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Bauhaus, cien años después por Nelson Di Maggio

Bauhaus, cien años después por Nelson Di Maggio
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Organizada por el Instituto para Relaciones Internacionales de Stuttgart, la exposición itinerante El mundo entero es una Bauhaus inaugura el 18 de junio en el Museo Blanes.

Boris Friedewald, historiador de arte, dramaturgo y curador de la muestra propone revisar los años de la Bauhaus divididos en ocho capítulos –La obra de arte total, Artesanía, arte y técnica, Pedagogía radical, Comunidad, El hombre nuevo, Experimento, Cuerpos suspendidos y Encuentros– a través de cuatrocientos cincuenta objetos, dibujos, fotografías, documentos, cerámicas, muebles, filmes, no siempre originales por la fragilidad de su conservación; varios son réplicas de acuerdo a los patrones del diseño bauhasiano.

El mundo  entero es una Bauhaus es muy diferente a la realizada en Buenos Aires en el Museo Nacional de Bellas Artes en 1970, al cumplir medio siglo; un excelente catálogo de trescientos sesenta y cinco páginas ilustraba los cerca de dos mil objetos originales, entre ellos sesenta y cuatro piezas de Klee (un festín aparte, además de las de Kandinsky, Schlemmer, Moholy-Nagy, Albers) que luego abreviada, recaló en Montevideo en 1977. La Bauhaus, una de las principales escuelas de diseño moderno, tuvo varios períodos, cinco, con orientaciones diferentes. Predominaron las personalidades fuertes de  las artes visuales –las ya citadas- hasta encontrar el sentido colectivo de la creación cerca del final. Los nazis la cerraron en 1933 y muchos de los alumnos y profesores emigraron a Estados Unidos para continuar su programa, en especial en Chicago. El suizo Max Bill retomó la idea y en la ciudad alemana de Ulm fundó la nueva Bauhaus, más tarde dirigida por el argentino Tomás Maldonado.

El arquitecto Walter Gropius  fundó la Bauhaus en la ciudad de Weimar en abril de 1919, el mismo año de la firma del tratado de Versalles impuesto a una Alemania derrotada, sumida en el caos y la humillación, mientras la triunfante revolución rusa se consideraba  un fantasma terrible, amenazador para la burguesía capitalista. Los sucesivos tres directores (Gropius, 1919-1928, Hannes Meyer, 1928- 1930, Ludwig Mies Van der Rohe, 1930-1933) imprimieron un sesgo particular a la enseñanza. Según confesó el patriarca Gropius, el objetivo era “la realización de una arquitectura moderna que, semejante a la naturaleza humana, abarcase la vida toda”. En su temor por el avance de la civilización maquinista se propuso “evitar las desventajas de la máquina sin sacrificar ninguna de sus auténticas ventajas”. En su célebre manifiesto fundacional, romántico y de inspiración medievalizante como la misma xilografía de Lyonel Feininger que lo ilustraba, Gropius afirma un retorno a la artesanía equiparada a las artes, para crear una nueva comunidad creadora.  La precedió en 1918, en la naciente Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) el Programa de Arte que planteaba dar una definición a la función artística y la necesidad de establecer talleres estatales libres en Moscú, en la Escuela Estatal Strogánov y la Escuela de pintura, escultura y arquitectura fusionadas en 1920 por docentes y estudiantes en la Vjutemás (Escuela Superior  Técnica y Artística) mediante un decreto de Lenín y un equipo de profesores tan famoso como el de la Bauhaus: Tatlin, Rodchenko,  Malevich,  Kandinsky, luego incorporado a la Bauhaus. El poeta  Maiacovski resumía la filosofía de los movimientos renovadores predominantes, el constructivismo y el suprematismo.  Los rusos  querían la producción y la planificación total para consumo del proletariado, se oponían a la investigación pura, a la que era adicto Kandinsky, motivo por el cual pasó a la Bauhaus. Para Gropius y sus allegados esto era intolerable. Uno de los motivos de que la Bauhaus fracasara consecutivamente fue que  no lo acompañaba el pueblo, según dictamen de Klee. Esta élite del espíritu bauhausiano alcanzó  contornos inquietantes con Itten y sus discípulos, representante del budismo y del misticismo. Solo en el período de Hannes Meyer la entidad adquiere una proyección social. El argentino Tomás Maldonado, continuador de la nueva Bauhaus en Ulm, en detonantes conferencias en la facultad de Arquitectura de Montevideo, en 1964, puso de relieve las tensiones, contradicciones y silencios de Gropius sobre la Bauhaus, y afirmó que en el último tramo, el director Van der Rohe  “sacrificó el inconformismo y no pudo salvar ni la forma”.

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