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Enrique Gómez, descubridor de talentos por Nelson Di Maggio

Enrique Gómez, descubridor de talentos por Nelson Di Maggio
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El lunes de la semana anterior falleció Enrique Gómez. Nacido en 1930, su temprano interés hacia las artes visuales se manifestó en plena juventud al frecuentar galerías y museos. La década de los cincuenta favorecía, en un Uruguay optimista y de prosperidad económica, el estímulo de vocaciones y emprendimientos. La cultura nacional emergió con singular fuerza creadora y la Generación del 45 amplió y consolidó la apertura a la modernidad en la construcción de un nuevo escenario renovador y entusiasta.

La Comedia Nacional amplió su prestigio con un elenco excepcional (Alberto Candeau, Enrique Guarnero, Maruja Santullo); recibía las compañías de María Casares, Torrieri-Gassman, Barrault-Renaud, Enrico Maria Salerno, Viveca Lindfors; la versión original de Porgy and Bess de Gershwin y Josephine Baker; los teatros independientes se multiplicaban; las salas de cine superaban el centenar; el Sodre presentaba a la joven Alicia Alonso deslumbrante en sus 34 fouettés y la triple pirueta final de El cisne negro, las solistas Margot Fonteyn, Alicia Markova, el Bolshoi, los Shakaroff, el ballet chileno y la explosiva La mesa verde de Kurt Joos; los bailarines expresionistas Harald Kreutzberg, Dore Hoyer y José Limón; los indios Sarabhai-Panicker los ritmos caribeños de Katherine Durham; los pianistas Walter Gieseking y Friedrich Gulda; el violinista David Oistraj; por los teatros 18 de Julio y Artigas desfilaban Carmen Amaya, Miguel de Molina; Juliette Greco, en el cine Trocadero, y Marlene Dietrich, los argentinos Amelia Bence-Francisco Petrone. Una enumeración sumaria de la década gloriosa. El Museo Nacional de Artes Visuales (mnav) reabrió después de permanecer cerrado diez años; la Facultad de Humanidades y el Instituto de Profesores formaban docentes y licenciados de alto nivel. La Comisión Nacional de Bellas Artes exhibía De Manet a nuestros días y varios pabellones europeos procedentes de la II Bienal de San Pablo. El Festival de Cine de Punta del Este descubrió a Ingmar Bergman y a los visitantes Jeanne Moreau, Arletty y Gérard Philipe. Este resumido y torrencial panorama, irrepetible, es el contexto en que se formó toda una generación. Nunca se leyó tanto, con librerías y publicaciones, doce diarios, revistas y semanarios todos con páginas culturales a cargo de críticos exigentes y rigurosos de nivel universitario.

Las galerías de arte y los institutos culturales extranjeros, varias asociaciones locales, comenzaban a divulgar el arte abstracto. Enrique Gómez se formó en ese ambiente efervescente, intenso, discutidor y polémico. Comenzó a colaborar en la galería Arte Bella. Intuitivo e inquieto, Gómez abrió pronto su propia galería interesado en las camadas recientes de artistas que seleccionó, exhibió y amistó con enorme acierto desde los diferentes locales —Diri, Zum Zum, Palacio Salvo, en Montevideo, y Lirolay en Buenos Aires— hasta instalarse en el edificio Ciudadela con la emblemática Galería U. Apostó a dibujantes desconocidos, modalidad que cultivó con preferencia, pintores y las nuevas tendencias, como el arte-correo y los happenings de Teresa Vila. Nada le fue ajeno. Artistas próximos al art brut, como Alfredo Lucho Maurente, el pescador de La Paloma, Cabrerita, artistas de la Colonia Etchepare y en especial Cyp Cristiali, un enfermero apacible y fumador que adoptó la aguja hipodérmica cargada de óleo como pincel, así como personalidades famosas de hoy: Nelson Ramos, José Gamarra, Haroldo González, Adolfo Nigro, Luis A. Solari, Ángel Damián, Beatriz Battione, Ernesto Cristiani, Ruisdael Suárez a quien acompañó con enorme sacrificio y grandeza humana en los últimos meses de su terrible existencia. La cita de nombres es escueta, pero es posible afirmar que la mayoría de los artistas uruguayos tuvieron amplia hospitalidad en Galería U. Después, la dictadura cívico militar, el deterioro vertiginoso de valores y principios donde todo lo sólido desaparece en el aire.

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