El alumno y el maestro por Cristina Morán
En el mundial de Rusia, Uruguay está en carrera. Yo también. Tu lees esta columna (si es que la lees) el jueves. Yo la estoy escribiendo el lunes entonces es imposible saber que pasará el miércoles en el nuevo encuentro de la celeste en este caso con Arabia. Así que vamos a dedicarnos al título, eso de maestro y alumno.
Pero antes dejame decirte que en fútbol quedó demostrado que no hay adversarios menores. Uruguay se las vió bravas con Egipto; Méjico le ganó a Alemania; Inglaterra pudo superar, prácticamente en el último minuto, el 1 a 1 que mantenía con Túnez; Suecia logró vencer solo una vez al guardameta coreano. Y ni hablar de Brasil que nunca pudo superar el 1 a 1 frente a Suiza. Y se fue con el pelo rubio y los rulos al viento de Neymar y su frustrado tiro libre.
Cuando Uruguay no podía romper el maleficio de cuarenta y ocho años, ese de no poder salir airoso de un primer partido, apareció una cabeza, seguida de la camiseta blanca, entre dos cabezas y dos camisetas rojas. Ustedes lo saben pero permítanmelo repetirlo: esa cabeza pegándole a la pelota dirigida al arco contrario rompió con ese maleficio y con cualquier otro que alguien piense puede aparecer.
José María Giménez fue el cuerpo que saltó en el momento necesario, con la fuerza y el amor necesarios para quebrar el 0 a 0. ¡Y el maleficio de 48 años se esfumó con el 1 a 0 a favor de Uruguay.
Y ahora vamos al otro salto. Vamos al Maestro, a la sorpresa que causó ese ponerse de pie como si hubiera sido impulsado por una fuerza invisible. Lo hizo solo.
Voy a copiar parte de lo que escribió en La Nación de Buenos Aires un hombre al que imagino periodista deportivo aunque en realidad lo siento más allá del periodismo, llamado Claudio Cerviño.
El escribe sobre lo que ocurrió en la cancha de Ekaterimburgo con el cabezazo de Giménez. Se refiere a la explosión en el estadio ruso y aquí en Uruguay y dice: “Explota el alma de un luchador incansable, perseverante, tozudo, como el Maestro Oscar Wáshington Tabárez, que sale del banco gritando con su sello, “¡Uruguay viejo nomá”!
A los 71 años, el ex entrenador de Boca no ha perdido la pasión por el fútbol, a pesar de sus problemas físicos. Ya no le hace falta el carrito eléctrico que utilizaba para moverse durante la Copa América 2016.
Por eso salió eyectado del banco, primero para gritar el gol de la victoria, y luego tomando su ahora compañero necesario y que ya es parte del inventario, el bastón, para subir como puede, los escalones y meterse en la cancha. Emociona el Maestro y sigue siendo un ejemplo para todos los que no encuentran estímulos cada día. Sabiendo que siempre hay margen para seguir peleando.
Claudio Cerviño no tiene idea de todo esto ni de quien soy, pero como en la vida hay que ser agradecido, esté donde esté simplemente le digo “Gracias Claudio. Gracias porque lo que usted escribió es una demostración de afecto y respeto hacia quien bien se lo ha sabido ganar”.
Nadie sabe que va a ocurrir el miércoles cuando Uruguay y Arabia Saudita se encuentren en el campo de juego. Y en el entretiempo el maestro, si es necesario, les dirá lo mismo que escucharon cuando se enfrentaron a Egipto: “Lo que quieren todos los uruguayos es lo mismo que queremos nosotros: ganar el partido. Pero ustedes son los únicos que pueden conseguirlo, así que adelante.”
Hasta la próxima. Que seas feliz.
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