El Movimiento al Socialismo (MAS) de Bolivia, vive un rompimiento definitivo entre su fundador -hace 28 años- Evo Morales, y el actual mandatario, Luis Arce. Hoy hay un proceso sostenido de diferencias del fundador con Arce, quien fuera ministro de Economía en tres gobiernos (no completos en 2019 por el golpe de Estado), fue proclamado candidato presidencial por disposición de Evo. De acuerdo con los dichos que rememora el exvicepresidente Álvaro García Linera, le indicó a Arce (una persona blanca) en el exilio mexicano la decisión de que debería ser el mandatario que diera paso a un régimen dirigido por un indígena.
Hasta este momento Arce no ha expresado ninguna intención reeleccionista, en tanto Evo proclamó su intención de volver a candidatearse a la presidencia en la siguiente contienda. Este último acusa a su antiguo “hermano” de haberse rodeado mayoritariamente de un gabinete, directores de oficinas públicas y embajadores “q’ara” (blancos); además de vender el litio (explotado por una empresa rusa y otra china) como materia prima sin vincularlo con la industria nacional.
Hay que decir que la convocatoria a un congreso del MAS hecho por Evo, para este mes, se realizará en el estado de Chapare (principal reducto “evista”), en el departamento de Cochabamba, al que Arce no concurrirá y junto con sus seguidores desconocerá la dirección partidaria que ahí sea electa incluyendo sus propuestas electorales de candidatos.
Los seguidores del expresidente acusan al mandatario de no ser un hombre del MAS de la primera hora; este señala que en un principio la organización no era un partido sino un movimiento que abarcaba diversas posiciones de izquierda, incluyéndolo a él, que procedía del Partido Socialista-1, fundado por Marcelo Quiroga Santa Cruz, exiliado en México, asesinado en Bolivia el 17 de julio de 1980, durante la dictadura de García Meza.
El choque (impensado originalmente por Evo) de personalidades entre el ex y el actual, la ambición de Morales de volver al Palacio Quemado de La Paz o desde donde se comande al Ejecutivo, más cierta proclividad suya a dar crédito a tendencias “conspiranoicas”, lo hace ver la existencia de elementos para el distanciamiento en el contencioso de tono muy subido que mantuvo con un no militante del MAS e integrante del gabinete de Arce; la aclaración de que se trataba de afirmaciones personales de un ministro, no del gobierno, no fueron suficientes: Evo no lo creyó.
Este y el desoído pedido de destitución del ministro de Gobierno (Interior) Eduardo del Castillo (censurado por el Parlamento y repuesto por Arce) están entre los casos en los que Evo siente como distante a su antiguo “hermano” y hacen parte de la situación de disensos entre estos líderes del MAS. Un quebranto adicional ocurrió hace unos días cuando el objeto de la desconfianza fue el exvicepresidente Álvaro García Linera, el hombre que lo acompañó en sus mandatos e incluso en el intento de llegar a una dudosa cuarta elección presidencial, lo que precipitó la renuncia del canciller David Choquehuanca (hoy vicepresidente que Evo pide su renuncia) y la oposición a que fuera candidato del MAS en 2019, elección en que triunfó Arce. Tras unas declaraciones del estudioso marxista, Evo llamó a su ex vice “traidor”.
En el rompimiento de la unidad partidaria de la organización preeminente, considerado de diversas formas en todas partes y en particular en Bolivia, no existe unificación de criterios en cuanto a sus consecuencias. Desde un punto de vista estrictamente electoral se pronostica que puede propiciar que unos grupos de derecha accedan a la presidencia.
Las encuestadoras se volcaron a análisis y proyecciones y se señaló que hoy el grupo de Arce representa 14% del total de los votantes y el de Evo 10%.
Desde un ángulo muy académico, opina Arián Laguna -maestro por el Colegio de México- sobre el conflicto de los caudillos: “lo cierto es que el nivel de la representación política – el MAS – requiere de una metamorfosis. El MAS del 2005 expresó el avance y creciente conducción del campesinado en el ámbito rural, representado bajo la forma sindical y su lucha contra el neoliberalismo, multiplicando esa fórmula para una diversidad de sectores. Como hemos intentado esbozar, el MAS del 2023 contiene – y necesita articular – a una base social en la que las propias distinciones urbano-rurales se han relativizado, en la que el mundo indígena ha cooptado ya no sólo el ámbito rural, sino amplios circuitos urbanos, particularmente el comercial, el transporte, el educativo e inclusive el técnico e intelectual; por tanto, requiere una estructura que pueda expresar la “coexistencia” de las formas sindicales, comunales y aquellas emergentes que hemos denominado “civiles”. (…) Sin entrar en fórmulas ni recetas, probablemente esa metamorfosis implique una ampliación de los espacios complejos de organización y mediación entre sociedad, partido y Estado que el MAS desdeñó durante décadas y que hoy parecen ser imprescindibles.”
Por su lado, el analista Fernando Molina supone en una muestra de paisaje político-electoral: “Más allá de lo que ocurra en este caso específico, si las organizaciones sociales se dividen de manera duradera, la salida del MAS del gobierno en 2025 podría ser algo más que un traspié electoral y convertirse en una derrota de largo plazo del movimiento trabajador, indígena y popular.”
“France 24” destaca a la analista María Teresa Zegada: “a medida que pasan los días se puede percibir con mayor claridad que la fractura es irremediable” porque ha llegado a varios niveles de las filas del “masismo”. A juicio de Zegada, ha sido una “sorpresa” para Morales y sus bases de productores de coca, que Arce se haya convertido en un “líder con voz propia”, en lugar de jugar un papel “de pieza de recambio” en la crisis (institucional) del 2019. “France 24” concluye que “se han convertido en dos líderes que no pueden conciliar sus intereses”.
En principio pienso que el imperio intentará sacar provecho del rompimiento.
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