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El eterno aprendiz por Alejandra Waltes

El eterno aprendiz por Alejandra Waltes
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Hasta el 18 de febrero del 2024, en la Sala 4 del MNAV (Museo Nacional de Artes Visuales) puede visitarse la muestra “Fantasías africanas – Carlos Páez Vilaró 100 años”. La misma ha sido curada por Manuel Neves.
Carlos Paez Vilaró (1923-2014) Pintor, muralista, escultor, cineasta y publicista, se autodefinía como un «hacedor». La falta de estudios formales no fue impedimento para que experimentara tanto a nivel estético como técnico. En el año 1967 presentó la película África «Batouk» en el Festival de Cannes de 1967. Su obra distintiva inspirada en África, es Casapueblo, su lugar en el mundo, la casa- taller que tardó cuatro décadas en levantar y en el que hoy funciona, además de un restaurante, un museo-taller que recibe visitantes de todas partes del mundo. En Argentina construyó dos edificios similares, una casa en el Tigre y una capilla multicultos en San Isidro. Después de una breve incursión en la Argentina durante su temprana juventud, en dónde realizó grabados, pintó manifestaciones, huelgas, y las mesas de los cabarets de El Bajo, regresó a Uruguay para comenzar a desarrollar una carrera pictórica. Admirador de Pedro Figari al igual que su hermano Jorge, decía: “Don Pedro Figari me sirvió de base para empezar a vincularme con la negritud, y la negritud me dio un coraje muy especial, porque me ofreció generosamente sus navidades, sus tristes velorios a la luz de la luna y su conventillo del Medio Mundo, donde empecé a dibujar los primeros candombes”. Es posible imaginar que, en la convivencia en el Mediomundo, tuvo conocimiento de usos, costumbres y creencias propias de la comunidad afro uruguaya que lo llevaron, en 1962, a viajar a Dakar y de allí a recorrer el continente africano en coincidencia con su histórico proceso de emancipación. Estuvo en el hospital para leprosos del Premio Nobel de la Paz franco-alemán Albert Schweitzer en 1952, en Lambarene (Gabón), donde pintó un mural. Su obra puede apreciarse también en Brazzaville y Nairobi, recorrió las islas de Oceanía y Australia (Colombo, Camberra), Nueva Guinea, Tahití y Bora Bora, en la Polinesia, Brasil, Machu Picchu, conviviendo con los massai, los turcana y los papúa. Viajero incansable, estuvo con Dalí, con Picasso y de Chirico en Europa. En su libro “Cuentos del África Negra”, cuenta a través de historias muy breves, lo vivido en dicho continente. Admite Páez Vilaró que: «Africa es una usina de cuentistas. Sus noches interminables abrían el camino para la imaginación de los negros más viejos, que a la luz de fogatas creaban leyendas que luego se afirmaban transformándose en verdad». Era tal su fascinación con las culturas de origen africano que intentó compenetrarse con ellas y expresar a través de su arte su amor y admiración. Dice Neves en el texto curatorial: “Hay formas y elementos (en sus obras) que se repiten y están vinculadas con una cierta visualidad de la cultura africana, por ejemplo (la) de los fetiches, las máscaras o ese color tierra que uno puede ver por el tema del barro”. “Eso va evolucionando y se va haciendo más personal (…), hay elementos que ya tienen un lenguaje que es propio; hay toda una serie en los años 80 que se llama ‘Fetiches’. El fetiche es un elemento de la religiosidad o el ritual africano del que él hace versiones”.” Esa idea del sol y el culto a lo solar está vinculada también con África y con el Mediterráneo”. En 1960 pintó en la sede de la Organización de Estados Americanos (OEA), en Washington D.C., el mural «Raíces de la paz», considerado entonces el más largo del mundo por sus 162 metros de extensión. A este se sumaron diversos murales en el resto de América, África y Oceanía, siendo ésta la manera elegida por Páez Vilaró para acercar su arte al público en general. Desde el punto de vista técnico, Páez Vilaró experimentó libremente desde la pintura al óleo o la cerámica hasta el uso de materiales poco comunes para dar textura a sus obras. Carlos Páez Vilaró es parte de una generación fundamental de artistas visuales uruguayos, integrada por figuras excepcionales, entre las que destacan Juan Ventayol (1915-1971), María Freire (1917-2015), Raúl Pavlotzky (1918-1998), Rómulo Aguerre (1919-2002), Alfredo Testoni (1919- 2003), Washington Barcala (1920-1993), Nelsa Solano Gorga (1921-1984), Manuel Espínola Gómez (1921-2003), Gonzalo Fonseca (1922-1997), Hilda López (1922-1996), Jorge Páez Vilaró (1922- 1995) y Américo Spósito (1924-2005). El artista fue un actor fundamental dentro de la vanguardia uruguaya, fundando y participando de las actividades del Grupo 8, exponiendo en espacios comprometidos con la nueva estética y participando en eventos internacionales que representaron oficialmente al Uruguay, como fue la Bienal de San Pablo (1965). Quizá por el hecho de haber trabajado en publicidad aplicó acertadamente los conocimientos adquiridos aplicándolos a la difusión de su nombre y su figura, el artista contribuyó a alimentar y a crear un mito de su vida, apoyado en una personalidad seductora, su simpatía, buen humor y dotes de excelente conversador. En 2003, el artista plástico fue nombrado Ciudadano Ilustre de Montevideo, y en 2005 recibió en Buenos Aires el premio “Artista de las dos orillas” del Consejo de la legislatura de esa ciudad. Una excelente oportunidad para ver la obra de Páez Vilaró con otros ojos, aprender a verlo más allá de lo formal.

“Cameroun” (Carlos Páez Vilaró-1997)

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