¡Gran expectativa gran! El 2 de marzo habla el presidente.
Se retomó una tradición dejada de lado por más de 30 años.
El titular del Poder Ejecutivo iba a rendir cuentas al Parlamento.
Gran boato y despliegue para recibirlo con todo el protocolo.
Guardia de honor del batallón Florida y cortejo de legisladores.
Se adelantaron los informativos y hubo una cadena de hecho.
No era para menos a la luz de que fue el año transcurrido.
Y el orador arrancó bien durante los primeros cinco minutos.
Dijo que no hablaría de herencias y que ya no hay más excusas.
Y a partir de allí dejó de ser el Lacalle Pou que todos conocemos.
Entró en una larga cita de cifras, números y datos de cosas
realizadas durante media hora que resultó un verdadero embole.
Nos retrotrajo a aquel acto de Tabaré en 18 de julio al cumplir su
primer año de mandato, donde aburrió por tres largas horas.
Las distracciones y bostezos de entonces y de ahora fueron iguales.
Por suerte el hombre se dio cuenta y decidió saltar varias hojas.
Recién en los últimos quince minutos hubo anuncios para el 2021.
Dejó de ser el presidente “disciplinado” y volvió a ser Lacalle Pou.
Creo que comunicacionalmente el discurso no fue bueno y perdió la
oportunidad de estimular a la ciudadanía a encarar un año difícil.
Ni siquiera mencionó la importancia de que todos se vacunen.
No hubo ningún atisbo de autocrítica por algunos errores cometidos.
“Es una rendición de cuentas”, dirán algunos justificando el discurso
Si querés cifras y datos lee las 840 páginas de la Memoria Anual.
Era un día muy simbólico y estábamos saliendo del “año que
vivimos en peligro”, la sociedad precisaba otro tipo de mensaje.
Si algo ha caracterizado a este gobierno ha sido la comunicación
llana, directa y sin medir cuestiones formales para informar.
Lo del martes en el Palacio Legislativo anduvo por otro andarivel.
Y la verdad no creo que haya llegado al ciudadano de a pie.
Esperemos que el año que viene sea otro tipo de discurso.
Alfredo García
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