Mi mirada marxista y mi esencia envidiosa y despreciativa que
anida en mi “alma” frentista se sintió muy atacada este domingo.
Pero coincido en que el tema riqueza es netamente ideológico.
Y un día sí y otro también surgen los defensores de los ricos,
argumentando que, gracias a su tesón, su emprendedurismo, su
inteligencia o el azar, lograron acumular sus merecidos millones.
Siempre olvidan el capítulo herencia, una intocable vaca sagrada.
Y jamás mencionan el tema lucro, porque cuesta creer que los
potentados lograron su inmensa fortuna como fruto de su esfuerzo.
Como decía mi exsuegro cuando visitó Uruguay y vio las mansiones
en Punta del Este, “estos tipos no hicieron la plata solo trabajando”
Algunos dogmáticos, seguimos creyendo que la plusvalía existe.
Que, por supuesto no solo se extrae del trabajo físico, sino que el
avance científico hace que la creación intelectual genere valor.
El crecimiento como icono cuasi religioso no ha sido garantía de
que la toda la población viva mejor, muchas veces fue al revés.
Y no se trata de que sea poco recomendable que haya grandes
desigualdades en una sociedad, porque puede generar problemas.
Se trata de lo que últimamente está de moda denostar por los
liberales siglo XXI: justicia social e igualdad de oportunidades.
Se apunta a la meritocracia como el camino de ascenso social.
Y toman uno, diez o cien ejemplos como prueba irrefutable de que
es posible, olvidando los cientos de miles que quedan rezagados.
Seguramente piensan que no cambian su situación por la pereza o
quizás porque logran saciar su gula en deliciosas ollas populares.
Algunos intelectuales blancos deben creer que Wilson está demodé.
Sin embargo, que vigencia tiene aquella frase suya: “Si no somos
capaces de asegurarles una vida digna y decorosa a tres millones
de orientales, lo dije antes y lo repito hoy, somos unos criminales”
No queda muy lindo dar catedra de soberbia desde unos editoriales.
No se me ocurre como utilizar a la lujuria en estas líneas y creo que
la ira es mala consejera o prueba irrefutable de falta de argumentos.
Pero, asocio a la riqueza, con el viejo pecado capital de la avaricia.
Alfredo García
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