Que fácil resulta ser opositor y criticar duro al gobierno de turno.
Dar palo a los que ejercen el poder circunstancialmente da rédito.
Lamentablemente muchas veces los ataques son facilongos y
buscan más generar titulares de prensa que cambiar el rumbo.
Si habrá motivos para cuestionar profundamente a este gobierno.
Por mala gestión, por falta de iniciativa o por hacer la plancha.
Por no meterse con algunas corporaciones y hacer cambios.
Por burocratizarse y vivir en un mundo feliz de estadísticas positivas
Pero cuando se hacen chicanas para lograr popularidad y micrófono
nos sale de adentro el dormido espíritu oficialista y reaccionamos.
Se cuestiona los setenta mil nuevos empleados públicos y al mismo
tiempo se piden más policías, maestros, chóferes y enfermeros.
Se defenestra el sistema de salud en su totalidad y se olvidan por
ejemplo de setenta y cinco mil compatriotas operados de los ojos.
Se habla de la informalidad laboral y la falta de empleo y no
recuerdan que a las empleadas domésticas las tenían en negro.
Se agitaba el fantasma de la bancarización obligatoria y la realidad
les muestra que la gente se avivó y ya no firma por el plebiscito.
Se hace alarmismo con la ley de riego y ya se larga un sindicato y
algún grupúsculo frentista a hacer campaña por el referéndum.
Se critica el déficit fiscal mientras se oponen a la reforma de la “caja
militar” que cuesta la friolera de 400 millones de dólares por año.
Se presentan proyectos de ley infantiles que hablan de prohibir el
uso doméstico de fuegos artificiales en las fiestas tradicionales.
Se aprueba la suspensión del uso del fracking por cuatro años por
unanimidad en el parlamento y un legislador opositor critica el plazo
Se cataloga de tarifazo, se convoca a los ministros y se le acusa de
que se le fue la moto, con aumentos que son menores a la inflación.
Es comprensible que los políticos necesitan estar en el candelero,
más cuando se vienen los tiempos electorales a pasos agigantados,
pero un poquito de seriedad en críticas y reclamos sería deseable.
Uno esperaría de los queridos “compañeros” de ruta otra actitud.
Y de la oposición, si realmente quiere ser gobierno algún día, mayor
madurez, pensando en el país y no en los votos que le hacen falta.
Las chicanas sirven un ratito, pero es política con patas cortas.
Alfredo García
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