El martes de noche tuve el privilegio de escuchar a cuatro jóvenes dramaturgos uruguayos
en la mesa redonda promovida por nuestro crítico de teatro Leonardo Flamia y fue un placer.
Me movieron el piso con los relatos de sus vidas y carreras artísticas, con todas las dificultades
que experimentaron y como las vencieron y me demostraron que con voluntad se puede.
Todos de una forma u otra dijeron la frase que titula esta nota hoy: Hambre por escribir.
A esta altura, ustedes se preguntarán que tiene que ver esto con el aniversario de VOCES.
Y la verdad es que está profundamente relacionado con lo que nos sucedió a nosotros.
En agosto del 2004, nos juntamos un grupo de famélicos escribas con urgencia de expresarnos,
y decidimos contra viento y marea y desafiando todos los pronósticos, lanzar este semanario.
Cuantos errores cometimos, que cantidad de metidas de pata nos mandamos, que pocas
primicias publicamos, que número enorme de notas de relleno incluimos en nuestras páginas.
Cuantas faltas de ortografía y sintaxis estampamos cada semana por carecer de correctores.
Cuantos temas dejamos sin cubrir por no tener periodistas disponibles, ni se imaginan, miles…
Lo único que sobraba eran ganas y entusiasmo, y de eso tenemos todavía un tremendo stock.
El grupo se afianzó, algunos están desde el vamos y muchos otros se fueron incorporando,
unos cuantos ocasionales y otros tantos llegaron para quedarse y conformar nuestro ADN.
Ni que hablar de los cientos que han estado presentes en nuestras páginas, porque acá
encontraron espacio para expresarse libremente y nunca les preguntamos que pensaban.
En redes sociales, reclutamos decenas de colaboradores, ansiosos de verse en papel impreso.
Somos raros, yo sé que somos raros, pero llegar al año catorce no fue fácil ni regalo de nadie.
Somos molestos, preguntamos lo que se nos canta sin pensar nunca en la corrección política.
Somos ingobernables, no nos casamos con nadie y nos encanta meter el dedo en la llaga.
Somos peligrosos, porque no nos callamos ninguna crítica al adversario o al hermano de ruta.
Somos iconoclastas, no aceptamos verdades únicas y no practicamos credos dogmáticos.
Somos contradictorios, cambiamos de opinión y nos peleamos entre nosotros muchas veces.
Somos unos pelagatos que siguen creyendo en el trabajo voluntario de un grupo humano.
Somos unos soñadores, porque creemos que de la diversidad de ideas salen nuevas síntesis.
Somos testarudos y en un mundo digital, seguiremos insistiendo con papel y tinta cada jueves.
Auguramos que el apetito por seguir tecleando caracteres semanalmente, tiene larga vida.
A todos los que hacen posible la permanencia de este espacio de libertad irrestricta, ¡Salud!
Alfredo García
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