Se están cumpliendo cien años de la revolución rusa, un hecho
histórico que cambio la historia de la humanidad con sus luces y
sus sombras, tanto para sus seguidores como para sus detractores
Una de las mochilas más grandes y pesadas que carga la izquierda
mundial, fue el fenómeno del stalinismo con todas sus secuelas.
No hay que adjudicarle en exclusividad la culpa al cruel georgiano.
Las practicas stalinistas trascendieron en tiempo y en espacio al
famoso XX congreso del partido comunista de la Unión Soviética.
Se usó durante décadas a la sombra del centralismo democrático
en organizaciones izquierdistas de todo pelo por todo el planeta.
En nuestro país no fuimos ni de cerca la excepción a la regla.
Purgas, expulsiones, juicios sumarios, acusaciones de traición y de
hacerle el juego al enemigo, fue algo común en la izquierda oriental.
¿Fue? ¿Es cosa del pasado? ¿Se desterró de raíz ese accionar?
Mirando superficialmente la realidad imperante vemos que no es así
Cualquier crítica por pequeña que sea es catalogada herejía.
Cualquier cuestionamiento es inmediatamente etiquetado deserción
Cualquier burla o ironía muy rápido se rotula como perfidia o felonía
Se condenan libros sin siquiera por lo menos haber leído el índice.
Se acusa de oscuros operadores políticos a gente por su opinión.
Se crucifica sin problemas a cualquiera por facho, misógino,
homofóbico, apóstata, neoliberal, machista, reaccionario o racista.
Cualquier comentario contra el statu quo o el relato oficial es
lapidado en todo el espectro y ninguno es ajeno a esta práctica,
ya sean bolches, latas, tupas, astoristas, troskos o lo que venga.
La fogata de las redes sociales colabora con estos piromaníacos.
Que la derecha sea intolerante con el distinto no nos asombra.
Pero se da de bruces con un pensamiento liberador de izquierda
que pululen entre nosotros, tantos discípulos aventajados de José.
Alfredo García
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