El regreso esperado por Cristina Morán
Imposible pretender pasar por alto “la vuelta al pago” de Luis Alberto Suárez Díaz uno de los siete hijos del que fuera el matrimonio integrado por Sandra Diaz y Rodolfo Suárez que un día decidió que la vida en común ya no podía ser y los hermanos junto a su madre dejaron atrás el Salto natal y los naranjales (y “las aguas dulces del Uruguay” al decir de la bella canción del salteño Víctor Lima muerto a edad temprana y que nos dejó entre otras, una canción de amor a su tierra natal: “Adiós mi Salto”) y se instalaron en Montevideo. Luis, en el cuarto lugar en la escala de siete hermanos, fue, según sus propias palabras un niño rebelde. Tal vez una podría agregar que sí, fue rebelde al tiempo que se formaba su condición de ganador: no le gustaba y no quería perder. Quizá la separación y posterior divorcio de sus padres tuvo fuerte influencia en un chiquilín de tan solo nueve años que se enfrentaba a la dura realidad de la ausencia día a día, noche a noche de la figura paterna. Ella tenía 13 años y él 15. Un día le preguntó, ¿Cómo te llamás? Y ella respondió: “Sofía” “Qué nombre de vieja!”. Pero como el amor puede perdonar o pasar por alto un comentario como ese, la relación cobra fuerza al tiempo que ella le insiste en que atienda de mejor manera la escuela y sobre todo el fútbol y el, el enamorado pre adolescente, camina veinticuatro kilómetros para verla y compartir un tiempo con la amada. Cuando ella marchó junto a sus padres a instalarse en España Luis se dio de cara con la realidad: si quería continuar esa relación de amor, debía irse a Europa para jugar al fútbol y estar más cerca de su amada. Quedó claro que Luis Suárez cuando quiere algo, cuando se propone una conquista, la hace realidad: se casó con Sofía, es padre de tres hijos, jugó en Europa y se convirtió en un ídolo goleador en el Gronigen de los Países Bajos, en el Ajax, Liverpool, Barcelona y Atlético Madrid y de acuerdo a la información que me da Internet, dejó en el primer mundo, por ahí, desparramados en distintos campos de juego, 440 goles: cuatrocientos cuarenta goles. ¿Es mucho o…? Ahora regresó, por un tiempo breve: apenas tres meses y el mundial de Qatar. Su vuelta “al pago” y al club que le dio aquellas primeras oportunidades se prepara para llegar al podio del amor de su gente sea o no sea simpatizante del Club Nacional. Y así será, porque Suárez, es un uruguayo, un oriental que no ha olvidado sus orígenes y eso es lo que lo ha hecho trascender junto a su condición de goleador. Hasta aquí una brevísima semblanza del Pistolero, el rebelde, con fama de querer ganar mordiendo a un rival o parando en el área, una pelota con la mano en una situación límite. Se trataba de desaparecer sin pena ni gloria del mundial de Sudáfrica o arriesgarlo todo en un tiro penal. Arriesgó, el “loco” Abreu hizo su “picadita” y Uruguay volvió con la conquista de un cuarto lugar y fue recibido como campeón. Al igual que muchos, vi la transmisión de la llegada de Suárez y familia, pero como no puedo con mi condición de buscadora de información pasé de un canal a otro. Y como nadie de los experimentados periodistas deportivos (entiéndase fútbol por sobre todos los demás) aún cuando tenían que ”rellenar espacios muertos” ninguno, insisto, fue capaz de recordar, ante tantos elogios a Suárez (merecidos sin dudas) al gran hacedor de esa selección celeste que sin haber llegado a ser absoluto protagonista de un mundial, como en el 30 o en el 50, hizo que la atención volviera sobre ella no solo por sus dotes futboleras sino por la condición de sus jugadores, los que representan al amado Uruguay, esos jugadores preparados, guiados de la mano del maestro Tabárez, sí, Oscar Wáshington Tabárez (recordatorio para los frágiles olvidadizos) por los caminos humanos, los caminos de la solidaridad, del respeto, del buen hablar, de la lectura, del compañerismo. Cuando en calidad de invitada en el programa “Polémica en el Bar” de Canal 10 expresé esto mismo, el propio Luis Suárez en un mensaje telefónico le expresó al moderador Jorge Piñeyrúa: “Decile a Cristina Morán, que tiene razón”. Lo recibí en el hogar: ser agradecida. Trato de cumplirlo. Bienvenido Luis Suárez. Gracias maestro Tabárez. Es todo por hoy. Hasta la próxima. Que seas feliz.
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