Es frecuente que presenciemos a diversas personas públicas saliéndose del camino.
Estamos convencidos de la posibilidad de expresarse de todos sin ningún tipo de límites, por
aquello de que la libertad es libre, pero algunos olvidan quienes son y se les va la moto.
Quizás los casos más significativos son los jerarcas gubernamentales, pero no son los únicos.
Recordemos las palabras del canciller Nin Novoa antes de las últimas elecciones en Brasil.
No se quedó atrás con sus dichos en aquella oportunidad la ministra de Turismo Kechichian.
La elección de Bolsonaro tocó varias fibras en el área política local y pudimos ver a Novick
festejando en Rivera y a Verónica Alonso augurando una cachetada similar aquí en el 2019.
El presidente del Frente Amplio, Javier Miranda, no desentonó cuando hablo de la posibilidad
de romper las relaciones diplomáticas con Brasil si se instala el fascismo en el vecino norteño.
Ya antes el Gral. Manini Ríos metió la pata con sus opiniones sobre la reforma de caja militar.
Después vino la declaración del Mides sobre supuesto racismo del afiche de la Patria Gaucha.
Y la reciente opinión de Fabiana Goyeneche sobre el derecho de la gente a vivir en la calle.
Estos son solo algunos ejemplos, seguramente olvidamos un montón de casos más, pero lo
interesante es que vemos que los disparates, como la alegría va por todos los barrios.
No alcanzarían las páginas de este semanario si intentamos citar los dislates que con
frecuencia expresan en los medios y en las redes muchos colegas periodistas y comunicadores.
Asistimos a que los formadores y líderes de opinión de todos los pelos, profesiones y cargos
caen infinidad de veces en difundir noticias, mensajes u pensamientos casi irracionales.
Quizás se debería ser más consciente del rol que se juega en la construcción de ese fenómeno
masivo y difícil de encajonar llamado vulgarmente: opinión pública y, por ende, de ciudadanía.
No podemos hacer gárgaras sobre las maldades de las fake news y los medios masivos de
comunicación, cuando al mismo tiempo tiramos bolazos sin medir para nada las consecuencias
Nos acercamos a pasos agigantados a un año electoral que va a ser muy movido y peleado.
Cabe que todos podamos elevar la mira y mantener la discusión en termino de ideas y
propuestas, sin agredir a personas o colectivos partidarios, no vale todo para ganar.
Con mentiras, campañas sucias y maniobras se podrá obtener algún voto más, pero corremos
el gran riesgo que terminemos derrapando y la democracia termine en la banquina.
Alfredo García
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