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¿El artista es prescindible?

¿El artista es prescindible?
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Esse est percipi

“Viejo turista de la zona de Nuñez y aledaños, no dejé de notar que venía faltando en su lugar de siempre el monumental estadio de River”, así comienza el cuento Esse est percipi de Bustos Domecq (1967). El narrador se extraña de la ausencia del estadio, porque no ha dejado de ver partidos por televisión ni de escucharlos por la radio. Consulta con un conocido que lo deriva en un empresario del fútbol que le explica que ya: “no hay score ni cuadros ni partidos. Los estadios ya son demoliciones que se caen a pedazos. Hoy todo pasa en la televisión y en la radio. La falsa excitación de los locutores, ¿nunca lo llevó a maliciar que todo es patraña? El último partido de fútbol se jugó en esta capital el día 24 de junio del 37. Desde aquel preciso momento, el fútbol, al igual que la vasta gama de los deportes, es un género dramático, a cargo de un solo hombre en una cabina o de actores con camiseta ante el cameraman.”

Domecq, seudónimo de Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, proyecta en su relato, con humor e inteligencia, una situación totalmente plausible hace dos años, pero mucho más luego de que la pandemia alejara al público de los estadios. Nos interesa este cuento particularmente a raíz de lo que sucedió recientemente al músico Martín Buscaglia. Como se sabe, a Buscaglia se le prohibió pasar música en un boliche porque se consideró su actividad como un “espectáculo público”. La prohibición se basa en un digesto municipal que prohíbe acciones tendientes a “provocar la concurrencia de personas, mediante atractivos dirigidos a suscitar la contemplación, el deleite o el esparcimiento, habiendo sido previamente convocado, planificado, publicitado y/o programado”. El propio digesto aclara que la “sola emisión de música en locales cuyo giro principal no fuera ese ni fuera la realización de bailes no se considerará espectáculo público, siempre que dicha emisión no sea ejecutada en vivo”. Es claro entonces que el problema no es que se emita música, sino quien la emite, como lo especificó el propio Buscaglia. Si él anuncia que va a pasar música (no a tocarla en vivo, no, solo poner discos) será prohibido, pero si esa misma selección musical la hace una computadora, o una persona que no sea considerada “artista”, entonces no habrá problema. Así como en el relato de Bustos Domecq el futbolista desaparece y queda solo la “representación” del juego devenida en pura mercancía, en la situación que vivimos pareciera que el “artista” ha dejado de existir, más allá de que lo que produce, una vez atrapado en algún formato (disco, mp3, plataformas, etcétera), siga moviendo la “industria cultural”.

¿Qué hacer?

“¿El arte es prescindible? Hoy por las medidas que se toman parece que sí ¿nadie nos necesita?”. Con estas preguntas-reflexiones comienza la participación de Alejandra Wolff en ¿Qué hacer?, ciclo de breves entrevistas a artistas que pasaron por Sala Verdi en los últimos años. El ciclo se emite por el canal de Youtube de la Verdi, y propone que las y los artistas sean quienes reflexionen sobre la situación que les mantiene fuera de su espacio natural de trabajo. La intención esta semana era escribir sobre las primeras entregas del ciclo, pero lo que pasó con Buscaglia nos obligó a hacer un rodeo, porque ejemplifica de forma nítida quienes son las personas cuestionadas en este contexto.

¿Nadie nos necesita?, la pregunta que se hace Wolff se enlaza con algunas ideas que Carla Moscatelli propone ya en la primera entrega del ciclo, la necesidad de: “comprender la utilidad de lo inútil y la inutilidad de lo útil, (porque) sino comprendemos eso no podemos comprender el arte, y un país que no comprende el arte es un país de esclavos, de robots”. Porque, como señala Wolff de forma casi artaudiana: “no solo somos necesidades básicas, el arte está vivo en nosotres, nos define, las artes escénicas nos ayudan a preguntarnos quienes somos, para qué nacemos si vamos a morir, el arte es una forma de ensayar las respuestas y tal vez calmar la angustia existencial”.

Si todo esto es demasiado oscuro para alguna sensibilidad liberal-burocrática, al menos podría intentar comprender que el arte no es mero reflejo mecánico de la realidad, sino producción de realidades posibles que, por ejemplo, señalen los peligros de algunos males sociales aún embrionarios (como pasa con el cuento de Bustos Domecq), o que simplemente puedan ponernos frente a otras formas de pensar y sentir. Como indica Cesar Troncoso también en ¿Qué hacer?: “Ahí hay una tarea para las artes, desarrollar la sensibilidad, la capacidad de empatía, de entender que el otro tiene otra vida, otros puntos de arranque, un camino diferente y por lo tanto una visión del mundo distinta (…) ahí las artes tienen un trabajo para hacer”.

Por lo pronto, además de seguir viendo el ciclo ¿Qué hacer?, recomiendo a quienes le prohibieron pasar música a Buscaglia la película del cubano Tomás Gutiérrez Alea “La muerte de un burócrata”, es del año 1966, pero quizá ayude a tener algo más de criterio para aplicar algunos digestos-indigestos.

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Leonardo Flamia Periodista, ejerce la crítica teatral en el semanario Voces y la docencia en educación media. Cursa Economía y Filosofía en la UDELAR y Matemáticas en el IPA. Ha realizado cursos y talleres de crítica cinematográfica y teatral con Manuel Martínez Carril, Miguel Lagorio, Guillermo Zapiola, Javier Porta Fouz y Jorge Dubatti. También ha participado en seminarios y conferencias sobre teatro, música y artes visuales coordinados por gente como Hans-Thies Lehmann, Coriún Aharonián, Gabriel Peluffo, Luis Ferreira y Lucía Pittaluga. Entre 1998 y 2005 forma parte del colectivo que gestiona la radio comunitaria Alternativa FM y es colaborador del suplemento Puro Rock del diario La República y de la revista Bonus Track. Entre 2006 y 2010 se desempeña como editor de la revista Guía del Ocio. Desde el 2010 hasta la actualidad es colaborador del semanario Voces. En 2016 y 2017 ha dado participado dando charlas sobre crítica teatral y dramaturgia uruguaya contemporánea en la Especialización en Historia del Arte y Patrimonio realizado en el Instituto Universitario CLAEH.