El asunto es delicado. Personas cercanas que me quieren bien me han aconsejado no “menearlo”. No obstante, siento un impulso, creo que sano, a insistir. Me parece un asunto que refiere a la palpitación en nuestro país de los valores éticos republicanos más profundos.
- La Justicia ha dispuesto compensar a Amodio Pérez en la suma de $1.600.000 cómo indemnización por el tiempo en que, a juicio del tribunal superior, fue condenado injustamente y estuvo preso.
Amodio Pérez fue condenado y estuvo preso dos veces. La primera, allá en los comienzos del periodo aciago, por haber cometido más o menos los mismos actos y acciones que perpetraron Mujica, Manera, Fernández Huidobro, Bonomi, Engler, Zabalza y los demás guerrilleros tupamaros. La segunda vez, más reciente, fue por haber colaborado con los militares en el proceso de búsqueda y captura de sus antiguos compañeros de guerrilla: algunos de aquellos que he mencionado más arriba.
- Los llamados militares del proceso han sido acusados, con todo fundamento, de desacato a su juramento de defender la Constitución y de violaciones graves a los derechos humanos. Esa generación carga con un baldón. En consecuencia, de ello mucha gente deduce que no debe mostrarse piedad ni consideración alguna hacia quienes colaboraron con ellos: en este caso Amodio Pérez, que se pasó de bando.
III. En aquellos tiempos lejano-cercanos unos cuantos uruguayos resistimos, de la forma que pudimos, al avasallamiento militar, su golpe de estado contra las instituciones de la República y sus violaciones a los derechos humanos que, en distinto grado pero sin excepciones, golpearon a todos los uruguayos. Pero estábamos contra ese régimen impuesto no porque fuera específicamente militar: nos resistimos por adhesión a la libertad pisoteada y en defensa del Derecho y la Justicia.
- La fiscal y la jueza que condenaron en esta segunda vuelta a Amodio Pérez no comprendieron eso. Pensaron -siguiendo en un sentido literal el relato que se instaló sobre el sentido del enfrentamiento en aquellos tiempos- la condena que la opinión pública del Uruguay descarga sobre los actores del período militar los obligaba a ellas –fiscal y jueza- a condenar a cualquiera que con ellos colaborase, aunque fuera en una tarea de identificar y aprehender guerrilleros que combatían a un gobierno legítimo votado por los uruguayos.
Esos guerrilleros, en aquel momento buscados y encarcelados, han sido después gobernantes. El Uruguay ha sido magnánimo con ellos. Pero una cosa son las leyendas incorporadas en la opinión pública (leyenda en la que estos guerrilleros son puramente víctimas y héroes) y otra cosa es la justicia.
- En nuestro país se alimentó un propósito de recuperación de la conciencia ética de la sociedad, es decir, de ese filtro espontáneo que distingue lo que está bien y lo que es directamente inaceptable. La cantidad de violaciones a los derechos humanos y a los valores éticos históricamente propios del Uruguay que tuvieron lugar en los años aciagos lo justificaba y hasta lo exigía. Pero ese necesario proyecto de recuperación ética, paralelo a la recuperación institucional, perdió transparencia cuando derivó a un juicio de conductas políticas y a ser el sustento de apoyos o rechazos de bandos. La condena y la desautorización ética del autoritarismo y la defensa del Derecho (y los derechos) se convirtió en apoyo político de unos y en condena de los otros. La opinión pública y la conciencia de la sociedad pasaron a referirse (y discutirse) no sobre el Derecho, la libertad y la prepotencia sino sobre militares o tupas.
- Elizabeth Noelle-Neumann tiene un libro titulado “La espiral del Silencio”. Sostiene esta autora que las personas observan su medio social, se fijan en lo que piensan sobre ellas, son concientes de las tendencias. Muchas de las conductas sociales se originan en la tendencia muy humana de evitar el aislamiento. De allí provienen tanto afirmaciones como silencios. El miedo al aislamiento hace que la gente trate constantemente de comprobar qué opiniones y modos de comportamiento son aprobados o desaprobados en su medio. La opinión pública es considerada como un tribunal de cuya desaprobación hubiera que protegerse. Esta es una descripción correcta del funcionamiento de la sociedad: no puede ser una explicación de los procedimientos judiciales.
VII. En el relato esquematizado de justos y pecadores que ha hecho camino en la opinión pública de nuestro país Amodio Pérez estuvo bien preso las dos veces. Sobre esa misma base parecen haber funcionado tanto la fiscal como la jueza que lo condenaron y cuya sentencia acaba de ser revocada. Pero, de nuevo, una cosa es la leyenda y otra cosa la justicia.
Si yo quiero zafar del esquematismo y rescatar el verdadero sentido de la lucha contra la dictadura en nuestro pasado, que fue una lucha por el derecho y contra la arbitrariedad, con la misma convicción debo rechazar el anterior fallo que condenó a Amodio Pérez y celebrar ahora su revocación. Yo no estoy a favor de Amodio: estoy, como estuve antes y con la misma convicción, por la justicia y en defensa del derecho. No me callé antes y no me puedo callar ahora.
Considero que éste es un asunto muy serio; no refiere solamente a un fallo judicial equivocado y rectificado: refiere a la construcción de nuestro pasado (qué pasado queremos darnos) y a la construcción-reconstrucción de la conciencia nacional.
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