Cargos públicos: ¿Family game?
En los últimos días han salido a luz diferentes situaciones a nivel de organismos públicos de diversa índole y bajo el control de todos los partidos de familiares y amigos de jerarcas empleados en la administración estatal. Desde Artigas a Montevideo pasando por Lavalleja o Cerro Largo se destaparon situaciones de amiguismo, nepotismo o clientelismo que huelen a corrupción.
¿Hasta cuándo se va a manejar el estado de esta manera? ¿Han perdido toda noción de ética algunos gobernantes? ¿Hay que prohibir el ingreso de familiares en la administración pública? ¿Se debe limitar el número de cargos de confianza y de asesores? ¿Seguiremos premiando a los militantes o a candidatos fracasados con cargos públicos? ¿No es hora de imponer ingreso por concurso? ¿No es imprescindible la idoneidad para ocupar un cargo?
Política y acomodo por Gonzalo Abella
La corrupción, el abandono de la ética, el acomodo, la falta de transparencia en los procedimientos, no son las causas para que un Gobierno funcione mal. Son consecuencias de fenómenos más graves, más de fondo.
La causa esencial del declive ético, del fortalecimiento de un sentimiento de impunidad que autoriza abusos, acomodos y hasta vaciamiento y desviación de recursos públicos, está en el abandono de los principios y del Programa. La entrega del patrimonio nacional al saqueo trasnacional, por ejemplo, está plagada siempre de sobornos y corrupciones que luego se precipitan como un alud de barro a todos los niveles de la Administración. Cuando una bancada en pleno se niega a la anulación total de la ley de caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado, que propuso el diputado de la UP en solitario, se está justificando la impunidad a todos los niveles. Es la claudicación en la trinchera de ideas, claudicación que se enmascara en discursos demagógicos y engañosos, la que va precipitando a sus ejecutores por el camino de la corrupción y el acomodo, y finalmente impulsa el reparto de recursos públicos entre socios y amigos. Cuando cae la máscara, especialmente en coyunturas adversas, entonces es el “sálvese quien pueda”, es el acomodo acelerado de socios y cómplices para garantizar su opulento y mezquino futuro.
No me estoy refiriendo especialmente a la cúpula que estafó los mejores sueños del pueblo frenteamplista, la cúpula que usa los nombres de los que murieron por un sueño desinteresado y generoso; me refiero también a los partidos tradicionales, donde hubo gente honesta que bajó pobre del Poder, porque se jugó por un proyecto en el que creía, y luego su nombre fue utilizado por otros que bajaron del Poder subiendo, enriqueciéndose.
Si la corrupción y el amiguismo son consecuencias, también se vuelven causa del descreimiento y la desmovilización ciudadana. Ideológicamente se complementan con lo que yo llamo el “Relativismo Histórico”: no se puede ser héroe hoy, porque nunca se pudo; los héroes de ayer son la reconstrucción literaria perfeccionista de personajes tan imperfectos como los gobernantes actuales.
En la UP reflexionamos mucho acerca de cómo puede echarse a perder una fuerza política. Si es portadora de una ideología capitalista liberal, la corrupción es inevitable, por más esfuerzos que hagan su próceres más ingenuos. No se puede defender el reino absoluto del Mercado tratando de excluir de la circulación de mercancías la compra y venta de la conciencia de los seres humanos.
Pero entre las organizaciones políticas que proclaman la transformación revolucionaria de la Sociedad, que implica la transformación del factor subjetivo y el fortalecimiento de la ética y de la autoestima del pueblo trabajador ¿cómo protegerse de oportunistas y acomodables acomodadores?
Parecería que lo primer es cerrar filas ante un Programa, que puede profundizarse pero no revisarse en sus principios; y eso es lo esencial, pero no es el primer paso. Por un tiempo los oportunistas pueden defender de palabra el programa más radical, mientras esperan su ocasión. El primer paso para frenarlos es salir a cortar, fraterna pero firmemente, el menor atisbo de corrupción o desviación ética. En este terreno, si se tolera lo pequeño, se termina derrotado ante lo grande. Una persona que no es capaz de cumplir las tareas más humildes, mas de base, en una organización que no contrata personal de servicio ni de limpieza; una persona que no es solidaria en su vida personal, que no se arremanga en una cantina para hacer finanzas, que no está en una feria vecinal o n una pegatina, no puede representar a una organización de izquierda, no debe hacer carrera política simplemente por copiar con elocuencia el mejor discurso. Parece u detalle, pero puede ser la línea divisoria para no encumbrar corruptos.
El día en que la gente se hartó Por Alvaro J. Amoretti
La gente, un día se cansa. Se harta de trabajar para que los gobernantes sigan gastando irresponsablemente los dineros que, con esfuerzo, todos pagamos como impuestos.
Se cansa de ver intendentes que dan cargos de responsabilidad a familiares o parejas. Que suben el sueldo a su cónyuge. Que contratan gente sin respetar las más mínimas normas de ingreso a la administración pública. Que “olvidan” advertir que los camiones de su comuna cargan combustible en las estaciones de servicio de su propiedad. Que hace y deshacen como si fueran los dueños de sus departamentos.
Se cansa de ver gobernantes nacionales que gastan el dinero del Estado y que, cuando éste se termina, siguen gastando a cuenta, endeudando más y más al país. Que siguen tomando empleados públicos, contratando asesores y adscriptos, y colocando amigos y correligionarios con sueldos obscenos, sin recordar que prometieron gobernar para todos, y no solamente para algunos, y poner al país por encima de sus intereses personales o partidarios.
Se cansa de ver a incapaces gobernando empresas públicas y financiando sus ineficiencias con tarifas cada día más altas. De que los que trabajan y producen tengan que pagar el combustible más alto del continente para que el agujero de casi mil millones de dólares que algunos dejaron en Ancap, y que otros permitieron que se generara, se note menos. De seguir soportando aumentos en la tarifa de UTE, que debería bajar, pero sube. De que Antel siga haciendo lo que quiere y cobrando lo que se le antoja. De pagar un día la campaña de Sendic y ahora la de la señora Cosse, con Antel Arena y todo. De pagar sus viáticos y, sobre todo, sus tarjetas corporativas.
Se cansa de ver que los que piden eficiencia son los más ineficientes. De que un TLC con Chile siga sin aprobarse por discusiones ideológicas que le cuestan demasiado caro al que se levanta temprano cada mañana para tratar de mejorar su vida y la de su familia.
Se cansa de ver que hay 14 mil autos oficiales. ¿No les da a gobernantes, funcionarios e intendentes aunque sea un poquito de vergüenza? Sacando al presidente, a la vicepresidente, a los ministros, subsecretarios e intendentes, ¿no puede el resto, con los muy buenos sueldos que ganan, trasladarse en su propio auto o en transporte público, como los demás uruguayos? ¿O pertenecen a una casta superior?
La gente se cansa de sentir la inseguridad y de que le digan que estamos mejor que nunca. Que le digan que hay más homicidios y rapiñas porque estamos mejor. Que hay más basura sin levantar porque los montevideanos consumen cada vez más. Que nuestra educación mejora. ¿De qué están hablando, señores?
Se cansa de que le hablen del campo contra la ciudad, y de que no entiendan, o no quieran entender, que Uruguay es campo y es ciudad, y que si seguimos perdiendo el tiempo en esta falsa oposición, y en discutir si fue más gente al acto de los autoconvocados en Durazno que al aniversario del Frente Amplio en Piriápolis, el mundo se nos sigue yendo. Y con él, se van nuestros hijos y nietos. Lejos de este país que se sigue mordiendo la cola, más preocupado por si Suárez o Cavani hicieron otro gol en Europa que en pensar cómo haremos para ser competitivos en un futuro que ya nos alcanzó.
Todos maman por Esteban Pérez
Decía un pensador que el medio en el que nos movemos condiciona nuestros pensamientos y acciones.
Antes de lograr el tan añorado gobierno, miles de militantes frenteamplistas de los “de a pie”, recorrían incansablemente casa por casa procurando obtener aquellos votos que estaban en los partidos tradicionales y que eran imprescindibles para poder iniciar los cambios; ellos iban repitiendo en cada puerta: “el Frente Amplio va a terminar con el clientelismo y el acomodo de amigos y familiares”.
Pisando ya el posible 4to. Gobierno, si volteamos la cabeza hacia atrás vemos como la cola de un cometa sigue detrás de los gobiernos del Frente Amplio. Una larga e indisimulable lista de amigos y familiares ubicados en distintos puestos de gestión, evidencia un desvío ético que casi como en un espejo se asemeja a aquello que se criticaba. Una profunda vergüenza interior hace que se procure no hablar de este tema y si alguien lo intenta, se le pega apresuradamente una etiqueta: “Unidad, compañero”, “no hacerle juego a la derecha”, etc. Abundantes ironías figuran en el Carnaval 2018 sobre dichos calificativos.
La realidad es una y es cruda: el ejercicio del gobierno ha generado una serie de perversiones más o menos disimuladas, pero perversiones al fin.
Recuerdo una frase que pronunció un alto dirigente en una reunión de dirección de determinado sector: “en política hay que tener una bolsa de caramelos”, ¡brillante síntesis de los gérmenes de corrupción! Según él, a la gente hay que preguntarle: “¿cuántos querés?” refiriéndose obviamente a lugares en las listas, cargos e incluso usándolo como recurso para ahogar discrepancias internas; y lamentablemente no sólo se dijo, fue puesto en práctica.
Algunos casos son más que evidentes y otros están disimulados; por ejemplo, familiares de jerarcas de una Intendencia son colocados en otra del mismo signo, o viceversa.
También abundan los que no obtuvieron cargos legislativos y ahora están ubicados en cargos de gestión y familiares de jerarcas ingresados en distintas funciones estatales.
Este panorama nos da la pauta que la posibilidad de perder el gobierno preocupa sobremanera, más que por los cambios a realizar, por la enorme mochila que llevan los sectores del partido de gobierno de gente suya que vive del Estado y “el drama social”, sumado a la crisis interna que traería el peso de esos desocupados políticos y las consecuentes pérdidas monetarias por los porcentajes del salario que se dejarían de cotizar.
Los cambios pendientes de realización están envueltos en una nebulosa con consignas como “si perdemos se viene la motosierra”, “se viene el macrismo”, muy similares a aquellas históricas de los partidos tradicionales como “les van a sacar la casa”, “los hijos se los van a llevar a Cuba”, pero la preocupación por la pérdida de “fuentes de trabajo” de los acomodados políticos es muy clara.
En síntesis ese posible escenario es como una pesadilla que los persigue; el ejercicio del gobierno y las perversiones que conlleva el reparto de caramelos ha condicionado el pensamiento y la acción de algunas fuerzas de izquierda desdibujando estrategias y objetivos finales. HABRÁ QUE SEGUIR LUCHANDO DESDE EL LLANO…
Cuestión de honestidad por Leo Pintos
En esa sensación de eterno déjà vu en la que se vive en Uruguay, el 2018 nos encontró debatiendo sobre clientelismo político. El mismo asunto que vemos como una gracia cuando se trata de puestos en el Estado como premio para los campeones del mundo de 1950 o las gauchadas en el BHU que ya nadie recuerda allá por fines de los noventa. Un debate inacabable y estéril que no alterará lo más mínimo ninguna estructura, pero que muestra a unos y a otros como interesados en acabar con esta situación. Y cuando creíamos que este nuevo empuje ético no iba a pasar de un cuestionamiento al uso discrecional de los recursos públicos con el correspondiente repaso detallado de casos de nepotismo, clientelismo y amiguismocon el consabido “y ustedes más”, en un dramático y jocoso giro de los acontecimientos a partir deloque sucede en la Intendencia de Artigas surgió una nueva visión, tan contemplativa como disparatada del fenómeno: nada mejor que un familiar del jerarca en ciertos cargos para depositar su confianza. Esto debería hacernos reflexionar sobre la falta de cultura jurídica que explica muchas cosas que pasaron y pasan en nuestro país. Decía Tácito, allá por el siglo I, que «Cuanto más corrupto es el Estado, más numerosas son sus leyes».Eso explica la necesidad compulsiva de nuestros políticos de legislar sobre el pucho, a sabiendas de que hecha la ley hecha la trampa. Y se sigue legislando sobre lo que ya existe, en una suerte de homeopatía para enfermedades incurables. Alcanza con remitirse al TEXTO ORDENADO DE NORMAS SOBRE FUNCIONARIOS PÚBLICOS para ver que ya está suficientemente claro cuál debe ser el proceder. Lo que sí es claro es que lo que pasa en Uruguay no es casual. Viene de una cultura arraigada en casi dos siglos de caudillismos y vicios institucionales que ha hecho carne en todas las tiendas partidarias. Es la vieja cultura de la tarjetita que hacía que apareciera el borne que faltaba para acceder al teléfono o la que mágicamente adjudicaba una solución habitacional.La cultura de la infidencia que dejaba suculentas ganancias para algunos y enormes pérdidas para muchos. La cultura de las leyes con nombre y apellido que favorecen a los que parasitan a la sombra del poder. La cultura de “M’hijo el asesor” que premia el porte de apellido. La cultura del oscurantismo en el ejercicio del poder que permitió que un humilde tambero de Maldonado en pocos años levantara un imperio económico siendo la mano derecha de un Presidente de la República. En definitiva, la cultura de la impunidad. No se trata de reclamar una asepsia en el relacionamiento de lo político partidario y la gestión del Estado pues en ningún país del mundo existe, pero sí al menos un mínimo de honestidad intelectual en los actores políticos devenidos en administradores para reconocer que es una práctica históricamente llevada adelante en todos los ámbitos del Estado. Y en este punto quiero detenerme; en la administración. Al referirnos al nepotismo normalmente se suele caer en un único tópico, el costo de esos acomodados en términos de sueldos, viáticos y otras prebendas. Sin embargo se suele obviar una consecuencia difícil de medircomo es el impacto devastador sobre la moral de los funcionarios de carrera. Sospecho que existe una estrecha relación entre la tan manida ineficiencia estatal y esta burocracia con nombre y apellido. Dudo mucho que a la hora de criticar el funcionamiento del Estado, alguien se detenga a pensar cómo puede sentirse el funcionario que se ve relegado en sus legítimas aspiraciones de reconocimiento a su desempeño por un militante cuyo único mérito es estar en el bando triunfante.La meritocracia es la primera víctima de la dedocracia. Porque hay un discurso generalizado, bastante falso y peligroso, de que el funcionario público es vago e ineficiente. Lo grave es que la consecuencia de esa generalización es que mucha gente que es realmente eficiente y creativa termina convencida de que no lo es. Sabido es que Uruguay tiene un talento especial para sacrificar inútilmente a los mejores en detrimento de los más vivos. Como dije antes, se trata de pedirles a nuestros políticos la honestidad intelectual para asumir culpas y terminar con estas prácticas abusivas y alcanzar un gran acuerdo para sentar las bases -independientemente de quien esté en el gobierno-para profesionalizar la gestión del Estado, especialmente en algunos aspectos estratégicos como son la educación, la investigación, la salud y la infraestructura.No se me ocurre mejor herencia para dejar a las futuras generaciones.
Sin límites por Melisa Freiría
Corrupción, amiguismo y clientelismo, siempre hubo. No quedan dudas de que últimamente ha cobrado mayor notoriedad hechos que afectan indudablemente la probidad de la “clase politica”. La gente está exigiendo y con razones muy claras sobre la mesa.
En estos últimos tiempos fuimos testigos de situaciones, tanto en el Frente Amplio como en el Partido Nacional y el Partido Colorado, donde no existe la ética, se ha incurrido en la ilegalidad, y se han enriquecido familias y amigos en el ejercicio de la función pública, donde a mi entender se debe estar al servicio de la ciudadanía y no al revés.
El Partido Independiente puso sobre la mesa y presentó a todos los partidos, medidas concretas para dar un shock de transparencia en el sistema político. Medidas que nos garanticen más controles y nos otorguen mayores garantías, como ampliar los cometidos de la JUTEP y llamar a concurso abierto de oposición y méritos a gerentes de entes autónomos, servicios descentralizados, directores de hospitales de ASSE, etc. ¿Qué excusa podría haber para no votar mayores controles?
¿Qué señales están dando los partidos políticos al permitir que se filtren en sus filas estos abusos? ¿Qué mensaje nos transmiten cuando se apoyan y respaldan unos a otros y se buscan excusas para justificarse? A no quejarse cuando se habla de “la clase política” y de que “son todos iguales”.
El mejor control social que podemos hacer, está en nuestras manos, y es hablar en las urnas. Demostrar que queremos gobernantes responsables en su función y no un circo donde entre amigos nos cubrimos. Ojalá en 2019 sea un insumo más a la hora de decidir.
Uruguay familiar por Andrés Copelmayer
En un mundo convulso con crisis de paradigmas socio culturales, poderes hegemónicos reseteados en esquelética reconfiguración, y con un creciente descredito popular sobre la institucionalidad global y la corrupción; Uruguay continúa detentando indicadores de convivencia ciudadana que nos colocan como la única democracia plena de América Latina. En ese contexto el compromiso con nuestra historia artiguista de inclaudicable reserva moral, nos obliga a profundizar garantías de transparencia y ética en todo nivel decisorio de los gobiernos nacional, departamental y municipal. En Uruguay nos conocemos todos. Somos una gran familia disfuncional, en la que por siglos los hijo/ciudadanos consentimos que la política cultivase el mal reflejo histórico de confundir “gauchada” solidaria con amiguismo y nepotismo antirepublicano.
Independientemente del análisis del proceso, la renuncia de Sendic a la Vice, marcó un antes y un después en la política uruguaya. El sistema percibió la alta consideración popular del valor de la ética y el peso del control ciudadano. Elevó estándares morales frente a actitudes que aunque no configuren delito, están reñidas con la conducta que hoy la gente espera de los gobernantes.
Con el multitudinario ayuno popular, murió la vista gorda de los “favores” políticos en los cargos públicos. Estos comprenden 2 categorías:
- Ñoquis: incluye premio consuelo a políticos del propio partido sin formación para el cargo, caídos del carro electoral; favores a cuadros de políticos de cualquier partido para financiarles militancia; pases en comisión cuyo objeto no es trabajar en lo que saben sino que la Administración Pública y los contribuyentes les paguen por hacer política partidaria; intercambio de votos por cargos a conocidos de referentes territoriales que sumaron caudal electoral a la causa; colocación de familiares directos o indirectos a dedo como favor personal a personas que no tienen formación ni concursaron para el desempeño de la función; y contratos para asesorías innecesaria que solo buscan dar renta personal a colaboradores que quedaron afuera del cuadro de las designaciones principales, o para cumplir acuerdos intersectoriales.
- Cargos de particular confianza: acá el efecto paranoia dispara estrechar aún más el círculo de quienes le inspiran al decisor plena confianza personal y política, independientemente de su capacidad para el desempeño del cargo. Como acaba de expresar sin tapujos la Intendenta de Lavalleja Adriana Peña, cuando nombró a su hermano como Jefe de Comunicación, lo hizo para que le “cuidarse las espaldas”, porque nadie la conoce mejor que él. ¿Cuidarle las espaldas de quiénes? Del superfluo micromundo de las operaciones políticas de propios y ajenos inherentes al ejercicio anacrónico del poder. De tanto cuidarse de todos aquellos que pueden o quieren hacerles sombra, estos gobernantes esquizofrénicos transforman la gestión pública en una cruzada personal infantil, de espaldas a las necesidades del pueblo que los votó. Son muy pocos los que en sus elencos de gobierno logran conjugar ese trípode garantista antiparanoide, que sume confianza personal, afinidad política y capacidad para el desempeño de la función encomendada.
La guerra mediática por contabilizar que partido tiene más familiares y amigos en el ropero, es una ilustración bizarra del intento por justificar lo injustificable. Lo que está bien seguirá estando bien e ídem con lo que está mal, sea del sector que sea.
Sin embargo soy optimista respecto este nuevo tiempo de transparencia política que recién comienza. Soluciones legales o administrativas para resolver el problema sobran. Y por suerte, existe cada vez más voluntad política para acabar con estas prácticas que menoscaban la reserva moral social de todo el país y desprecian el malestar popular que generan. Más que el dinero que se ahorraría quitando los parásitos de la administración, importa lograr la revaloración social de la actividad política, para fortalecer y mejorar la democracia oriental. Para ello, además de legislar, alcanzaría con que cada servidor público entienda que realizar su vocación es hacer lo que tiene que hacer y hacerlo bien. Como dijo el General Seregni bregar cada mañana siguiente por “decir lo que se piensa y hacer lo que se dice”.
Ceder al prejuicio y actuar demagógicamente por Roberto Elissalde
La demagogia, como los prejuicios, orienta la acción de mucha gente. Los segundos me dicen que los jóvenes flacos, con ropa deportiva y gorritos con visera, son peligrosos. La primera me aconseja: propongamos que se restrinja el acceso a determinados lugares (Punta del Este, por ejemplo) a personas que no tengan razones valederas para estar allí. La ignorancia y el oportunismo se suman y están en el origen de muchas leyes y políticas.
La prohibición absoluta de nuevos ingresos a la función pública en el segundo gobierno de Julio María Sanguinetti fue oportunista porque hacía creer que ésa era la solución a un problema grave (creado históricamente por el reparto de cargos entre los dos partidos tradicionales) se apoyaba en el prejuicio que decía que el país marchaba mal porque había muchos funcionarios (¡achiquen el costo del Estado, por favor!). Durante los siguientes diez años el Estado se llenó de contratos de obra y de servicio que encubrían relaciones de dependencia, la mayoría de las veces con pésimas condiciones para los trabajadores y sin ventajas para el contratante.
El nepotismo demostrado en las intendencias de Artigas y Lavalleja y la increíble politiquería de las designaciones dactilares en Cerro Largo (unos 1.500 funcionarios ingresados sin llamado ni concurso desde 2015) ha alimentado una vez más el prejuicio.
Contratar a un familiar o conocido para un cargo de confianza no está mal en sí. Los cargos de ese tipo son exactamente para eso, para poner a alguien de extrema confianza personal o política. Y está bien que se defienda ese punto de vista.
La simplificación de toda la vida social y política al rango de opciones “Me gusta” (like) y “No me gusta” (dedito para abajo) es un empobrecimiento de la complejidad. No es lo mismo poner a mi primo como responsable de un área en la que tiene conocimientos específicos y trayectoria que contratar a mi novia, a dos primos, tres sobrinos y a mi amigo para llenar mi gabinete. No es lo mismo. Y por eso hay que diferenciar entre nepotismo, como en el caso de Artigas, donde la familia era preferida para ocupar cargos y el hecho de que el Presidente deje a su hermano como subsecretario del Ministerio del Interior, cargo que viene ocupando desde hace años con gran profesionalidad.
Es por esta razón que actuar al barrer, por ejemplo prohibiendo contratar a familiares, sería un absurdo. Las soluciones no son fáciles ni evidentes. No existe una fórmula, que saliendo del prejuicio, solucione todas las situaciones. Ya quisieran los seguidores de Mark Zuckerberg que todo fuera así de sencillo. Ceder al prejuicio y actuar demagógicamente es fácil, pero no soluciona los verdaderos problemas.
Un reciente caso, el de las tarjetas corporativas en las empresas públicas o la administración central muestran cómo se puede encontrar soluciones rápidas que no arreglan nada. La eliminación de un mecanismo transparente como el de las tarjetas puede ser sustituido por viáticos o reembolsos que nunca serán tan fáciles de investigar.
Si alguien quiere intercambiar favores siempre va a poder hacerlo: contratando en un departamento a los sobrinos del intendente de al lado, que a su vez devuelve el favor. Lo que hay que exigir es que en los cargos de carrera o zafrales se imponga por ley el llamado público y abierto, vía Uruguay Concursa, en la administración central, organismos descentralizados, empresas públicas (incluyendo las de gestión privada) y especialmente en las intendencias. Y para los cargos políticos y de confianza, que el jerarca se haga cargo de elegir y designar a quienes mejor puedan servir a la tarea que se le encomendó. Entrar en consideraciones sobre si era mejor una secretaria elegida por concurso o una que fuera novia de su hijo llevaría a una caza de brujas sin fin. La moralidad al grito y la obligación de guardar las apariencias es tan mala como el nepotismo y la demagogia.
La mala noticia es que para controlar a nuestros gobernantes no existe una solución fácil. Hay que estar atento, separar la paja del trigo, hacerse un criterio y actuar en consecuencia. Nada que se solucione con una prohibición genérica ni un Me gusta.
Desconfianza por José Luis Perera
Hay un juego que suelen hacer algunos periodistas con sus entrevistados, en el cual le preguntan a quién salvarían en la hipótesis de que fueran en un bote que se está hundiendo. Más allá de lo interesante de pensar en quién salvar, en el fondo se esconde una cuestión muy clara: es natural y lógico que intentemos “salvar” (proteger, darle un buen empleo, etc.) a aquel con quien tenemos mayor afinidad, generalmente a los familiares más cercanos, pero también a los amigos más íntimos. Casi podría decirse que está en la naturaleza humana.
El tema es que esa decisión es absolutamente arbitraria. Cuando permitimos que alguien con poder, decida por sí y ante sí a quien puede favorecer, estamos consagrando la arbitrariedad, y pisoteando los derechos de otros.
De hecho, la Declaración Universal de los Derechos Humanos establece en el numeral 2 del artículo 21 que «Toda persona tiene el derecho de acceso, en condiciones de igualdad, a las funciones públicas de su país». De manera que el nepotismo violenta el derecho humano de acceso a funciones públicas de todos aquellos que se ven privados de la oportunidad de competir justamente por un cargo público.
Y el fondo del asunto es ese: no hay que prohibir la entrada de familiares de los jerarcas a la función pública (eso también sería arbitrario), sino prohibir su acceso de forma digitada. Esto es, que todos los cargos en el Estado sean llenados por concurso. De lo contrario, se puede prohibir el ingreso de familiares pero seguirán ingresando amigos y correligionarios, con lo cual la arbitrariedad seguirá tan campante.
El problema de fondo, son los cargos de confianza; si mañana mediante un decreto o de una ley se prohibiera que los ministros o directores de entes nombraran a familiares en cargos públicos, seguramente nombrarán a sus amigos y amigas, lo cual además será más difícil de controlar que el lazo de parentesco.
Si lo que se quiere evitar es la violación de un derecho, el de gozar de igualdad de condiciones de acceso a los cargos, lo que se debería prohibir es la existencia de cargos de confianza.
Si soy el dueño de una empresa o un comercio, y contrato a alguien de mi confianza para cierto cargo, estoy en todo mi derecho, porque es mi negocio; pero quien está al frente de un organismo o empresa estatal, es un administrador a sueldo contratado por la ciudadanía, y quien él contrate no tiene por qué ser de su confianza, sino de la nuestra (nosotros, ciudadanos). Y la confianza de los ciudadanos está dada por concursos organizados con claridad y transparencia en igualdad de condiciones para todos.
Si el seleccionado, por su idoneidad, resulta ser un familiar o el amigo de un jerarca, se habrá ganado su lugar con todas las garantías y sin violar ningún derecho.
Porque los ciudadanos ya depositan demasiada confianza en quienes eligen, como para confiar además en una pléyade de funcionarios, que por gozar de la confianza de jerarcas que nadie eligió, terminan usufructuando de los dineros públicos como una especie de casta por encima de la plebe. A lo que frecuentemente se agrega la corrupción lisa y llana, como el conocido caso de un jerarca del ministerio del interior que contrató a su hermana como psicóloga cuando no tenía título alguno.
Tal vez una prohibición temporal sea útil por Gonzalo Pérez del Castillo
Siempre agradeceré a Hugo Batalla la oportunidad que me ofreció de dirigir el proyecto de modernización del Poder Legislativo en el Uruguay (1995-1997). Yo había recientemente regresado de un periplo de 30 años fuera del país durante el cual me recibí en Australia y trabajé profesionalmente para Naciones Unidas. Confieso que jamás había logrado entender por qué el Uruguay- con el capital humano, natural e institucional que poseía- era un país subdesarrollado. En esos dos años lo comprendí todo.
Los parlamentos se crearon originalmente para el control del gasto, es decir, poner un límite a los impuestos que decretaba el Soberano (un Rey). Pero resulta que, en mi país, el organismo responsable del control del gasto incurría en un bochornoso despilfarro de recursos propios y era totalmente incapaz de controlar el gasto del Ejecutivo. No tenía (ni quería tener) los medios técnicos para hacerlo. El desproporcionado presupuesto parlamentario se repartía mayoritariamente entre más de 1500 funcionarios todos ellos, con la excepción de los taquígrafos y pocos más, contratados a dedo.
Con esta desconsolada premisa vayamos a las preguntas.
¿Hasta cuándo se va a manejar el Estado de esta manera? Hasta que los legisladores (los representantes del pueblo que paga impuestos) se den cuenta que esta es su responsabilidad y empiecen por aplicar la medicina en su propia casa. De no ser así, ¿qué autoridad política y moral tendrían para exigir reformas, recortes, cumplimiento de metas y mayor profesionalismo en el resto de la administración pública?
¿Han perdido toda noción de ética algunos gobernantes? No. Da la sensación de que esto ha sido siempre así. Hay gobernantes inmorales y hay otros, no todos, para quienes la noción de ética se circunscribe a la esfera individual. “¡Yo no me metí nada en el bolsillo! ¡Yo soy pobre!” exclaman con jactancia quienes incurrieron en colosales malversaciones de recursos públicos bajo su responsabilidad administrativa. Corresponde señalar que hay gobernantes ejemplares también.
¿Hay que prohibir el ingreso de familiares? No necesariamente. Si el familiar está calificado y es de toda confianza para un cargo de alta sensibilidad política, puede ser la persona ideal. Lo mismo se aplica a los cargos de confianza y los asesores. El Poder requiere manejar temas delicados, las negociaciones exigen confidencialidad, algunas gestiones estratégicas necesitan ser secretas. Un jerarca debe disponer de gente de su absoluta confianza personal y política. El problema es cuando esto adquiere proporciones epidémicas y hasta los cargos estrictamente técnicos o administrativos se reparten por cuota política. Lo cual, dicho sea de paso, destruye cualquier posibilidad de carrera profesional seria en la administración pública. Tal vez una prohibición temporal sea útil…a solo efecto de detener la epidemia.
Parientes al Poder por Perla Lucarelli
Nepote es una palabra que significa en italiano sobrino o pariente del Papa. Etimológicamente, el nepotismo deriva del latín nepos, otis = sobrino y traduce los privilegios y favores desmedidos que disfrutaban los parientes de la alta autoridad eclesial. Hoy, la expresión se extiende más hacia los parientes de las autoridades administrativas y políticas que benefician con cargos de confianza a su parentela, sin considerar su propia capacidad o formación académica. Sí, señora, señor, el viejo y querido ACOMODO. Ese fenómeno que hace que cuando el yerno del vecino entra como chofer al Ministerio,también hace entrar a su hija y al sobrino.
De la mano del Nepotismo, estáel amiguismo. El político que llega al poder gracias a los votos y favores de amigos, tarde o temprano caerá en sus propias redes, pues el Estado es finito, mientras que los favores que debe dar el político para permanecer en el cargo, son infinitos.
Otro problema del amiguismo, el nepotismo y otras lacras políticases que no se requiere de ninguna virtud para acceder a los cargos públicos más que la fidelidad al amo de turno ¡Ni siquiera se requiere una formación académica mínima! La obsecuencia hacia el administrador o político de turno es el currículum vitae mágico que abre las puertas al empleo o beneficio. De esta manera, en la mayoría de los casos, se deja a las personas capaces fuera y a los “amigos”, normalmente con poca o nula formación, adentro.
Lo cierto es que el ACOMODO existe desde que el mundo es mundo y donde quiera que trabajes es posible que el Nepotismo y el amiguismo sean parte de la cultura, ya sea de manera abierta u oculta. En distintos países hay posiciones polarizadas respecto a esta práctica: uno de cada cinco parlamentarios británicos emplea algún familiar para el trabajo administrativo. En EE.UU. la ley federal prohíbe específicamente que los trabajadores del gobierno empleen a miembros de su familia; algo que, sin embargo, no es ilegal en el sector privado. En países como España o Italia no es excepcional que hayas “logrado” un ascenso o un puesto por personas conocidas.
En Uruguay, el ACOMODO, amiguismo, Nepotismo, siempre fueron patrimonio exclusivo de los partidos tradicionales. La izquierda inmaculada llegó a salvarnos de la corrupción con sus gobiernos donde JAMAS, jamássssss, habría un acomodado, un amigo o un pariente en el Poder. Empezaron por algo menor:
el hermano del Sr. Presidente como Viceministro del Interior, el hijo como beneficiario de todas las licitaciones informáticas (Plan Ceibal, Plan Cardales, entre otros). Y un día despertamos y vimos que los gobiernos anti amiguismo nos habían construido el monumento al ACOMODO en nuestra cara y todos terminamos siendo una gran familia. ¡Oh, sorpresa! El Nepotismo no era patrimonio exclusivo de los PP.TT. Al final, los malos no eran tan malos y los buenos no eran tan buenos…
Próximamente en el Parlamento, un Proyecto del Senador Bordaberry para que la gran familia no se siga agrandando. Ojalá se aproveche.
Game Over… ¿o no? por Raúl Viñas
El tema de las relaciones familiares entre los jerarcas, especialmente los electos, y su personal de confianza, o los cargos directamente por ellos designados, explotó en los medios de prensa, casi tan ruidosamente como lo hacen últimamente los cajeros automáticos.
Su presencia en primera plana se ha mantenido por dias como pasa con muchos de los temas centrales de los informativos, y su análisis, para nada desprovisto de motivaciones políticas, está en las conversaciones de muchos uruguayos y en los más variados foros de las «redes»
Es que esas situaciones tienen muchos de los ingredientes que hacen tan atractivas y atrapantes a las «telenovelas».
En esta noticia se combinan los juegos de poder, el manejo de los dineros públicos, la financiacion de los partidos políticos, temas que se potencian por la mencion de compromisos políticos preelectorales entre otras improbables «explicaciones»
Si a eso le sumamos que salgan a relucir, a partir del conocimiento de esos hechos, las relaciones de pareja de algunos jerarcas, tenemos los ingredientes para la «noticia perfecta».
Las reacciones no se hicieron esperar, desde los «Yo no fuí» a los pedidos de legislación especial para atender en el futuro estas situaciones.
Eso sin que sea posible dejar de lado las las injustificables «justificaciones» alegando la legalidad de actos para cuya explicación se nos quiere convertir en expertos en los grados de relacionamiento familiar; hasta ahora materia casi exclusiva de escribanos y abogados. Que este tipo de situaciones pueda ser motivo de generar más legislación, es posible. Que esa legislación pueda evitar la repetición de los hechos, es a lo.menos dudoso, ya que entre el «hecha le ley hecha la trampa» y la «Viveza criolla» no hay ley que aguante.
Queda sólo el resorte de apelar al espíritu republicano de los jerarcas, a la vigilancia ciudadana y en especial la periodística, a fin de que todos se convenzan de que ese tipo de comportamientos no son admisibles y no serán aceptados. Eso es en especial aplicable a los que en pocos meses presentarán sus curriculums a fin de que la ciudadania con su voto les renueve el contrato o les de la posibilidad de acceder a algún puesto legislativo.
Así pues, será cuestión de todos que en este family game salga el cartel definitivo del GAME OVER.
De Pepe Botella a la familia Caram por Benjamín Nahoum
¿Cuál es el límite entre nepotismo y meritocracia, esto es, entre el nombramiento en un cargo de responsabilidad política de una persona, no por sus méritos o capacidades, sino por su cercanía o lealtad al gobierno (o al gobernante), y la designación exclusivamente con base en sus méritos, reales o supuestos? ¿Cuál es la fina y casi invisible línea que se atraviesa cuando para no parecer que se favorece a un amigo, se llena un cargo político sólo en base a currículos, o, en el otro sentido, cuando para estar seguro de su lealtad, se nombra vicedirector al hermano o a la novia?
Bueno, la cuestión no es simple, puesto que no se trata de designar a un profesor, para lo que el concurso sería un procedimiento idóneo, ni de contratar a una violinista, para lo que la prueba y el juicio experto podrían ser suficientemente buenos, sino de nombrar a una persona para ocupar un cargo en el que será importante que sepa de qué se trata, pero también lo será que comparta las ideas y principios que rigen al gobierno, sea del nivel que sea.
Claro, siempre están los casos límites: desde el famoso de Pepe Botella, apodo que quienes debieron soportarlo pusieron a José Bonaparte, cuya mejor virtud era ser un incansable tomador de vino, y a quien su hermano Napoleón puso de Rey en España y Nápoles, o más recientemente el de la familia Caram, que reúne a la flor y nata de la inteligencia y la experiencia artíguense, por lo cual el Intendente de ese departamento (casualmente, otro Caram) designó como directores y en otros cargos importantes a varios de sus parientes, carnales o políticos.
Hay menos casos notables, en cambio, de designaciones meritocráticas catastróficas, pero ¿se imaginan qué pasaría si el presidente Vázquez hubiera llamado a concurso para proveer el cargo de Ministro de Economía y Finanzas y se hubiera presentado y ganado (lo que no sería imposible, porque currículo tiene) el Dr. Ignacio de Posadas, que ya ocupó ese ministerio con el Dr. Lacalle de Herrera? ¿O si, cuando fue presidente, el Dr. Lacalle hubiera hecho la misma prueba y se hubiera presentado y hubiera ganado (lo que tampoco sería improbable, por su trayectoria académica y su militancia social) el Ec. Jorge Notaro? Como en el cuento de Bradbury del viaje al pasado*, quizá eso habría cambiado la historia del Uruguay.
Pero, en definitiva, ¿dónde están el camino, la decisión justos? Como en tantas cosas (no todas, por cierto), no en los extremos, sino en la adecuada combinación de las distintas posibilidades. Porque si bien esos cargos, esas funciones, necesitan capacidad, formación y experiencia para ejercerlos, también requieren lealtad, no a las personas, sino a los partidos y los programas. Si eso se cumple, creo que no importa demasiado si quien lo cumple es hermano o novia del gobernante. Aunque si no lo fuera, sería mejor.
* “El ruido de un trueno”, de 1952.
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