En mi opinión esta guerra provocada por la invasión de Rusia a Ucrania el pasado jueves 24 de febrero es totalmente injustificada e inadmisible en el siglo que habitamos. Para entender los intereses detrás de esta agresión rusa a Ucrania, podemos remontarnos a una vieja obsesión de los líderes rusos de mantener a raya a Ucrania y sobre todo controlar un territorio vecino que le sirve como barrera defensiva desde el oeste. En ese sentido, la voluntad inequívoca del pueblo ucraniano y también de sus autoridades actuales, encabezadas por el presidente Zelenski, de solicitar el ingreso de Ucrania a la Unión Europea y su adhesión a la alianza Atlántica OTAN, han sido una espina en el orgullo y el nacionalismo de un presidente Putin que ha dado suficientes muestras de autoritarismo, determinación y afán irredentista hacia países que otrora pertenecían a la Unión soviética y a la esfera moscovita.
Por supuesto que hoy con el diario del lunes es fácil decir que es una persona narcisista con mentalidad de guerra fría y con una lógica de bloques que le impide ver la realidad del tiempo en el que vive, pero a fin de cuentas está explicación no sólo no ayuda sino que nos empuja a la reflexión: ¿por qué Occidente en general, pero sobre todo los mismos países que hoy cierran filas para imponer sanciones draconianas tanto en el plano económico como también en otros sectores como puede ser cerrar el espacio aéreo a compañías aéreas rusas no actuaron diligentemente por ejemplo en 2014? Recordemos que fue entonces cuando Rusia se anexionó, sin prácticamente consecuencias, la península de Crimea y adiestró y armó e insufló ánimos a los separatistas de la región del Donbass. En ningún momento hemos creído que el objetivo de Putin sea conquistar o anexionarse las zonas separatistas de la región del Donbass, en el este de Ucrania, sino que Putin busca arrodillar a Zelenski hasta obtener garantías de su parte y de la UE y OTAN que Ucrania no volverá a intentar ingresar en ambas alianzas. Así lo evidencian los ataques aéreos a otras ciudades como Jarkov o Mariupol y el asedio a Kiev que por estas horas mientras escribo estas líneas se apronta para recibir la larguísima columna de más de 60 kilómetros de vehículos mecanizados y material logístico de guerra ruso. Sus generales volvieron a retorcer los sucesos en la noche del marte 1 de marzo para explicar que es Occidente el que ha obligado a Rusia a lanzar una guerra por las sanciones impuestas y para evitar que Ucrania se haga con armas nucleares. Cuando Putin ordenó la invasión se justificó, también ante cámaras, porque debía entrar en el Donbass para evitar lo que calificó de genocidio a ciudadanos rusófonos en aquella región. Ucrania ha decidido llevar la guerra y acusar a Putin ante el Tribunal internacional de la Haya por sus ataques a civiles, acusándolo de cometer crímenes de guerra.
La reacción de la Unión Europea esta vez ha sido, aunque tardía, contundente. Alemania ha dado un giro a su política exterior y ahora sí anunció que está dispuesta enviar armas a Ucrania. Países como Suecia o Finlandia muestran su temor ante los avances rusos que amenaza sin tapujos a otros países (los bálticos, por ejemplo) y por eso solicitan ahora el ingreso a la OTAN
Las autoridades chinas si bien se niegan a condenar abiertamente la guerra en Ucrania y ordenan a sus periodistas y medios de comunicación no emplear dicha palabra o el término invasión, sino que deben hablar de conflicto, también es cierto reconocer que su ministro de relaciones exteriores Wang Yi transmitió a Sergei Lavrov, su homólogo ruso, el reconocimiento de China a la integridad territorial de Ucrania y el propio Xi Jin Pin le pidió a Putin terminar con la invasión.
Las sanciones económicas impuestas a Putin y otras autoridades rusas en primera línea de poder, así como a oligarcas rusos con negocios en Occidente van a morder la economía y el proceso industrial de Rusia, sin lugar a dudas. Empresas extranjeras como Volvo, Shell o Total han decidido cerrar sus operaciones en Rusia. Se ha desplomado el rublo y cabe la posibilidad de que se desplome el Banco central de Rusia. Si bien Moscú tiene reservas internacionales, por más de 630.000 millones de dólares, este escenario económico de estrangulamiento a su economía, especialmente tras haber sido expulsado de la red internacional de comunicaciones financieras, SWIFT, no podrá ser mantenido en el mediano y largo plazo. Muchísimos ciudadanos rusos protestan contra la invasión, no se han dejado engañar por la maquinaria de propaganda rusa y su guerra de desinformación y a pesar de los arrestos cotidianos por parte de la policía rusa cada vez más ciudadanos rusos y otros extranjeros que residen por ejemplo en Moscú se manifiestan en contra de la guerra contra Ucrania Asimismo son muchos los deportistas rusos y artistas que se ven afectados por la guerra, los primeros impedidos de competir internacionalmente y los segundos, representantes del arte ruso, cancelan shows y representaciones o exposiciones para demostrar así su rechazo a la agresión de Putin al país vecino.
¿Cómo se reorganizarán las relaciones internacionales después de que termine esta guerra? la cual no sabemos si prever larga o corta. Atendiendo la superioridad militar de Rusia uno pensaría que será muy breve ya que a pesar del patriotismo que exhiben muchos ucranianos que han decidido regresar al país para apoyar la resistencia y combatir junto con fuerzas regulares ucranianas, también es cierto que los corresponsales de guerra en el terreno nos advierten de que son o bien jóvenes inexpertos o personas que hace mucho tiempo que no empuñan armas, con lo cual, si Rusia intensifica en las próximas horas y días los ataques, dada la asimetría en materia de capacidad militar Kiev y otras ciudades que están siendo objeto de los ataques rusos tienen las horas contadas.
China no se opondrá directamente a Putin y continúa vetando en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, o por lo menos obstaculiza, cualquier atisbo de resolución contraria a Rusia en este conflicto. Sin embargo, no sería una maniobra inteligente oponerse a todo el bloque occidental, esta vez compuesto tanto por Estados Unidos y Canadá como por la Unión Europea y otros países europeos que todavía no han ingresado a dicha unión, incluso también Japón. China necesita seguir exportando su producción a todos estos países, lo lamentable, como siempre en este tipo de guerras, es que sabemos cuándo empiezan pero no cuándo terminan. Por el momento hay que lamentar las ya casi 700.000 personas, ciudadanos ucranianos, que se han convertido en refugiados en Hungría o en Polonia, los países que les han abierto las fronteras y si bien su acogida es calurosa y está siendo positiva, nos obliga a la reflexión. Es indignante constatar que Europa, ahora sí, parece estar dispuesta a recibir hasta cuatro millones de refugiados ucranianos, comprometiéndose a brindarles asistencia amplia algo que se les negó a los afganos y antes que, a ellos a los sirios en 2015, y ¿por qué no decirlo? también a los yemeníes. Todos ellos siguen sufriendo un conflicto bélico en su territorio especialmente, sirios y yemeníes.
Lo que sí me interesa dejar aquí en claro es que Putin puede haberse sentido preocupado, molesto incluso, por el acercamiento de Ucrania y otros países que él considera todavía su patio trasero, como Georgia o los países bálticos a la Unión Europea y a la OTAN y sentir que esto es una amenaza para la seguridad de su país, pero en ningún caso este pretexto justifica lanzar una guerra contra el pueblo hermano de Ucrania, que no inició las hostilidades bélicas.
Terminó la guerra fría y pensábamos que esta etapa estaba superada, pero hoy es evidente que todavía tenemos líderes vetustos, anclados en una ideología que hoy se nos antoja perimida.
En Europa la sociedad ha estado reacia a prestar la debida atención al conflicto y debo admitir con pesar, que sólo cuando estalló la guerra se organizaron manifestaciones en apoyo al pueblo ucraniano y para pedir la paz. También es cierto que los ciudadanos europeos no han logrado calibrar hasta qué punto la guerra entre Ucrania y Rusia les tocará el bolsillo. Además del corte abrupto en exportaciones a Rusia , con las consecuentes pérdidas para las empresas que ya tienen acuerdos comerciales, también se verán repercutidas las importaciones, por ejemplo, de aceite de girasol y trigo hacia España, primer productor de pienso en toda Europa. Por otra parte, se corta el flujo de turistas rusos a muchos países de Europa toda vez que está cerrado el espacio aéreo para los aviones que puedan provenir de Rusia.
Disney, Warner Bros o incluso Adidas han decidido tomar represalias contra Rusia. Adidas no patrocinará a deportistas rusos, como viene haciendo desde hace muchísimo tiempo, incluso desde etapa de la guerra fría. Claramente, esta vez observamos una respuesta rotunda de parte de Occidente a un Putin que no dudó en lanzar un órdago amenazando ante cámara con poner en alerta a sus armas nucleares (aproximadamente 6200 ojivas) y aunque sabemos que es un arma de disuasión, su empecinamiento en doblegar a las autoridades de Kiev y al pueblo ucraniano no ha de ser soslayado. No se puede especular con que respete ahora líneas rojas, ya que las ha hecho saltar todas por los aires. Sorprende también cómo algunos países que quieren evitar condenar a Rusia, algo entendibles puesto que tienen un vínculo político privilegiado, recurren a eufemismos para evitar hablar de lo que todos llamamos ya una guerra.
El presidente Zelenski pidió el martes 1 de marzo al Parlamento europeo el ingreso inmediato de su país. Si bien no obtuvo ningún compromiso claro al respecto, hay presión de parte de países de Europa del Este para que Bruselas acepte por una cláusula especial dicho ingreso.
El pueblo se alzó en armas. Podemos decir que es un patriotismo fútil, un nacionalismo periclitado, pero lo cierto es que son muchos los ciudadanos de Ucrania que sienten la necesidad de defender su país y evitar que vuelva a estar bajo control ruso. Es un país soberano e independiente desde 1991 y eso no lo podemos perder de vista en el análisis, más allá de los pactos que haya firmado en otra etapa tendría que tener la libertad de poder querer acercarse a otro bloque político comercial y financiero sin tener que pedir primero permiso a Moscú. Aquí hay otro actor en segundo plano como es Bielorrusia, que debido a la relación personal que mantiene su presidente Lukashenko con Putin, está interviniendo en la guerra de Ucrania con envío de hombres tanques y armas. Las sanciones de Occidente también incluyen a Bielorrusia.
En una guerra nunca se gana, en cualquier caso, la victoria del que se diga triunfador será pírrica. El pueblo ruso sufrirá el zarpazo de las sanciones económicas impuestas a Rusia, escaseará el dinero circulante y se verán muy aislados a nivel internacional. De hecho, ya lo están, sus apoyos más sólidos son China y después en segundo lugar, países geográficamente más cercanos a Uruguay como son Nicaragua, Venezuela o Cuba. Ucrania también pierde, no sólo por la destrucción que causa una guerra, tanto a nivel edilicio como humano, el más importante de los sufrimientos. Pérdida de vidas y un reguero humano de aquellos que quieren abandonar el país para proteger a sus niños y mayores y el dolor de los que regresan a combatir una guerra injusta y con un enorme desequilibrio en el plano militar
En cuanto a los sancionadores, Occidente entero, también sentirán el boomerang de las sanciones impuestas a Putin y al querer evitar su intervención en el terreno con envío de tropas que apoyen a las fuerzas regulares de Ucrania para repeler los ataques rusos, optan entonces por otras medidas para ejercer máxima presión sobre Putin, que no se arredra.
Enviando armas y militares para cuidar las fronteras de otros países en aquella región lo cual podemos interpretar como una forma de intervención en el conflicto ruso-ucraniano. No parece una solución óptima buscar la paz a través de intensificar el enfrentamiento primero, pero no debemos olvidar quien inició la invasión y ordenó el ataque de muchas ciudades que no están en la región del Donbass. Putin es quien ordena disparar a objetivos civiles y amenaza al mundo con recurrir al uso de armas nucleares. Por ahora Putin desata protestas y cosecha insultos, mientras que el presidente Zelenski, a pesar de su escasa experiencia política, se está granjeando el respeto de sus ciudadanos, pero también de otros fuera del país, que valoran sus intervenciones contundentes en medios y redes sociales y ante autoridades europeas.
Este conflicto involucra a demasiados actores se produce a las puertas de Europa y en general observamos que las sociedades occidentales, dicho de otra forma, de Estados Unidos y de Europa, perciben a los ciudadanos ucranianos, hoy convertidos en refugiados, como más cercanos. Aquí me permito deslizar una crítica y es que sigue pesando un prejuicio en nuestras mentes pobladas de estereotipos, que nos hacen abrir los brazos a unos y cerrar los corazones a otros; aquellos que provienen de países como Somalia, Yemen o como dije antes Siria. Urge cambiar las narrativas en los medios, derribar mitos y agitar conciencias para que este tipo de desequilibrio en la cobertura mediática de próximos conflictos se corrija.
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