Cuando en 1968, unos individuos que actuaban influyendo sobre los más calificados actores políticos de los Estados Unidos, impulsaron la fundación de la Asociación Americana de Consultores Políticos, advertían al universo de los tomadores de decisión que unos expertos cada vez más influyentes habían desarrollado un cuerpo doctrinal sólido en los que sostener su práctica profesional, habían llegado para quedarse, y que ese era sólo el comienzo.Unos meses después, ya en 1969, se constituyó la AAPC, la American Association of Political Consultants, que hoy reúne a más de 1.600 miembros, no sólo de los Estados Unidos. Y los hay de los que se perfilan para encontrar “ese” cliente que buscará llegar a la Casa Blanca, como los que prefieren el tercer nivel de gobierno, es decir, gobiernos locales. También los que asesoran empresas y los que se embarcan en causas emergentes de la sociedad civil. Entre los socios de AAPC hay consultores políticos, de medios, encuestadores, gerentes de campaña, ejecutivos de asuntos públicos corporativos, profesores, recaudadores de fondos, cabilderos, personal del Congreso y hasta proveedores de servicios conexos. Luego, hace ya 23 años, se constituiría la Alacop, la Asociación Latinoamericana de Consultores Políticos, inspirada en la experiencia estadounidense. Para no pocos, la consultoría política nació hace seis décadas. Pero en realidad, desde la organización del poder y la existencia de decisores, hay asesores o consultores.
Mucho antes que Jesús
En sentido estricto, el consejo político es algo más antiguo, casi tan viejo como la necesidad de ganar elecciones. Para la investigación histórica, el primer consultor político fue Quintus Cicero, autor del “Cómo ganar una elección”. Fue su aporte para ayudar a su hermano, Marco Cicerón, a ganar una campaña para el consulado de Roma en el 63 A.C. Se trata de una temprana sistematización de “sabiduría política” sobre “la cosa pública”: desde la importancia de prometer todo a todos y recordar a los votantes los escándalos sexuales de sus oponentes hasta “asumirse” un camaleón, dar un buen espectáculo para las masas y rodearse constantemente de partidarios rabiosos. Desde allí hasta hoy, han pasado más de dos mil años. Y aunque el poder sea algo ambicionado, sus complejidades, la propia opacidad de los procesos o recorridos para la toma de decisión, las mieles y la hiel de los entornos, ha hecho que el ejercicio del poder vaya frecuentemente asociado a cosa ingrata, algo enredada…
Platón en “La República” se centra en reflexionar sobre un gobierno bueno. Pero Nicolás Machiavelo no; piensa en un gobierno eficaz, el que obtiene mejores resultados. Es que para NM la política es la lucha por el poder, en la que intervienen todos los actores sociales, pero no del mismo modo. En su obra “El Príncipe”, poco leída e incomprendida, aconseja a su príncipe audacia y valentía, valerse de la buena fortuna. Y entre ser temido y amado, temido, pues así evitará las traiciones. Pero para alcanzar sus objetivos, el príncipe apelará a su astucia, inteligencia y pragmatismo. Pero más de uno meditará al leer “nunca intentes ganar por la fuerza lo que se puede ganar mediante el engaño”. Quizás sea ésta una de las ideas que más controversias ha provocado, al independizar la política respecto de la ética; es decir, divorció lo que debe ser de lo que es. Desde esta neutralidad y asepsia, habrá de analizar y objetivar los hechos políticos más allá de miradas éticas. NM nos recuerda que nunca hay logros definitivos, que, si se desatiende, si se baja la guardia, se retrocede. Las cosas han de renovarse para que puedan perdurar. Algo fundamental del pensamiento de NM, es que su visión política de la realidad parte de asumir dos elementos claves, el conflicto y la incertidumbre, ambas dos siempre presentes en la vida pública.
Los asesores frente a la debilidad de los partidos
Los pioneros de la consultoría política alcanzan la maduración de su práctica profesional y una masa crítica y una doctrina más sólida, en la década de 1960i. Estamos hablando de un país con un gasto anual global superior a los mil millones de dólares en la comunicación de campañas. Según la propia AAPC, “el asesoramiento político como negocio, independiente de otros tipos de producción de ingresos, comenzó aproximadamente al mismo tiempo que la formación de la Asociación Estadounidense de Consultores Políticos, en 1969. Solo un puñado de personas asistió a la primera reunión en el Lincoln Center de Nueva York. Ciudad. La Asociación cuenta ahora (2020) con más de 1,600 miembros activos.” Pero su legitimización profesional y social, se alcanza en las elecciones presidenciales de 1960, en las que John F. Kennedy resultó ganador por un escaso margen, apenas unos 100 mil votos, menos del 0,2% del censo. JFK ganó en cinco estados por menos del 1% de diferencia. Y pese a que muchos diarios denunciaron fraude en los estados de Texas e Illinois, Nixon no impugnó aquellos resultados, pero se tomaría venganza en 1968. Después sería reelecto y luego debió dimitir a causa del escándalo por el espionaje a la sede del Partido Demócrata. Aquella campaña significó un corte conceptual: la televisión fue el escenario mayor. Un nuevo lenguaje de comunicación se impuso y JFK se movía en ese nuevo ambiente con naturalidad y lucidez, mientras que Nixon mostró su tosquedad, su perfil cuáquero, de un hombre trabajador, esforzado pero parco. Representaban opuestos, y efectivamente lo eran.
Hoy, 2020
Desde allí hasta acá, la labor de ese cuerpo de asesores ha hecho más complejo el juego político, y ha sido un factor, entre otros, que incidió en la transformación de los partidos, de los debates y de las propuestas, base de la fuerza de la institucionalidad, en operaciones circunstanciales para dar sentido sin sustento social a aspiraciones individuales. Partidos como expresión y síntesis de corrientes de opinión, o partidos como ecosistema contenedor de aspiraciones personales sustentadas en recursos externos. Política como acción transformadora inspiradas en utopías y metas, o política como sinónimo de aspiraciones personales neutralizadas en la búsqueda de contentar electores, y queriéndolo o no, vaciando de sentido la herramienta transformadora de los partidos políticos. A casi 6 décadas de sus inicios, la consultoría política casi lo ha hecho todo. Hasta crea el candidato, lo viste, le escribe textos de 30 segundos y le crea una secuencia diaria de hechos sorprendentes. Hasta dejar vacío de sentido y contenido el espacio de su acción. Obvio, el problema no es la consultoría, es la política y sus partidos.
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