Entre la corrupción y la celeste: La Cumparsita
Dado que tengo un fin de semana y comienzo de la próxima, bastante agitaditos, encontré que la mañana del sábado frío y soleado, era el mejor momento para encarar la columna de los jueves.
Parecería que La Cumparsita está “fuera de contexto”. Pero no es así y ya sabrán por qué.
El prestigioso músico uruguayo Alberto Magnone publicó un excelente libro que tituló: La Cumparsita. El tango universal.
Magnone sorprende al lector con el relato sobre la selección uruguaya en los juegos Olímpicos de Colombes de 1924.
“Se han hecho paralelismos entre el intrincado baile del tango, con sus elaborados y sutiles movimientos y la sofisticada forma de jugar del Río de la Plata. El jugador habilidoso era aquel que desarrollaba su arte “en una baldosa”, a la manera del bailarín tanguero que conduce a su compañera en difíciles cabriolas, muchas veces casi sin moverse el mismo”
En aquel año del triunfo olímpico los uruguayos dieron su primera “vuelta olímpica” una forma de festejo y saludo cuando se gana un partido de fútbol. Magnone nos informa o nos recuerda que esta forma de saludo fue inventada por los uruguayos en 1924. Uno de los pocos compatriotas que festejaron en alguna tribuna, estaba el uruguayo Gerardo Mattos Rodríguez que ya había “presentado en sociedad” su tango universal: La Cumparsita.
Aquellos uruguayos continuaron regalándonos triunfos en un camino que no estaba ni está sembrado de rosas.
A la hoy “selección celeste” no le ha ido nada bien en los amistosos previos a Rusia 2018. En el fútbol ocurre lo mismo que en la vida: se gana y se pierde. Hay errores y aciertos. El Maestro Tabárez lo explica lo mejor posible, pero a veces el fanatismo o las ganas de pedir la cabeza de alguien no nos permite prestar la debida atención al mensaje y entonces se puede producir aquello de “matar al mensajero”.
Soy optimista, miro hacia adelante, no creo en la perfección sino en la excelencia. La excelencia que nos han regalado los celestes en varias ocasiones. Sigo creyendo. Y espero. Solo espero.
Y ahí, entre la selección celeste mayor y la menor con el DT Fabián Coito pidiendo disculpas por la pelea sostenida en vestuarios con los integrantes del equipo venezolano, andan sobrevolando las ganas en el cielo celeste (no transparente) y sobre las cabezas de algunos (¿señalados o elegidos?) candidatos a tener que encarar a la Justicia por algo llamado corrupción que no me gusta decir, escribir y ni siquiera pensar. Pero es una realidad inherente, pura y exclusivamente al ser humano. Ahí tenemos a nuestros vecinos mayores, Argentina y Brasil, enfrentando semejantes hechos de “corruptela” que pueden “hacer temblar hasta las raíces de los árboles”.
El caso de Argentina es un teleteatro con demasiados capítulos y no tengo ganas ni tiempo de seguirlo. El de Brasil si bien empezó con aquella destitución de la presidenta Dilma Rousseff, denunciada por su propio compañero de fórmula, sí, el mismo que hoy baila en la cuerda floja acusado de una corrupción madre pero que el Tribunal Electoral absolvió y continuará ejerciendo la presidencia. Veremos que ocurre cuando tenga que encarar a la Justicia. Pero con la decisión del Tribunal le fue muy bien a Dilma porque también fue absuelta pero sin volver a ocupar el lugar que le corresponde que fue conquistado por haber obtenido la mayoría de los votos.
¿Y en Uruguay, ¿qué? Pues ahí tenemos al vice-presidente de la República, senador Raúl Sendic cuestionado por, al parecer, haber utilizado la tarjeta corporativa de Ancap para gastos personales. Lo pagado por cada uno de los objetos comprados fue ampliamente difundido. El primer paso de Raúl Sendic fue ponerse a disposición del Tribunal de Conducta Política del Frente Amplio.
Pregunto, ¿estamos frente a un caso de corrupción, abuso de confianza? Solo la Justicia podrá dar la respuesta.
Mientras tanto por favor, aflojen con esa palabra. Es muy fea y suena como algo oscuro dispuesto a instalarse entre nosotros.
Hasta la próxima. Que seas feliz.
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