Pasó el referéndum y el país sigue su marcha como de costumbre.
El resultado podrá gustar más o menos y cada uno hará su análisis.
Pero hay algo muy claro que a la luz de las cifras puede afirmarse:
No existen 1.084.928 oligarcas y pitucos que votaron por el NO.
Menos hay 1.063.455 totalitarios anti demócratas partidarios del SI.
Así que, liquidando la manija de la campaña, vamos a lo importante.
En nuestro país surgen como problemas acuciantes el empleo, la
inseguridad, el salario, la vivienda y el sistema de seguridad social.
Sin duda hay muchas políticas sectoriales que se pueden aplicar en
cada una de estas áreas con foco en las personas más necesitadas
Pero hay otra área que las corta a todas ellas transversalmente.
Estamos hablando de la educación, pilar básico para poder
encontrar soluciones a mediano y largo plazo en nuestro país.
El cambio en el mundo del trabajo es imposible sin educación.
Solucionar la seguridad sin educar a los jóvenes es inviable.
Mejorar el salario con trabajadores sin formación es utópico.
Encarar el tema vivienda con gente sin instrucción es difícil.
Enfrentar la cuestión demográfica con gente sin conocimientos que
queda a la vera del mercado laboral, jaquea la seguridad social.
Dicen los que saben que no estamos en una época de cambios sino
que por el contrario, hoy nos hallamos en un cambio de época.
El retraso educativo imperante, que hace que tengamos una
educación del siglo XIX en pleno siglo XXI es innegable.
Es imprescindible hacer una revolución pedagógica en todas las
áreas de la enseñanza si queremos salir adelante como país.
Sobran los diagnósticos, los análisis y los recursos humanos.
Es necesario barrer de una vez por todas con esa mentalidad
conservadora y corporativa de izquierda y derecha que solo frena.
Basta de cháchara y enfrentamiento estéril, primero los gurises.
Y ya no hay excusas para no poner el acelerador a fondo en la
reforma educativa que viene postergada hace muchas décadas.
Como gritaban en la campaña electoral del 2019: ¡Es ahora!
Alfredo García
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