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Esas cosas que duelen

Esas cosas que duelen
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Hoy estoy sin saber ya ni sé como.

Hoy estoy para penas solamente.

Hoy tengo ganas de arrancarme

De cuajo el corazón

Y ponerlo debajo de un zapato.

Vicente Aleixandre

 

Pensé estar decidida a no referirme, precisamente, a esas cosas que duelen. Pero suele ocurrir que el dolor puede más,, te lleva por los caminos que querías evitar y sin quererlo los estás transitando.

Y en eso estoy: desandando los pasos de la vida breve de Felipe, una vida que debió ser como la de cualquier niño de su edad.

¿Cuándo comenzó a cambiar la vida de Felipe? ¿Cómo era ese chiquilín de sonrisa feliz en las únicas fotos que vimos en brazos de quien finalmente sería su matador?

La niñez es tan frágil, tan expuesta al engaño, a la manipulación, tan sensible a un regalo pero más aún a una caricia, a una palabra tierna,

a una presencia constante.

¿Cómo eras Felipe en la escuela, con tus compañeros de clase, con tus amigos en general, los amigos de tu edad, dentro y fuera de la escuela donde estabas formándote? ¿Estabas en tercer o en cuarto grado?

Estoy algo confundida con tu edad, porque hubo algunas diferencias: ¿siete, ocho o diez años? Sí, diez parece ser la edad que tenías cuando la vida te fue arrebatada por un disparo en tu cabeza de nene. Te quitaron los sueños, te quitaron todos tus derechos y de ellos, el principal: el derecho a la vida y al perderlo no pudiste ampararte en ninguno de los otros.

Apenas llegaste al derecho a la educación, a la alimentación, a la salud.

¿Sabés?, otros derechos te esperaban hasta los 18 años como el derecho a la identidad, el derecho al agua, a la libertad, a la protección.

Qué difícil se vuelve algunas veces esto de “derecho a la protección”.

Tu muerte Felipe, fue cruel, innecesaria, fue un abuso, fue un aprovecharse de tu inocencia, de tu confianza (¿la mantenías, Felipe?)

Tu asesinato fue ruin y cobarde. Te cuento que  son muchos, demasiados, los chiquilines como vos que padecen distintos tipos de vejámenes de violaciones a su  cuerpo y a sus derechos, esos de los que te contaba, y que tu maestra les habrá enseñado a ti y a tus compañeros.

Como duele tu muerte, por favor. Qué infame. Felipe tú tenías el derecho a la vida, a jugar, a la supervivencia y el desarrollo, porque todos los niños y niñas tienen derecho a vivir y a tener un desarrollo adecuado. Tú tenías, entonces, el derecho a crecer en condiciones óptimas. Tenías el derecho a no ser  asesinado y  a sobrevivir.

Pero alguien se cruzó en tu vida para que esta fuera apenas un pasaje pequeño, como tu y lo logró. Simplemente te mató. Porque era un depredador. Era un asesino.

Descansá, Felipe. Por fin, descansá.

Hasta la próxima. Que seas feliz. (Sí, porque la vida es más fuerte)

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Cristina Moran En 1948 comienza su actividad en CX 16 Radio Carve. En el año 1956 forma parte del grupo de pioneros que da inicio a las transmisiones de Televisión en Uruguay, a través de Saeta TV Canal 10. En 1968 comienza en Canal 10 su programa Domingos Continuados que cierra el ciclo 20 años más tarde. En los ´80 se integra a los movimientos de mujeres y participa en el congreso “La situación de la Mujer en América Latina y el Caribe” celebrado en Cuba y en 1987 viaja a la entonces Unión Soviética junto a 23 compatriotas convocadas por el Congreso Mundial de Mujeres. En teatro actuó en varias obras como: “Mi suegra es una fiera”. “ El Avaro”, “¿Dónde está Miusoff?”, “La pecera”, “Homu Calvus”, “Estimada señorita Consuelo” ,“Los cálices vacíos”, “Ocho mujeres”, “Jardín de otoño”, “Candombe al sur”, “Mujeres en el armario”, “Orinoco”, “A la deriva”, “Steel magnolias”, “Sus ojos se cerraron ”, “Las preciosas ridículas”, “La dulce historia de Florinda Flores”, “La Morán se confiesa”. Es colaboradora de Semanario Voces con su columna Rememorando.