CHAÚ 2017
Así como así, casi sin darnos cuenta otro año se nos escapó como agua entre los dedos.
Hay personas, a las que les encanta hacer balance del tiempo vivido, buscar en el más acá o más allá de la memoria aquellos momentos que más satisfacción les brindaron, derramar alguna lágrima por lo que no fue, por la partida de los más amados, por los errores y desde luego, sonrisas por los aciertos. A mi nunca me interesó, felizmente.
Montevideo, la bella, se prepara para celebrar y recibir al nuevo año con árboles de Navidad en las vidrieras, en los hogares, en las grandes superficies comerciales, con gente que viene y va comprando los regalos que dejarán al pie del árbol navideño.
En un país con mayoría de católicos no he encontrado, nunca a una persona, mujer, varón que me hable de Jesús de la traición de que fue víctima, de su dolorosa muerte, de sus últimas palabras, según la Biblia, desde la cruz erigida en el Gólgota.
Hace ya muchos años, cuarenta tal vez, viajé a Israel. Conocí el Santo Sepulcro, el Jardín de los Olivos, donde recogí un puñado de tierra santa para compartirla con quien la necesitara. Y fui a Belén a la cueva donde nació Jesús.
Y, donde, según los relatos bíblicos, solo había un pequeño pajar, un asno, un rumiante la madre y el padre del niño. Solo cuando llegaron los Reyes Magos el hijo de María y José tuvo regalos. Jesús nació y murió pobre.
Antes, durante y después de Jesús hubo y habrá pobres, desamparados, hambrientos. Para ellos no hay regalos, para ellos nadie sale a recorrer negocios, para ellos no existe el consumismo, no lo conocen, no lo imaginan. Solo quieren alimentos, agua y conocer algún día algo que se llama dignidad.
En Nochebuena se recuerda el nacimiento del que, según la Biblia, dio la vida por nosotros. Vamos a celebrarlo en lo que tiene que ser “una noche de paz, una noche de amor.”
Para seis recolectores de residuos hubo regalos adelantados: recibieron, por parte de la Intendencia, flamantes motocarros con los cuales saldrán cada día a recorrer las calles de la ciudad en busca de lo que les permite vivir. Felicidades y suerte para ellos y para los caballos que, por fin, van al campo de donde nunca debieron salir.
Este semanario y su gente salimos de vacaciones y volveremos en el mes de febrero, es decir, regresaremos acompañando el carnaval.
Les deseo lo mejor, les deseo una feliz Navidad con o sin regalos y un 2018 con salud, con ánimo para seguir adelante, para no darse tiempo para la depresión, para esperar con cada amanecer una nueva conquista. Para ser solidarios, para amar, respetar, para decir no a la violencia, para intentar ser (y lograrlo) cada día mejores.
Hasta 2018. Que sean felices.
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