Volvemos a reencontrarnos luego del receso veraniego y tenemos
muchas expectativas de este año que nos devuelve la normalidad.
La pandemia es cada vez un recuerdo más lejano, por suerte.
Hay muchos desafíos y una realidad no exenta de problemas.
La mayoría de la gente volvió al laburo y a la vida cotidiana.
Allí importan poco los títulos truchos, los chanta chats, las celestes
escupidas, las femiarengas a pibes o los mediáticos espionajes.
Los únicos que no se cansan de los discursos incendiarios son los
piromaníacos que los repiten como loros ante cualquier micrófono.
Unos insisten con el palo en la rueda y la amenaza marxista FAPIT.
Otros inventaron la consigna del Gobierno sin rumbo, y dale que va.
¿Realmente ven a la izquierda como un grave peligro institucional?
¿En serio piensan que la coalición gobernante no sabe adónde va?
Parece que algunos políticos desentonarían menos en un tablado
que en el parlamento, porque sus declaraciones son puro verso.
Hablemos claro, si alguien es garantía de la democracia en nuestro
país son los partidos políticos y las organizaciones sociales, y muy
particularmente el Frente Amplio y nuestro movimiento sindical.
Entonces aflojemos con la pavada de atribuir intenciones oscuras.
Por otro lado, que este gobierno tiene un rumbo bien marcado es
clarísimo, que responda a intereses que no nos gusten es otra cosa.
Pero entre la LUC, la reforma de la educación y jubilatoria muestra
que sabe lo que quiere y no duda nada para llevarlo adelante.
Entonces, será muy linda como consigna, pero suena a hueca.
Mirando el panorama, la ciudadanía espera de la dirigencia política
soluciones profundas para las necesidades que cada uno enfrenta.
Para divertirse están las huestes de Momo, con sus tambores,
disfraces y canciones, y todos dicen que la risa va por barrios.
Y nuestros dirigentes deben recordar que la política es cosa seria.
Alfredo García

