Algunos han dicho que la política es el arte de lo posible.
Están los que afirman que la política es el arte de gobernar.
Otros sostienen que la guerra es la política por otros medios.
Unos pocos ven la política como un redituable medio de vida.
Pero a riesgo de ser llamado ingenuo, considero que la inmensa
mayoría encara la política como un medio de cambiar la sociedad.
Más allá de la ideología o los proyectos que consideren más justos.
Y la situación en nuestro país hace imperativos muchos cambios.
No se trata de tomar la pobreza de muchos uruguayos como un
botín partidario, inculpando al adversario por su mera existencia.
No importa si muchos venían muy frágiles del gobierno anterior.
O si son el resultado de las políticas de la coalición gobernante.
El hecho es que hoy hay compatriotas que pasan muy mal.
Y no alcanza con medidas para la tribuna oficialista u opositora.
O tiene lógica invertir 170 millones de dólares para tirarle un hueso
a todos los trabajadores públicos y a jubilados y pensionistas.
La realidad de estos colectivos mayoritariamente no es grave.
Se debería focalizar en los más necesitados sean activos o pasivos.
No es lo mismo cobrar cien mil pesos que quince mil quinientos.
No es igual vivir de changa, ser informal o tener un laburo fijo.
No gana lo mismo un obrero de la construcción que una doméstica.
No es igual tener una gran industria que manejar una mini pyme.
Necesitamos una prueba de solidaridad colectiva en esta situación.
Que los creyentes practiquen su caridad con los más débiles.
Que los sindicalistas aflojen con sus reclamos corporativos.
Que los empresarios distribuyan un poquito mejor sus ganancias.
Que los políticos piensen en soluciones y no en elecciones.
Que los gobernantes apunten fundamentalmente a los necesitados.
Creo firmemente en que los sentimientos hacen a la política.
Y confío plenamente en la sensibilidad social de los dirigentes.
Basta de rencillas y humo, es hora de poner manos a la obra.
Alfredo García