Estuvimos viendo por la TV de la Cámara de Representantes una
sesión donde se interpelan 4 ministros por un diputado diletante.
En toda democracia las interpelaciones son herramientas válidas.
Ahora bien, como se explica que el interpelante sea miembro de la
coalición que gobierna y que una de las interpeladas sea la ministra,
esposa del líder del partido al que pertenece dicho parlamentario.
Está bien que se promueva la transparencia, pero en este caso
parece más un juego de protagonismo que un planteo político serio.
¿Qué respuestas busca que no se la brinden sus propios ministros?
¿Se intenta pasarle facturas de esta manera al gobierno anterior?
¿Es coherente que el gobierno apoyara esta auto interpelación?
En las largas horas que le dan sus quince minutos de fama a este
Representante, nos enteramos de su espiritualidad, su devoción a
Gandhi y su rencor por UPM y los finlandeses, pero no mucho más.
Varias veces planteó preguntas y de antemano adelantó las
posibles respuestas de los ministros: “Nosotros no estábamos”
Nos parece una pérdida de recursos y de tiempo esta situación.
Tener durante horas y horas a noventa y nueve diputados y a cuatro
ministros con sus asesores reunidos no parece muy austero.
En momentos que la situación del país es dramática con un gran
desempleo, pobreza y riesgo sanitario esto es un dislate total.
Que el diputado quiera aparecer como un David oriental en lucha
encarnizada con el Goliath nórdico será bueno para su ego pero
muy poco aporta a los verdaderos problemas que vive el Uruguay.
Y que los partidos de la coalición y el propio Presidente de la
República se plieguen a esa iniciativa, no les suma, les resta.
La jornada de ayer se puede definir en tres palabras: Tren y circo.
Alfredo García
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