El jueves 21 de marzo pasado, por segunda vez, el Grupo Internacional de Contacto sobre Venezuela se reunió, esta vez en Quito. A diferencia de lo sucedido el 7 de febrero, en Montevideo, Uruguay suscribió el documento que incluye lo que nuestro país había rechazado en la primera reunión: la exigencia de liberar a todos los presos políticos venezolanos como forma de normalizar el clima previo a un proceso electoral.
Pero al día siguiente, viernes, las agencias internacionales recogían otra noticia, igualmente inesperada: la Cruz Roja tomaba la decisión de distribuir la ayuda humanitaria que espera en la frontera. Al parecer, el papa Francisco movió sus piezas para hacer que la Cruz Roja cambiara su decisión original.
Le guste o no a Maduro, la ayuda humanitaria y la decisión del Grupo de Contacto ayudarán a crear las condiciones para una salida a través de elecciones libres, sin proscriptos, sin presos políticos, y bajo la observación internacional. Tal vez, Maduro, esta vez haya percibido claramente que si hay un diálogo tendrá que ir preparado para perder, es decir, que ese diálogo conduzca, bajo la luz de toda la prensa internacional, y frente a pesos pesados de los distintos gobiernos que acompañan a Guaidó y la Asamblea Nacional, a unas elecciones en que sólo lo va a acompañar una minoría muy exigua. ¿Estará dispuesto a jugar sabiendo que va a perder? Ahora solicita a Uruguay y México que intervengan, pero sólo Uruguay contestó solícito, recalcando que no reconocen a Guaidó. Estamos bien.
El 7 de mayo se cumplirán los 90 días acordados. No sólo por el discurso tradicional del chavismo sino por la exaltación permanente al uso de la fuerza, no es de descartar que esa sea la única salida que hoy visualizan Maduro y sus aliados. Están demasiado comprometidos con la corrupción, el narcotráfico, la violación de los Derechos Humanos, como para confiar en una salida electoral que desemboque en un país regido por el Derecho.
¿Y qué puede pasar si al cabo de los 90 días que se propuso el Grupo de Contacto no se cumple el proceso de salida? Posiblemente sólo quede abierta la alternativa de una guerra, o que algún sector grande del ejército venezolano decida sacarse a Maduro de encima, siempre y cuando los cubanos acepten pagar ese precio para no perder todo.
Cuba, metida hasta la médula en el aparato estatal venezolano, no soltará su presa sin nada a cambio. Necesita un mínimo de 2500 millones de dólares anuales para mantener en funcionamiento su propio Estado. Con una Venezuela fundida, con Brasil y Argentina, en condiciones similares, pero actualmente gobernados por presidentes conservadores, con países africanos que ya le dieron la espalda, muy poco le queda al régimen cubano salvo el eterno latiguillo de ser la víctima de un bloqueo económico real por parte de Estados Unidos, pero discutible en cuanto a sus consecuencias. En este contexto, ¿está el gobierno de Cuba y su Partido Comunista en condiciones de respaldar un desenlace armado en Venezuela? La respuesta debería ser sí. Es el único país que ha intervenido en todos los otros de la región, a veces a través de su Departamento de Seguridad del Estado, a veces con tropas, con armamento, o preparando organizaciones armadas. Obama había iniciado un proceso de aproximación que apuntaba a ampliar el intercambio comercial con la Isla, pero ganó Trump, y la vía de navegación se cerró, como en aquel maravilloso libro de Alejo Carpentier, justamente ambientado en una comunidad indígena venezolana: «Los pasos perdidos». Cuba y Estados Unidos volvieron a quedar como estaban antes de que Obama tuviera la osadía de visitar la Isla, y hasta de mostrarse dispuesto a arriesgar una relación personal con Raúl Castro.
En un escenario de guerra, ¿podrá Cuba encabezar una respuesta militar exitosa en Venezuela? Los cubanos saben, mejor que nadie, que no van a contar con las tropas venezolanas, si acaso con ese ejército lumpen de los llamados colectivos, los ejércitos narcos, y los restos de las guerrillas colombianas que deambulan por la región. ¿Contarán, entonces, Maduro y el ejército cubano con el apoyo militar directo de China y Rusia?
Las relaciones entre chinos y rusos tienen un largo historial de enemistad. Cuba fue, precisamente, el epicentro de las mayores discrepancias y alejamiento, a pesar de compartir las banderas del marxismo leninismo. Esa distancia, hoy, puede ser todavía mayor como para comprometerse en una aventura armada de consecuencias irreparables. ¿Hasta dónde Rusia podría comprometer su futuro cuando la Unión Europea ha hecho explícito su apoyo al presidente del Parlamento venezolano, y propone una salida electoral, que le haría pagar un costo político alto a Putin si boicotea el proceso abierto ?
Por su parte, China, ha invertido 250 mil millones de dólares en América Latina, y es sólo el comienzo de una relación que la va a fortalecer económica y políticamente, conforme la situación regional no se vea alterada por una guerra que liquide la poca prosperidad que han podido acumular algunos países latinoamericanos.
A principios de año pocos conocían a Guaidó. La torpeza endémica de Maduro, lo transformó en un líder popular. Hay un antes y un después de esta Asamblea Nacional y de su Presidente de turno. Pero no se trata de Guaidó. Demasiados líderes están presos y proscriptos y nada se detuvo. Son las condiciones deplorables en que vive el pueblo venezolano, y la generación de jóvenes diputados, electos por una abrumadora mayoría, que van a seguir luchando contra un régimen de fuerte carácter fascista.
Sus amigos uruguayos tienen poco tiempo para reaccionar y hacerle ver a Nicolás Maduro que debe irse a tiempo. De permanecer en un poder que no le pertenece va a poner las cosas más difíciles de lo que están, y sus amigos uruguayos también van a sufrir las consecuencias. Los principales países del mundo están mirando atentamente todo lo que pasa allí, y las autoridades que asuman en Venezuela, también van a guardar clara memoria de quienes estuvieron con ellos en los momentos más difíciles de su historia.
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