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Entrevista: Luis Marcelo Pérez: Una luz encendida para las nuevas generaciones

Entrevista: Luis Marcelo Pérez: Una luz encendida para las nuevas generaciones
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El periodista, poeta y gestor cultural Luis Marcelo Pérez presentó el libro “Ese lejos tan cerca”, que reconstruye – en clave de homenaje – la vida y la obra de Julio C. da Rosa.

¿Cómo nació la idea de escribir este libro?

La respuesta es muy concreta. Tuve que pasar por diferentes estadios, para luego dar el salto. Primero, cumpliendo con su encargo, había temas tratados que me pidió expresamente que los revelara después de su fallecimiento. Y segundo, ya en lo estrictamente personal, requería sentir la distancia necesaria para poder abordarlo. No fue fácil. Con Da Rosa, la única distancia existente entre ambos era la generacional, pero sobre todo había una bellísima red de complicidades que rondaban los temas políticos, filosóficos, además de lo literario, y lo musical.

¿Te lo planteaste como un homenaje?

Mirá vos, hace veinte años mientras le hacía la entrevista en su apartamento de la calle Pagola, no advertí ni la idea de publicar un libro, ni la de realizarle un homenaje. Más cercano a nuestro presente empecé a sentir la necesidad de hacerlo regresar y en alguna medida, a dejar una luz encendida para las nuevas generaciones. El tiempo es el único que tamiza todo. También creo en la importancia del reconocimiento a aquellos hombres que lo han dado todo y este caso no era menor. Da Rosa había sido un importante activista estudiantil, un activo parlamentario, un hombre de radio y de la educación, un eficiente presidente de la Academia Nacional de Letras, además de un exitoso escritor, un hombre generoso y hacedor de las palabras y de las buenas acciones. Con todo ese legajo y en el marco de su centenario era necesario homenajearlo.

¿Cómo fue el proceso de trabajo?

Desde el comienzo ya sabía que claramente este libro no pertenecía al género de ficción, por lo que se asumió con el rigor histórico que cada información que llegaba a nuestras manos había que confirmarla sin importar las veces y a quienes se consultase. Fue muy intensas las horas dedicadas a la lectura y relectura, seleccionando, clasificando materiales éditos e inéditos en diferentes carpetas, yendo a la Biblioteca Nacional, a la Biblioteca del Poder Legislativo, solicitando materiales a la Gran Logia de la Masonería del Uruguay, consultando y buscando aportes de otras fuentes y, fundamentalmente, yendo a la casa de su hijo que me proporcionó mucho material del archivo personal de Da Rosa y su hija. Por otra parte, muchas imágenes fotográficas descontracturadas que hicieron justicia cerrando el círculo casi a la perfección.

Dado que fue un personaje multifacético, ¿hubo algún punto que quisiste destacar especialmente de su prolífica vida?

Daría para hablar horas sobre la obra y las acciones del polifacético Julio C. da Rosa. Te propongo citar brevemente tres, una de ellas es su ejecutoria legislativa, donde presentó un detallado proyecto de ley que impulsaba las posibilidades de cultivo y explotación de los yerbales del departamento de Treinta y Tres. Una segunda instancia se la podríamos adjudicar a su activa participación en la Masonería, alcanzando el grado de Vice Gran Maestro y por último, la tercera, sus vínculos sanguíneos con los Saravia, donde la hermana de su bisabuelo era la madre de Aparicio, Basilicio y los demás descendientes del matrimonio Saravia da Rosa. Son apenas unos titulares. Es importante que el lector sepa que hay capítulos enteros en el libro que narran con detalles estos puntos mencionados.

¿Considerás que el nombre de Julio C. da Rosa no está en el lugar que merece en el espectro de la literatura nacional?

A pesar de haber recibido las máximas distinciones que otorga la cultura nacional y de haber desempeñado cargos de relevancia y de haber sido un escritor muy consumido por el gran público lector de su tiempo, en nuestros días, y esto se pudo constatar durante el año pasado en el marco de su centenario, apareció tapado por los otros dos poetas integrantes de los festejos. Más allá del área de cultura de la Intendencia de Treinta y Tres que hizo un gran esfuerzo, muy débil fue a nivel nacional y mucho más a nivel departamental en Montevideo. Julio C. da Rosa, debería de estar ocupando un sillón más alto, no es un escritor menor, lo sostienen sus novelas, su ensayística, su narrativa tanto para adultos como para los más pequeños. Es también un autor universal, aunque en su tiempo se le encasilló de regionalista. Como muestra de esta afirmación te puedo adelantar la firma contractual por los derechos con una editorial griega.  Si los lectores helénicos lo entienden, todas aquellas trasnochadas conjeturas están demodé.

 Tuviste oportunidad de conocerlo personalmente, ¿qué recordás de esos encuentros?

Hablar mucho y aprender tanto de su oratoria, de sus pausas como de sus silencios. Para un joven que circulaba su cuarto de siglo y que había tenido que construirse sin la figura física de su padre, fue muy importante para mí haberme cruzado en la vida con personas de la talla humana de Julio C. da Rosa. Recuerdo vivamente su mirada, sus comentarios felices y de los otros, su sonrisa que le achinaba a tope sus ojos, sus silencios que eran arquetípicos, su carácter austero de costumbres comunes y de clara y firme decisión. Era un gran observador de la vida, muy humilde, generoso y amigo de sus amigos. Sus estímulos siempre me impulsaban hacia la lectura, la escritura y hacia la búsqueda de un hombre mejor. Él pensaba que la ética debía regular la conducta humana, como también pensaba y lo admitía que la sociedad debía cambiar y que ese cambio no era utópico, sino posible.

¿Cuál entendés que ha sido su principal aporte a nuestra cultura?

En la literatura, Julio C. da Rosa no fue solo un escritor nativista, fue profundamente un escritor realista, vital, filial, nada rupturista. En lo que hace a su etapa que podríamos denominar de gestión cultural, se podría señalar el haber logrado un fondo presupuestal que antes no lo tenía para la Academia Nacional de Letras. Y en lo cotidiano, su humanidad. Esos fueron para mí los pilares de su legado.

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