Eran muchas, muchísimas, una verdadera marea humana.
Se juntaron gurisas con veteranas, blancas y negras, de todo pelo.
Fue una fiesta y una jornada de lucha, todo mezclado en 18.
Estaban las organizadas con sus pancartas bien diseñadas.
Pero sorprendían las espontáneas con sus mensajes en cartones.
Se escucharon cantos, consignas, tambores, gritos y algarabía.
Fue tan diversa como lo es el universo femenino y para muchas fue
seguramente la única actividad de militancia en la que participan.
Había cristianas comprometidas con la justicia de género seguidas
de grupos que coreaban “Iglesia basura vos sos la dictadura”
Manifestaron trabajadoras sexuales junto a quienes ven a la
prostitución como una terrible explotación y son abolicionistas.
Estaban las que no querían hombres desfilando, hombro con
hombro, con muchas mujeres que iban de la mano de sus parejas.
Había profesionales, sindicalistas, gerentas, empleadas, políticas,
obreras, amas de casa, académicas y sirvientas, todas juntas.
Es difícil etiquetar un movimiento con tantos elementos distintos.
Es complicado encasillar pensamientos tan disimiles y variados.
Es imposible asociar a una ideología única tantas ideas diferentes.
El 8 de marzo fueron libres de ser quienes verdaderamente son.
Mostraron unas ganas y unas garras dignas de envidia por
cualquier otro movimiento social o partido político uruguayo.
Hicieron una demostración de fuerza imposible de ignorar.
Dieron una lección increíble de tolerancia a las distintas.
Marcaron otra vez que son imparables y que están en marcha.
Fueron merecidamente las verdaderas protagonistas del día.
Los hombres deberíamos aprender de sus invalorables aportes.
Y aunque nos cueste, ponernos a un costado y ceder el paso.
Vienen por todo, y está bárbaro que así sea, porque ya es hora.
Alfredo García
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