Pronto se aproxima el año electoral y vemos que los zapallos se
comienzan a acomodar en el carro, mostrando dos modalidades.
Por un lado, se da la temporada de pases de un partido a otro, así
como también los que abandonan un sector y se van a algún otro.
Los motivos son múltiples, pero está bravo resistir archivo y vemos
a muchos conversos, intentar duramente ser más realista que el rey
Como si de esa forma los fueran a aceptar en su nueva colectividad
Le están errando fiero por ese camino, no son creíbles muchachos.
El partido Nacional ejerce una gran fuerza centrípeta en las rubias.
Por otro lado, surgen grupúsculos como hongos alrededor de una
persona, que prefiere ser cabeza de ratón antes que cola de león.
En la izquierda nacional, este fenómeno se ha vuelto una epidemia
y todos los días se agregan nuevas siglas a esta sopa de letras.
Para muestra sobra un botón y hace poco en un acto de Orsi en el
Galpón, hablaron representantes de seis ignotos agrupamientos,
que todos juntos, tienen menos votos que Zubía, que ya es decir.
¿Hay realmente tantas visiones ideológicas distintas en el Frente?
¿Qué diferencia a Pablo Ferreri de Daniel Martínez, o de Mario
Bergara, Álvaro García, Cristina Lustemberg o José Carlos Mahía?
¿Cuál es la contradicción estratégica entre el PCU, el PS o el PVP?
¿Es lógico ser precandidato a presidente para obtener una banca?
No quiero ni mencionar la enorme cantidad de grupejos históricos
que perviven en el FA, y que carecen de alguna representatividad.
¿Se ha vuelto tan tradicional la izquierda, que importan más los
personalismos que las propuestas, más los cargos que las ideas?
¿Pesa más el individualismo que el proyecto colectivo del Frente?
La atomización nunca ha sido una buena compañera de ruta en el
camino de construir un país más justo y solidario para todos.
La militancia debería ser una forma de vida y no una fuente de
ingresos, pero muchos compas parecen haber olvidado ese valor.
Parece que el sueño de tener un cuadro de futbol propio o ser
dueño de una murga se ha trasladado a la vida política nacional.
Y creo que el camino al poder está lleno de mediocres y arribistas.
Alfredo García
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