen sin abandonar ese pequeño, práctico y adictivo celular que ha pasado a ser su amigo irremplazable, su confidente, su paño de lágrimas, su cómplice cuando va conduciendo un automóvil con la seguridad (bueno, en realidad a “seguro” se lo llevaron preso y nunca más lo soltaron) entonces digamos “con la esperanza” de que el GPS activado eluda los pozos en la calzada, a los inspectores de tránsito, a las cámaras que te descubren en las infracciones y tendrás que pagar por ellas un precio alto y que, desde luego, te parecerá “un abuso”.
De regreso me encontré, entre otras cosas, con declaraciones de Mujica (el Pepe no, el otro) declaraciones que en realidad son acusaciones al Fiscal Pacheco.
Esto me trajo a la mente una frase que Moliere pone en boca de mi personaje, Madame Pernelle, una frase aplicable a lo expresado por el exFA y exlegislador: “Hay que estar muy seguro para acusar a la gente”. ¿Lo está usted Gonzalo Mujica?
Hasta la próxima.
Que seas feliz.
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