No es difícil imaginar la bronca que le habrá dado al Maestro Oscar Tabárez ver a Marcelo Bielsa cuestionando a nuestra selección y a sus futbolistas en la mesa de un boliche, en un video que se hizo viral allá por 2015.
Sucedió en un partido por eliminatorias del mundial de Rusia que Uruguay le ganó a Chile 3 a 0 en el Centenario. Bielsa se encontraba en Montevideo y vio el encuentro en un bar, rodeado de parroquianos. Al terminar el primer tiempo, algunos se acercaron a su mesa y le pidieron su opinión sobre lo que estaban viendo. El argentino no ahorró críticas al juego de la celeste y de la mayoría de sus jugadores. Alguien que estaba allí grabó con su celular sus comentarios sin el que el DT rosarino se percatara y luego subió el video a las redes sociales.
Cuando Bielsa se enteró de que sus palabras andaban circulando, se comunicó con Tabárez para ofrecerle sus disculpas y explicarle que nunca imaginó que comentarios que él supuso estaba haciendo en un ambiente informal y limitado a media docena de personas, habían tomado estado público.
En el prólogo del libro “Maestro. El legado de Tabárez”, de Luis Inzaurralde y Jorge Señorans, Bielsa cuenta la anécdota y pondera la actitud del entonces seleccionador uruguayo, que tomó con un talante “tolerante y generoso” su explicación y su pedido de disculpas.
¿A qué viene esto? A lo siguiente. Por una pirueta del destino, o vaya a saber por qué, parece ser que Bielsa estará en breve sentado en el lugar donde durante 15 años estuvo Tabárez. La anécdota de sus comentarios en el bar, las disculpas y la comprensión del Maestro, así como la relación de respeto mutuo que quedó en evidencia luego del episodio -y quizás soldada a raíz de él- le aporta una arista un poco sui generis a la llegada del entrenador argentino a Uruguay: tal vez aquel que en el video le pegaba sin piedad a la selección que dirigía Tabárez sea realmente el más indicado para continuar y perfeccionar un legado del Maestro que es indiscutible fuera de la cancha, pero no tanto dentro de ella.
LO ÚNICO QUE IMPORTA NO ES GANAR
Que un fútbol dominado por el exitismo, el resultadismo y el “lo único que importa es ganar” ponga el destino de su máxima representación en manos de un entrenador que postula como eje de su labor los procedimientos y merecimientos por encima de los resultados, llama un poco la atención. Máxime cuando la inversión para eso es la más alta que se haya realizado jamás en la materia.
Las autoridades de la AUF no han explicitado aun con claridad qué pretenden de un entrenador al que apodan “el Loco”, no da entrevistas y manda a sus dirigidos a dejarse hacer un gol cuando antes hicieron uno ilegítimo. ¿Cuál es el proyecto detrás de semejante temeridad?
Para tratar de hurgar en él, lo que podemos hacer por el momento es ver qué ha ofrecido el entrenador allí donde trabajó, en especial en selecciones nacionales: Argentina (1998-2004) y Chile (2007-2010). Y al hacerlo puede quedar en evidencia la falta de profundidad que muchas veces pauta el análisis corriente de la realidad futbolística.
Una duda que ha sobrevolado el debate sobre la llegada de Bielsa es si su palmarés lo respalda. Él mismo ha dicho en alguna oportunidad que no ha sido un técnico muy ganador. Sin embargo, hilando más fino, es posible controvertir esa afirmación aun desde el exclusivo punto de vista de los resultados.
Bielsa ha ganado títulos con Newells, con Vélez Sarsfield, con Argentina en una olimpíada y con el Leeds United en la segunda división de Inglaterra. Como curriculum, parece poco para más de tres décadas de carrera. Si a esto le agregamos el fracaso estrepitoso de Argentina en el mundial 2002, donde su equipo no pudo pasar la primera fase, peor.
Sin embargo, afinando el lápiz se puede hacer otra cuenta. Si bien no levantó una copa por eso, Argentina de su mano ganó de punta a punta la eliminatoria para el mundial 2002, con una diferencia de 12 puntos sobre el segundo, que fue Ecuador, y de 13 sobre Brasil. Jugando además, un fútbol de alto vuelo que le hizo llegar a la Copa del Mundo como principal candidato.
Hablamos de la eliminatoria sudamericana, un campeonato que juegan 10 selecciones, todos contra todos en régimen de ida y vuelta, con un nivel de exigencia (distancias, climas, altitud) que no tienen otras, como la europea por ejemplo. En aquella oportunidad, la selección de Bielsa jugó 18 partidos, de los que ganó 13, empató 4 y perdió solo 1. Es verdad que no hay un trofeo de por medio, pero nadie intente decirme que todos la juegan pensando en que da lo mismo ser primero que cuarto; eso lo dirá la tabla al final, pero todos compiten para ganar y estar lo más arriba posible. Y ganó Argentina, dirigida por Bielsa.
En el mundial perdió en el debut con Inglaterra (1 a 0), le ganó a Nigeria (1 a 0) y no pudo en el último partido con Suecia (1 a 1), quedando eliminada. ¿Qué tiene más valor para analizar el trabajo de un entrenador, aun tomando exclusivamente en cuenta el rubro resultado que, como sabemos, depende de muchos factores, algunos de ellos imponderables? ¿Tres partidos de un mundial, en 10 días, o 18 en régimen de ida y vuelta, durante más de dos años?
La respuesta obvia es que no hay nada más importante que un mundial, pero a los efectos de valorar el trabajo del DT: ¿dónde debería ponerse la lupa? En un mundial perder un partido puede ser lapidario, y eso fue lo que le pasó a Argentina en esa oportunidad. Pero, ¿puede el trabajo de un entrenador juzgarse por eso? Es probable que Bielsa no haya preparado bien los partidos de aquella copa y que su “plan de juego” no haya sido el adecuado. Fue muy criticado por ello en su momento en Argentina, sobre todo por el partido con Suecia, pero en todo caso la ventaja que eso aporta a esta nueva experiencia que ahora se abre, es que esos errores ya los cometió.
Algo por el estilo puede decirse de su experiencia en la selección de Chile. No ganó títulos -que Chile hasta entonces nunca había ganado- pero puso a esa selección nuevamente en un mundial (Sudáfrica 2010) después de 12 años y terminó segunda en la eliminatoria, apenas un punto detrás del primero, Brasil. Y además, fue quien amalgamó a la llamada “generación dorada” de Chile, que pocos años después ganó las Copas América de 2015 y 2016.
¿MEJOR DE LO MISMO?
Los resultados, entonces, no hablan tan mal de Bielsa como los resultadistas puros y duros pretenden hacer ver. Pero más allá de ellos está lo que el propio DT reivindica, que es el cómo lograrlos. Y aquí es dónde, en un universo donde todo es opinable, radica para mí el principal acierto en apuntar hacia él.
Si la apuesta de la AUF implica -ojalá así sea- una continuidad a la vez superadora del “proceso Tabárez”, la elección no podía ser mejor. El discurso y la práctica de Bielsa tienen muchos puntos en común con los que desarrolló el Maestro durante 15 años, pero lo aventajan en la propuesta que pretende implantar dentro del campo.
Tabárez transformó a la selección en una isla de la fantasía, en medio de la mediocridad de nuestro fútbol. La sacó del ostracismo, la puso en la consideración del mundo, le devolvió el prestigio perdido, la puso a competir dignamente contra cualquiera. ¿Cuál fue el debe de su proceso? Al menos a juicio de algunos -que fueron cada vez más- la falta de una identidad de juego que potenciara las virtudes de una generación de futbolistas con destaque en ligas importantes. Que se animara a más.
Cuando asumió la conducción de la selección chilena, Bielsa hizo públicos cuatro objetivos de su labor. Los dos primeros, sugestivamente, guardan un estrecho contacto con lo que en Uruguay proponía, casi simultáneamente, el Maestro Tabárez:
– Fortalecer el seleccionado de manera tal que llegara a ser reconocido y respetado a nivel mundial.
– Restituir el maltratado orgullo del pueblo chileno por su selección. (“Marcelo Bielsa. Los 11 caminos al gol”, de Eduardo Rojas Rojas; Sudamericana, 2015, pág. 13. Las siguientes citas a expresiones de Bielsa fueron tomadas de ese libro).
MANTENER LO MANTENIBLE; SUPERAR LO SUPERABLE
Donde el entrenador rosarino puede dar un impulso superador al legado de Tabárez es en la concepción del juego como un escenario donde importa más lo que uno construye que lo que impide al otro. Y ese es el ADN del estilo Bielsa, al menos el que ha desarrollado en los equipos que ha dirigido hasta ahora.
Dice Rojas Rojas en su libro: “El rosarino inculcó en todos aquellos a quienes dirigió su amor por el ataque, la obsesión por la recuperación de la pelota en el área rival, la llegada ofensiva construida por las orillas, la salida limpia con los defensas sin caer en la trampa del pelotazo, el respeto al rival, al reglamento, a los árbitros”.
Y el propio Bielsa lo complementa: “A la luz de los trabajos que realizo, tres reglas básicas rigen en mis equipos: ser protagonistas, no especular y respetar el reglamento, porque así el juego se hace más fluido. Los jugadores tienen que ser protagonistas, atacar y a la vez recuperar y, sobre todo, ser creativos”.
Los uruguayos amantes del fútbol como un juego podemos tener la esperanza de que con el entrenador argentino veamos una selección que recupere -porque alguna vez lo tuvo- el afán por llegar a la victoria sin renegar de la belleza en los procedimientos: “El que cruza el jardín evitando el ángulo de 90 grados, pisa las flores y llega más rápido, mientras que el que recorre el ángulo de 90 grados tarda más, pero no daña las flores. Obviamente, yo sé que esto es filosofía barata dicha por un argentino que tiene la oportunidad de expresarse. Pero yo creo en ese tipo de cosas. Yo creo en que hay que valorar lo merecido y hay que soslayar o, al menos, tratar de no endiosar aquello que no se obtuvo merecidamente”.
La sola mención a jardines y flores cuando se está hablando de fútbol puede erizar los pelos de la nuca a más de uno en Uruguay, el reino del más puro resultadismo, quizás el único lugar en el mundo donde todavía se habla de “jugar bien” y “ganar” como si fueran conceptos excluyentes. O peor, contradictorios.
Para otros, se abre una posibilidad inédita de aprendizaje y, por qué no, de cambio de paradigma. Si lo hicieron otros con tanta o más tradición -como alemanes o ingleses, por ejemplo, que cambiaron los “panzer” y la pelota dividida por el juego asociado y a ras del piso- ¿por qué razón no podríamos hacerlo nosotros?
Ya hay entrenadores en el medio que intentan apostar a ese cambio. Un proceso de selección que produjera semejante sacudón en el estilo de nuestro fútbol sería un espaldarazo gigante. Claro que los resultados deben acompañar, de lo contrario ya vendrá el “vieron, no se podía”. Pero a priori no hay motivo para pensar que el éxito sea esquivo a una apuesta que potencia el material humano disponible. La mayoría de los futbolistas elegibles no juegan en nuestras canchas. No hay razón para dudar que un entrenador como Bielsa sabrá elegir a los más aptos para su idea y que estos estarán en condiciones de hacerla propia sin mayores dificultades.
Mantener y preservar el legado de Tabárez fuera del campo y adosarle el estilo Bielsa dentro de él podría poner a la selección uruguaya cerca de la excelencia a la que puede aspirar.
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