Fabio Zidán es actor, director y un gran generador de actividades escénicas. Este año dirigió, junto a Gustavo Bianchi, La forma de las cosas, uno de los espectáculos más interesantes de la temporada. Con esa obra como excusa Voces fue hasta el Z Espacio, donde Zidán da clases y tiene su estudio, y conversamos sobre parte de su trayectoria y sobre su particular forma de dirigir.
Zidán nació en la ciudad de Libertad a cuando terminaba 1965. Si bien la ciudad se encuentra a solo 50 kilómetros de Montevideo, la venida a la capital para estudiar fue un proceso complejo. “En aquella época la distancia se sentía, hoy creo que no, pero venirte era un paso gigante. Separarte de tus padres, de tus hermanos, de tus amigos, pero bueno, la vida tiene esos momentos en que hay que tomar decisiones”. Las decisiones respecto a qué estudiar se vinculan a inquietudes que Zidán manifestó de pequeño, por un lado, la ingeniería, y por otro la actuación. “Siempre me llamaron la atención los números, y tenía también siempre el tema de la actuación. Me acuerdo que con cinco años hice Bambi en Libertad. Mi mamá daba clases, y con otra maestra hacían cosas y me quedó grabado eso. Y después de chico hacía los pesebres con realismo, usaba arena, me gustaba hacer puentes, les ponía agua, ecosistemas con animales. Iba a pescar y le ponía pecesitos. Iba creando como un sistema de ingeniería sin darme cuenta, y después conecté. Esas dos carreras estuvieron siempre en mí”.
Instalado en Montevideo para estudiar ingeniería enseguida reapareció la veta de la actuación, pero la convivencia entre las dos carreras tuvo tensiones. “Di la prueba para entrar a la EMAD y siempre tenía ese conflicto, varios docentes no aceptaban que estudiara otra cosa que no fuera teatro. Sufrí mucho esa diferencia dentro de la EMAD por hacer otra carrera. Pero bueno, yo creo que esto se trata de ser fuerte y seguí para adelante. Siempre tuve el apoyo de mi familia, en especial de mi vieja, y en la parte artística un día Nelly Goitiño me descubrió que estaba estudiando números en los recreos, y me preguntó. Le conté que hacía ingeniería y el conflicto que tenía y ella me contó que dejó la carrera de abogacía dos veces, y la retomó. Y me dijo: ‘pase lo que pase no dejes’, me quedaban ocho materias y quería dejar, pero me dijo que la ingeniería para mí iba a ser lo que para ella la abogacía, un trampolín para la carrera artística. Y si, la libertad de tomarme el tiempo que quiero, de hacer un taller cuando quiero y elegir qué hacer artísticamente me la da la ingeniería.”
Recibido de las dos carreras a comienzos de los noventa, un momento destacado de su trabajo actoral fue el unipersonal El elogio de la Locura, sobre textos de Erasmo y con dirección del cubano Ramiro Herrero Beaton en 1996. Sin embargo, a fines de los noventa Zidán concentró su trabajo en el interior de nuestro país. “Estuve ocho años haciendo mucho teatro, pertenecí a la ATI, participé de las bienales, hacía propuestas que luego salían de gira en mi camioneta. La ingeniería ya en ese momento dio sus frutos, me daba recursos para poder salir de gira llevando escenografía, vestuarios. Llevé a Sergio Lazzo al músico Sergio Fernández. Tenía la necesidad de crecer y como no me podía venir empecé a llevar gente.
¿Cómo era el vínculo con el público en esos años?
En el pueblo el público es muy cercano y acotado. Yo quería venir a Montevideo para poder hacer más funciones porque sentía que trabajaba mucho para pocas funciones y ahora en Montevideo también se hacen pocas funciones. Lo que hace veinte años atrás no quería hacer hoy por hoy lo hacemos todos acá. Pero me vine con mucha experiencia de diferentes teatros, hice giras por mi cuenta, porque en ese momento no había fondos, y anduve en todos los teatros, desde el Larrañaga de Salto, hasta Artigas o Tacuarembó.
Eso te dio mucha experiencia de escenario entonces
De escenario y de producción ejecutiva. Estaba haciendo una especie de pequeña micro empresa sin tener idea. Iba a la ferretería a juntar pintura, conseguía martillos que no se usaban, clavos oxidados. Hacía una campaña puerta a puerta para conseguir vestuario. Organicé un taller de materiales reciclables para distintas edades de donde surgieron unos cien muñecos, de varilla, cabezudos, títeres. Después apareció el tema del circo, hicimos zancos, malabares, y armamos un paquete gigante como de cien personas que le vendimos tres o cuatro años a la intendencia para los desfiles. Andábamos por toditos los pueblos. Esa experiencia estuvo re buena.
Estabas produciendo y actuando ¿Pero ya estabas dirigiendo? Porque con el tiempo fuiste dejando de actuar y pasaste a la producción y la dirección.
No me siento un productor sino un generador. Uno genera encuentros, espacios y caminos para que las cosas aparezcan, pero siempre donde uno está. Un productor produce espectáculos en donde no está, yo no hago eso. Y lo que pasa es que en 2005 me gané la beca a Madrid (Beca España en Dirección de Teatro y Dramaturgia que lo llevó al Teatro Nacional de Cataluña y al Festival Internacional de Cádiz además de a Madrid), para estudiar dramaturgia dirección y actuación. Estudié con Sanchís Sinisterra, con Sergi Belbel, con (Juan) Mayorga. Y después con mi compañera decidimos tener un hijo y ahí viene ese cambio donde uno se pregunta qué hacer. Me iba bien, también había trabajado en cine con el Ensayo sobre la ceguera (película de Fernando Meirelles rodada en Montevideo y estrenada en 2008). Pero bueno, me pasó que cuando nace mi hijo muere mi mamá, y si bien la vida y la muerte conviven los conflictos hay que resolverlos. Y que las dos cosas más hermosas que se tienen en la vida como la madre y un hijo al mismo tiempo aparezcan y desaparezcan es algo para trabajar. Ahí me puse a pensar qué hacer para no desaparecer. Yo no pertenezco a ninguna institución, no tengo ningún empleo institucional, y surge la idea del FITUU (Festival Internacional de Teatro Unipersonal del Uruguay). Era una forma de poder hacer algo y seguir conectado, vinculado y aprendiendo. En Uruguay no había festivales internacionales, las muestras de ACTU (Asociación de Críticos Teatrales del Uruguay) se habían dejado de hacer y el FIDAE (Festival Internacional de Artes Escénicas) no existía. Y pensé que era un formato que podía funcionar. Y nació el FITUU que empezó con una locura de 20 unipersonales en la ACJ (Asociación Cristiana de Jóvenes, en el 2006). Abrió Cristina Morán (con La dulce historia de Florinda Flores) y hubo una energía increíble. Después fue tomando un formato que fuera más viable intentando que permaneciera. Porque la tendencia es que es los proyectos independientes desaparecen, es muy difícil, pero el FITUU sigue. Tuvo muchas crisis, era un tiempo en que no se manejaban tanto las redes sociales y había que trabajar con carpetas, CDs, una masa de materiales físicos que te enviaban y después no sabías qué hacer. Todo ese material se llevó al CIDDAE (Centro de Investigación, Documentación y Difusión de las Artes Escénicas) en el Solís. Fue como aceitándose la máquina, pero cansándose los rulemanes. Y ahí viene el cuestionamiento para encontrar un formato que permita que sea viable y poder disfrutarlo. Pero bueno, a los cinco años del FITUU ya me vuelven las ganas de empezar a hacer algo y de dirigir, no de actuar.
En general trabajás en obras de pequeñas dimensiones muy jugadas a la actuación más allá de algunos elementos de la puesta. Recuerdo Algo de ruido hace (2012, texto de Romina Paula y actuación de Josefina Trías, Lucas Barreiro y Agustín Urrutia), La niña de madera de aquel Polonio (2013, texto y actuación de Maricruz Díaz) o este año La forma de las cosas (texto de Neil Labute, elenco del Teatro Circular) y siempre la verdad de las actuaciones es un elemento central de los espectáculos. ¿Cómo es tu forma de trabajo?
Lo primero es que te tenés que enamorar de texto y de lo que querés hablar. Para mí es fundamental. Si vos lográs enamorarte de lo que vas a hacer ahí podés enamorar a los demás. La forma de las cosas tiene un tema central, que desde mi punto de vista es la manipulación, y es un tema constante. Me pasa un poquito como padre que pienso hasta qué punto cuando uno educa manipula ¿Dónde está la línea divisoria entre la educación y la manipulación? Quería hablar un poco de eso. Y si vos te enamorás, podés enamorar, para mí pasa por ahí. Después hay todo un trabajo que me gusta hacer, un trabajo de mesa, de estudio, de análisis, de encontrar donde se separan las unidades, cuándo cambian las fuerzas en pugna, qué motiva las fuerzas, de qué lado está cada actor, cuándo una unidad del principio se conecta con la unidad final, dónde hay un punto de giro o un punto de inflexión. Después con el equipo de análisis realizamos una fábula con palabras nuestras, de qué contiene la unidad, bajando a tierra. Todo eso te lleva a generar un volcán creativo que no para. Y con esos análisis pasamos a un mes de improvisación. Y ahí van surgiendo cosas porque los actores ya tienen un mundo que les mueve y se conectan entre ellos con las improvisaciones. Ahí van surgiendo cosas. Y después viene el trabajo final de lo que es la puesta.
¿Y cómo fue dirigir con Gustavo Bianchi?
Yo ya había trabajado con Gustavo, lo había dirigido hace tiempo y habíamos charlado de hacer algo en el Circular. Era un desafío hacer una codirección, porque no es lo mismo que convivir como actores o como director y actor. Pero nos entendimos bárbaro, por suerte estábamos en la misma línea.
Fue un análisis en conjunto entonces
Sí, trabajamos bastante acá, en el Z espacio, y nos llevamos bárbaro. Los dos tenemos en común que no nos gusta mucho el teatro de la ilustración. No quiere decir que no podamos hacer otro tipo de teatro, pero cuando uno conduce prefiere hacer lo que le gusta. Y trabajamos bárbaro, nos escuchamos mucho. Y dirigíamos estando los dos presentes, eran cuatro ojos, y había cosas de intuición que se fueron dando.
Y volviendo a el cómo se dirige vos tenés que vibrar con el texto, sino vibrás con el texto no podés dirigir. Después cuando estás dirigiendo empezás a vibrar con lo que pasa. Y si vibrás tenés el sonido, el timbre, el registro. No sé bien qué es lo que me pasa, pero sé, cuando escucho algo, si es verdad o no. O sé cuando escucho algo si está hecho como una melodía de una frase, artificial, estudiada por un actor, con un flúor en el renglón. No sé cómo me pasa pero enseguida digo «no, es una nota más alta», o «no, tu respuesta no está en sintonía a la pregunta». El desafío es que si no funciona lo que estamos haciendo hay que cambiar de lugar, de espacio, de lenguaje o de concepto. No podés cambiar algo haciendo lo mismo, ya lo dijo Einstein. Me parece que hay algo intuitivo en uno cuando dirige, por momentos quiero trabajar con distintas sonoridades, por momentos quiero trabajar con distintas luces, o telas. Me parece que una de las cosas más difíciles para el director es cuando el actor se aprende el texto de memoria a priori, ahí se levanta una persiana en donde la memoria le está diciendo al cerebro “tenés que hablar ahora» (risas). En esos casos no está el pulso, la electricidad dinámica de esa energía que tiene que venir de adentro, porque está la razón metida en el medio. Hay temas que te van quedando de las improvisaciones, de los análisis, que te hacen vibrar. Si pasamos el texto de memoria vas a hacer una melodía de la frase, y si hacés una melodía de la frase estudiada seguro vas a hacer la ilustración de las acciones y ahí la actuación va a estar distante de lo que uno espera.
Tiene que haber una comunicación fluida con el elenco
Lo que pasa que si vos no generás confianza no podés conducir nada en la vida, es como un técnico de fútbol, si no generás confianza ¿Quién te va a escuchar? ¿Quién te va a respetar? Esto es lo mismo. Y a mí me gusta mucho hablar. Me parece que lo primero que tenés que hacer con los actores es tomarte un vino, una cerveza o un mate. No te digo saber la vida personal, pero sí tener esa confianza de charlar para que se genere la confianza de escucharse.
Y me gustó mucho trabajar en el Circular, estoy muy agradecido. Me gustó mucho trabajar con todo el elenco, con ese espacio, convivir con Gustavo. Esta experiencia nueva de la co-dirección me encantó. La forma de las cosas es una obra que no me aburro de ver. Y me gusta verla para exigir un poquito más al actor, me gustó mucho el proceso. Y fue mi primera experiencia de dirigir en un teatro circular. La volvería a repetir
¿Ensayaste acá en tu espacio?
En parte. Ensayamos en el Circular, pero a veces, para no parar porque había otros espectáculos y otros ensayos veníamos a para acá, para el Z Espacio. Yo creo que todos tenemos el sueño de tener un lugar, porque un espacio también es un trampolín para crear. Acá doy clases de teatro, también puedo ensayar y proyectarme con más facilidad.
¿Qué planes tenés para el 2023?
Se va a reponer La forma de las cosas. Tengo un texto que me gustaría dirigir, pero no sé si va a ser el año que viene. Siempre es difícil trabajando de forma independiente. Y también me gusta distanciarme después de los procesos y como purificarme. Y me gusta mucho vivir, estar con la familia, salir, pescar… Lo que sí probablemente se haga el FITUU el año que viene. Ya está armada la programación, salió el apoyo de Iberescena. Falta cerrar la parte numérica pero ya está.
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