Este domingo se cumplió con la segunda entrega de la entrevista que Patricia Martín le realizara al narcotraficante uruguayo, Sebastián Marset, para el programa Santo y Seña de Canal 4, cuya figura principal es Ignacio Álvarez.
No tengo la intención de hacer juicios de valor, sino apenas unas apreciaciones para contribuir a un análisis acerca de lo puesto en pantalla. Quizás lo primero sea advertir que en las dos ediciones en las que se presentó la entrevista, hay tres propósitos editoriales diferentes. Y de ello no tengo duda alguna.
En ese plan, el capítulo uno se emitió el domingo 25/11. Lo primero fue rentabilizar el logro periodístico de haber logrado la entrevista a Marset. Allí, con Álvarez en el centro de la conducción y acompañado siempre por Patricia Martín, el énfasis estuvo en las dificultades que debieron superar para alcanzar el propósito. Álvarez resaltaba las peripecias de Patricia, incluso con generosidad profesional y rimbombancia, algo exagerada.
Fueron dos tramos muy diferentes: el primero, pensando en rentabilizar el éxito periodístico, anteponiendo los méritos de haber alcanzado el propósito antes que resaltar el producto periodístico propiamente dicho; y dos, el diálogo entre Martín y Marset. Y el tercero, prolongar en el tiempo el efecto del logro.
En nuestra última columna, titulada De la política a los juzgados, y a la tele, referido al contenido hacíamos la siguiente apreciación: “pero este domingo, con el reportaje al narcotraficante prófugo, Sebastián Marset, el periodismo de televisión se inició en un territorio al que no había ingresado hasta ahora. Ese es el hallazgo de Santo y Seña: ubicar semanalmente temas que incorpora a una agenda propia siempre atenta a la coyuntura, y que desarrolla con un estilo dinámico y polémico”.
Y agregábamos: “Quizás haya sido éste el primer programa con este perfil de entrevistados, delincuentes de éxito… La pregunta es cuál es su contribución al conocimiento de la cosa informada, si aporta “al porque todo se sabe” o deja, más allá de intenciones, simplemente una versión edulcorada de una historia propia donde la verdad no existe, sino que lo que existe es un relato”.
Información vs Entretenimiento
Hace ya unos cuantos años, hay una tensión entre las industrias de la información y la del entretenimiento. Esta guerra tiene varias connotaciones; la primera el perfil del propio medio y una cuestión vocacional del programa.
La industria del entretenimiento abarca a la generación de productos culturales para consumir en tiempos de ocio. Al terminar el siglo XX, el desarrollo de Internet, las tecnologías de la información fueron ganando protagonismo en el entretenimiento. Y en el siglo XXI, las redes sociales y las plataformas de streaming estallan, incluso hasta en los teléfonos móviles.
En esa tensión, los cambios tecnológicos y los perfiles generacionales de la profesión han jugado a favor de la transformación. En este sentido, la acelerada evolución de la tecnología ha transformado la industria de los medios y el entretenimiento, junto con la integración de nuevos disruptores para generar un crecimiento rentable en todo el sector.
La industria de la información incluye la producción y distribución de bienes y servicios de información. Allí caben la industria editorial, las productoras y distribuidoras de telecomunicaciones, la prensa, la radio, la televisión, las empresas publicitarias, etc. Todas ellas han sufrido una profunda transformación. La información es hoy un producto en donde las grandes empresas internacionales tienen expectativas de rentabilización, y para ello se las ha invadido con lógicas de la industria del entretenimiento.
No es un fenómeno local, sino una tendencia global de ambas industrias.
Tendencias
De acuerdo al informe 2023-2028 sobre Tendencias de crecimiento y pronósticos en la industria de medios y entretenimientos desarrollado por Mordor Intelligence, “se espera que el tamaño del mercado de medios y entretenimiento crezca de USD 27.72 mil millones en 2023 a USD 40.36 mil millones para 2028, a una tasa compuesta anual de 7.80% durante el período de pronóstico (2023-2028)”.
Significa que vamos a un posible cambio de tendencias: como resumen sincrónico y sinóptico: uno, los medios ya no están en medio, sino que han sido intermediados; dos, ha sucedido la inversión de contenido y envase, los contenidos informativos son ahora el envase de la publicidad y no al revés, y tres, ha desaparecido la fidelidad del lector al medio, antes no pocas veces de naturaleza identitaria.
La información es actualmente, en muchos casos, no todos, un producto más en donde empresas y estrategas tienen puestos sus ojos para rentabilizar al venderla e intercambiarla, producirla y almacenarla.
Para la irrupción de estas tendencias convergen “la penetración de teléfonos inteligentes, la baja tarifa de datos y las inversiones en contenido digital original y regional como facilitadores del acceso digital y el suministro de contenido, respectivamente, impulsando el consumo en línea en la industria de los medios y el entretenimiento”.
Las últimas tendencias marcan un viraje hacia plataformas digitales: “la aparición de las redes sociales está alterando la industria, y los actores del sector tradicional están cambiando hacia plataformas digitales, aumentando así su gasto publicitario en medios digitales. La industria se benefició facilitándose la producción, distribución y consumo eficientes de contenido y revolucionando el crecimiento del mercado.”
Cuando en las horas previas a la emisión de la segunda mitad de la entrevista a Marset se anunció, fuera de libreto, como una noticia que en verdad era una respuesta de terceros a los dichos del narcotraficante, el contenido de Santo y Seña cruzó una frontera: se salió de la información y se entró al relato, al terreno del entretenimiento. No hay en ello, de por sí, nada ofensivo. Se tratan de productos diferentes.
Sin embargo, es una percepción de que en esa tendencia hacía mucho que el programa se iba deslizando. Incluso, fue fortaleciendo esta línea.
En este asunto que divide aguas, hay de un extremo a otro una realidad de suma cero, salvo para Marset que ahora sabe que no podrá negociar una entrega del clan para una estadía breve en las cárceles del país. Es decir, despejó incertidumbre. Seguramente, le valió el riesgo que tomó.
A Santo y Seña, que sacudió la serenidad de la tv nacional, le rindió un rating de 20,61, con un pico de 24,4, triplicando al segundo mejor registro.
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