Home Literatura “Estamos repletos de mitos y no pretendemos repensarnos”

“Estamos repletos de mitos y no pretendemos repensarnos”

“Estamos repletos de mitos y no pretendemos repensarnos”
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El historiador Leonardo Borges publicó el libro “Sangre y barro, de las armas a las urnas” que repasa los orígenes del Uruguay. Borges contó a Voces cómo se acercó a la Historia y cómo fue el proceso de trabajo de este libro.

El libro “Sangre y barro, de las armas a las urnas” condensa una época esencial para entender el Uruguay de ayer y de hoy. Levantamientos armados, magnicidios y cómo se construyó el Uruguay de 1830 a 1904 documentado en un libro de 400 páginas.

Borges es profesor de Historia, historiador y escritor. Ha trabajado como periodista y columnista en medios gráficos y portales web y como panelista en distintos programas televisivos. Primer premio en el Concurso Nacional “150 años del fallecimiento del prócer José Artigas” en 2000 y Bartolomé Hidalgo revelación en 2006. También fue premio Quijote en 2009.

¿Cómo fue que decidiste ser historiador?

En realidad, nunca supe exactamente si lo soy. Desde hace muchos años que escribo y publico, pero por fuera de la academia. Eso nunca me interesó realmente. Pero sobre el momento en el cual me decidí a transitar este camino, fue bastante confuso. En un principio me tiraba mucho más la literatura, pero la historia apareció de repente, uniendo mis dos pasiones, la escritura y la investigación. El primer ensayo histórico que escribí fue mientras estudiaba profesorado. Fue un concurso en el año 2000, conmemorando los 150 años de la muerte de Artigas. Tuve la suerte de ganarlo en mi categoría (formación docente) y eso me posibilitó acercarme a historiadores, entrevistarlos y conocerlos. Ahí conocí a Carlos Maggi y me enamoré definitivamente de la historia, el análisis y la investigación. Trabajé durante años con Carlos, que era un hombre extremadamente generoso, aprendí muchísimo y escribimos dos libros juntos. Ahí fue cuando publiqué mi primer libro, en 2005, “Cual retazo”. De ahí en más, no dejé el trillo nunca más.

¿Cuál consideras que es el vínculo de la sociedad uruguaya con su propia historia?

La sociedad uruguaya ha sostenido parte de su autopercepción, sobre una idea – creo que errónea- de que no somos “patriotas”. De hecho, muchas veces nos flagelamos observando a nuestro vecino del otro lado del río, que parecería mucho más apegado a las formas patrióticas. Pero en realidad, el pueblo uruguayo es un pueblo extremadamente patriotero y hasta chauvinista en muchas cosas. Cuando se tocan determinados puntos o fibras de nuestro ser nacional, nos surge una especie de “enano fascista”, que está dispuesto a atacar a quien sea. Lo sufrí cuando escribí sobre los anacronismos de la jura de la bandera (“Cual retazo”, 2005), por ejemplo, que me pulverizaron por derecha pero también por izquierda. Es una constante. No es casualidad que cuando tocan a José Artigas por ejemplo, el mito máximo, inmediatamente aparece ese sentimiento. Recordemos cuando Cristina Fernández en Paraná, Entre Ríos, dijo aquella frase, quizás la mayor autocritica de un presidente argentino en la historia, “Artigas quiso ser argentino y no lo dejamos, carajo”. Que fue atacada por la mayoría de los actores políticos e intelectuales del país. Estamos repletos de mitos y no pretendemos repensarnos en lo más mínimo. Nos percibimos solidarios, y no podría decir que lo somos; nos percibimos grises y tranquilos, y no es más que un relato forzado; y peor aún, nos percibimos humildes, mientras que decirse humilde es la mayor muestra de falta de humildad. Tal vez lo más cercano a la realidad, sea la percepción democrática que tenemos de nosotros mismos, aunque muchas veces no le damos la preponderancia que debe tener.

¿Cómo fue el proceso de trabajo de “Sangre y barro”?

Salió en el año 2010, después de un trabajo sostenido durante varios meses de 2009. En aquellos años editaba un suplemento en Caras y Caretas, “De los sables a las urnas”. Esa fue la base de Sangre y barro, que después de cuatro ediciones en Ediciones de la Plaza, se acaba de editar en Ediciones B. Es un trabajo que me trajo muchísimas alegrías, se ha vendido sostenidamente desde aquel 2010 y ahora en este nuevo proceso, en esta nueva editorial, lo publicamos renovado, con nueva tapa y una nueva edición. La idea es poder comprender ese proceso, de los sables a las urnas, que se dio en el país. El protagonista del libro es el Uruguay, que va cumpliendo años y caminando hacia las urnas. Todo proceso es complejo y justamente este proceso, que nos coloca en el siglo XX, es hijo de ese siglo XIX. El Uruguay que hace gárgaras de democrático le debe mucho a aquel siglo XIX, violento y autoritario.

¿Qué cosas de ese período (1830-1904) considerás que aportaron más a la consolidación de lo que somos hoy?

Las estructuras económicas son de larga duración, y es en este siglo que el Uruguay sella definitivamente su estructura económica, ya sea con la fundación de la ARU y la consolidación de los estancieros como una elite, el vacuno y el ovino después de la revolución del lanar; una especie de alto comercio en el puerto, los primeros frigoríficos y el desarrollo del extracto de carne y el frigorífico Liebig, entre muchas otras. Sin dudas los partidos políticos, ese doloroso parto que va desde la Guerra Grande, las facciones, los caudillos y finalmente la consolidación de dos visiones. Todo esto obviamente condimentado por las intervenciones extranjeras, en general forjadas por los mismos partidos. Hace muchos años Eduardo Rivero y Lavanda Elástica cantaban “Uruguayos peleadores”, y pintaban de forma cabal nuestra idiosincrasia. Esa idea, de facciones, de dos bibliotecas, de enfrentamientos, la podemos ver en el siglo XIX. Riveristas contra lavallejistas, riveristas contra oribistas, blancos contra colorados, doctores contra caudillos, cursistas contra oristas, conservadores contra fusionistas, principistas contra candomberos, y así sucesivamente.

¿Qué eventos de estos últimos años considerás, con ojo de historiador, van a permanecer y estarán en los libros de historia dentro de 50 o 100 años?

Es difícil tarea analizar nuestro propio tiempo, dado que es complejo poder comprender los cambios en los que uno es protagonista directo. Pero claramente hay episodios a nivel global que rompen los ojos, sin dudas esta pandemia que estamos viviendo, no por una cuestión de mortalidad, sino por la forma en la cual los países se han preparado y los caminos que han tomado. Por otro lado, y trayéndolo un poco al país, sin dudas la llegada de la izquierda al poder, sus quince años y la victoria multicolor, quedarán por varias razones en los anales y en los análisis. Es clave comprender la seguidilla democrática que el país ha vivido desde 1985 y lo sano del sistema en ese sentido.

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